La herencia más sorprendente de todos los tiempos

Su protagonista es Wellington R. Burt , un barón de Michigan, que a comienzos del siglo XX amasó grandes fortunas provenientes de la venta de hierro y madera, hasta tal punto de ser considerado por aquel entonces una de las ocho personas más ricas de América, con un patrimonio estimado entre 40 y 90 millones de dólares.

Un hombre de negocios como él no tardó en alcanzar el poder, siendo alcalde de Saginaw y más tarde senador del estado de Michigan. Se casó dos veces y tuvo siete hijos a los que daría una inesperada sorpresa: poco antes de morir en 1912, dejo muy claro en su testamento que la mayor parte de su fortuna no podría ser distribuida hasta que transcurrieran 21 años desde la muerte del último de sus nietos . Su caprichosa herencia no se quedó ahí porque también determinó que a todos ellos les quedaría una irrisoria renta anual de entre 1.000 y 5.000 dólares, a excepción de uno de ellos (su predilecto) que tendría algo más de suerte y percibirá 30.000 dólares. También hubo premio para su chófer, su cocinero y su secretaria personal (algunos de los cuales recibieron incluso algo más que los hijos).

A pesar de los esfuerzos para tratar de impugnar legalmente aquella herencia por parte de sus familiares directos, que alegaban problemas mentales del señor Burt, la justicia no ha accedido a revisar el documento durante todo este tiempo, y ahora, casi un siglo después de su muerte y exactamente 21 años desde la muerte de su último nieto, doce tataranietos y por tanto beneficiarios del maná del patriarca Burt, se frotan las manos al saber que se harán con una fortuna de entre 100 y 110 millones de dólares . Un gordo que no llega por el 22 de diciembre sino que para ellos se repartirá el próximo 21 de mayo.