Suscribete a
ABC Premium

Salto en paracaídas

Desde que me rompí el codo izquierdo en un accidente de motocicleta no había vuelto a saltar en paracaídas. Los aterrizajes requieren coordinación en los brazos y el mío estaba bastante inútil. Pero diez meses de inactividad son muchos para un paracaidista. El salto es ... como el toreo. He oído decir que los matadores, si dejan de torear varios meses, pierden la costumbre y su lugar lo ocupa el temor. Yo quería seguir lidiando nubes. Decidido a romper el maleficio del miedo, viajé recientemente a Ocaña para saltar a 4.000 metros de altitud. Mi interés por el paracaidismo comenzó en el servicio militar. Me tocó por sorteo la Brigada Paracaidista. A falta de suficientes vocaciones, la BRIPAC se nutría de desmotivados quintos de reemplazo como yo. No hice el curso. Para ser paracaidista debía firmar como profesional, con un compromiso de dieciocho meses. A mí ya me parecía suficiente con un año de privación de libertad.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia