Mohamed quiere juicios, no pactos
Gripe A y negligencia sanitaria. El marido de Dalila y padre de Ryan rechaza el acuerdo que evitaría la vía judicial por las dos muertes, aunque la familia de su mujer no lo tiene tan claro
¿Qué pasa por la cabeza del joven Mohamed días después de haber perdido de manera trágica y consecutiva a su esposa y a su hijo recién nacido? ¿Qué piensa Aziza, su suegra? ¿Qué están haciendo las autoridades españolas?
«Estoy apartado del mundo y ... no sé nada hace una semana», dice al otro lado del teléfono Mohamed El Ouriachi. El marido de la marroquí Dalila Mimouni, que se convirtió el pasado 30 de junio en la primera víctima mortal de la gripe A en España, se encuentra en compañía de su padre en las montañas de la Yebala, en la provincia de Chauen donde trata de recuperarse del segundo palo, el que significó la muerte de su hijo Ryan tras una negligencia.
El chaval, de 21 años, no esconde su firme determinación de ir a los tribunales por los dos fallecimientos y rechazar así las ofertas de las autoridades para llegar a un acuerdo que frene la vía judicial. ¿La vía del acuerdo? «No lo acepto». ¿Habrá juicio? «Por supuesto». «Mohamed no ha querido llegar a un acuerdo», ratifica un familiar muy próximo que prefiere no ser citado. «Él prefiere la vía judicial». Negociar para que no se ejerciten acciones judiciales «es una posibilidad que recogen las leyes», afirman desde el entorno de abogados que asesoran a las familias. El parón judicial del mes de agosto mantiene sin embargo casi todas las gestiones en el aire.
División familiar
Aziza Ismail, madre de Dalila, reconoce que desde la Comunidad de Madrid tratan de pactar, algo a lo que ella no cierra la puerta, y no esconde, a pesar de su discreción, que las relaciones entre las dos familias echan chispas. Se queja ante este corresponsal de que su yerno haya gestionado la denuncia por las muertes de Dalila y Ryan sin haberla tenido a ella en cuenta. Mohamed El Ouriachi ha visitado a su suegra para tratar de tranquilizarla, pero lo cierto es que cada familia ha recurrido a despachos de abogados distintos en Madrid y parece que preparan estrategias diferentes.
«La postura de Mohamed parece lógica», explica José Luis Laso D`Lom, abogado de Aziza, pero «también debe entender que hay intereses comunes y que lo que demande la abuela no afecta a su indemnización». En cualquier caso, señala este abogado, habrá que pelear más por el caso de Dalila, donde las autoridades no reconocen error médico, que por el de Ryan.
La diplomacia española, al tratarse de familias a caballo entre España y Marruecos, también se ha ha puesto en marcha. El Ministerio de Exteriores ha recibido de ambas partes peticiones de visados.
Hafida Dadach, madre de Mohamed, además de pedir cita con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha solicitado que su prima Asma, a la que se había denegado por dos veces los papeles en el consulado de Tetuán, pueda instalarse en España. Aziza Ismail solicitó por su parte regularizar la residencia en Ceuta de su hija Sabah, casada con un español y madre de un bebé nacido en la ciudad autónoma.
Las fuentes diplomáticas consultadas por ABC reconocen la «pésima» relación entre las familias, especialmente entre las abuelas, que se lanzan graves acusaciones. Hasta la carta de pésame enviada por el rey Mohamed VI tras el fallecimiento del pequeño Ryan llevaba supuestamente un sobre con dinero que se ha quedado Aziza sin repartirlo. Preguntados por este asunto, que la madre de Dalila desmiente, un miembro de la familia de Mohamed El Ouriachi dice que «no estamos seguros». Reconocen incluso desde la diplomacia española que Hafida acusa a Aziza de haber vendido a terceros, por unos 2.000 euros, el visado para ir a visitar a su hija Dalila al hospital Gregorio Marañón de Madrid. Aquel visado de doble entrada, añaden, no consta que haya sido mal empleado ni adquirido por una vecina, como ha llegado a decir Hafida.
Aziza, por su parte, se queja del maltrato del que fue víctima Dalila en casa de su suegra en Madrid, donde vivía junto a Mohamed, el joven viudo. «La trataban como si fuera una criada y la dejaban al cargo de la casa y de los niños pequeños mientras (Hafida) se iba a trabajar». Reconoce que cuando su hija se casó hace algo más de un año «apenas sabía nada de esa familia». La mujer no hace referencia al incidente que llevó, entre 2001 y 2002, a la cárcel de Tetuán a los padres de Mohamed. Hafida Dadach y Mohamed Ali El Ouriachi, por entonces su marido, pasaron un año en prisión tras ser detenidos con 40 kilos de hachís.
En los archivos consulares españoles consta además que Hafida, aprovechando su documentación española, pidió amparo a los servicios sociales porque sus tres hijos, Mohamed, Hatim y Ramda, todos menores de edad en aquella época, se habían quedado solos en Madrid. «Yo no sabía nada de lo de la cárcel ni de lo de la droga», nos responde Aziza con cierto pudor.
Hafida era la titular del vehículo en el que se halló la droga, pero señala como responsable a su ex marido. «Nunca ha pisado una comisaría en España», afirman de ella en su entorno. Aseguran que ya saldó cuentas con la Justicia y ahora está casada con Hassan, otro marroquí, con el que ha tenido en Madrid otros dos hijos, Nadir, de 3 años, e Imad, de 5. Son ellos de los que supuestamente se hacía cargo Dalila cuando su suegra se iba a trabajar. En cuando al padre de Mohamed y ex marido de Hafida, la propia familia explica que no puede regresar a España porque sigue siendo buscado por tráfico de drogas.
La situación de Aziza, menos desahogada porque trabaja en precario en un centro de salud, preocupa más a los funcionarios españoles que han estudiado el caso. La madre de la joven fallecida había perdido ya en un accidente laboral hace cinco años a su marido, Driss Mimouni, que trabajaba sin papeles en Tarragona para la empresa de un compatriota. El abogado Laso D`Lom tratará también de reabrir el caso de Driss, aunque entiende que será «complicado». Ahora, tras perder a su hija y su nieto, Aziza no desiste del sueño español, pero tampoco parece volverla loca. «No desea ir a residir a España», constata una fuente oficial española, pero «agradecería mucho poder contar con un visado» para poder viajar a la península, donde diferentes asociaciones como Al Amal la están ayudando. Su hija menor, Salma, de 14 años, es la única que queda con ella en la residencia familiar de la localidad de Fnideq, a unos veinte kilómetros de Ceuta. Su deseo es que la niña termine el bachillerato marroquí y después pueda dar el salto a uno de los centros públicos del Gobierno español en la vecina Tetuán.
En el consulado español de esa ciudad tratan de mejorar la situación laboral de Aziza y han abierto la puerta para que Salma estudie español con una beca en el Instituto Cervantes y, una vez adquiera el nivel necesario, ser inscrita en el Instituto de Enseñanza Secundaria Nuestra Señora del Pilar de la antigua capital del protectorado.
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