Valiente discurso del Papa en Baréin: pide respeto a los derechos humanos, promoción de la mujer y eliminar la pena de muerte

En 2017 Baréin interrumpió la moratoria de la aplicación de la pena capital y desde entonces ha habido seis ejecuciones. Además, actualmente hay 26 personas esperando en el corredor de la muerte hasta que el rey ordene la ejecución. Sin mencionar explícitamente la pena de muerte, ha dicho que es necesario «garantizar siempre el derecho a la vida, también en relación con los que son castigados, cuya existencia no puede ser eliminada».

En este país en el que sólo hay dos iglesias, el Papa ha pedido «que la libertad religiosa sea plena y no se limite a la libertad de culto». Los católicos sólo pueden practicar su religión en los templos y no pueden emprender iniciativas sociales, pues se considerarían proselitismo. Aunque teóricamente se permiten conversiones del Islam, quienes toman esa decisión son socialmente marginados por sus familias. «Que la dignidad y la igualdad de oportunidades sean reconocidas concretamente a cada grupo y a cada persona», ha pedido el Papa.

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En positivo, Francisco ha elogiado que Baréin abrió «la primera escuela femenina del Golfo y abolió la esclavitud» y ha pedido que «sea un faro que promueva, en toda la región, derechos y condiciones justas y cada vez mejores para los trabajadores, las mujeres y los jóvenes, garantizando al mismo tiempo respeto y atención para los que sufren mayor marginación en la sociedad, como los que han emigrado y los presos».

La mitad del millón y medio de habitantes de Baréin son emigrantes asiáticos que trabajan bajo duras condiciones en plataformas petrolíferas, en la construcción y en el servicio doméstico. La situación es especialmente complicada para quienes trabajan en casas, pues a menudo quienes les contratan les retiran el pasaporte para que acepten las duras condiciones laborales. Seguramente pensando en ellos, y refiriéndose a todo el Golfo Pérsico, el Papa ha alertado de que hay «demasiado trabajo deshumanizador, lo que no solo conlleva graves riesgos de inestabilidad social, sino que representa un atentado a la dignidad humana».

Por eso, ha reclamado «que se garanticen en todas partes condiciones laborales seguras y dignas del hombre, que no impidan sino que favorezcan la vida cultural y espiritual; que promuevan la cohesión social, en favor de la vida común y del mismo desarrollo de los países».

Dirigiéndose de nuevo a toda la región, el Papa ha mencionado la guerra olvidada en Yemen, en la que Baréin participa enviando tropas en la coalición impulsada por Arabia Saudita en apoyo del presidente Rabbo Mansour Hadi. «Mirando a la Península arábiga, cuyos países deseo saludar con cordialidad y respeto, dirijo un pensamiento especial y apenado a Yemen, martirizado por una guerra olvidada que, como toda guerra, no conduce a ninguna victoria, sino sólo a amargas derrotas para todos», ha asegurado. «Recuerdo en la oración sobre todo a los civiles, a los niños, a los ancianos, a los enfermos, e imploro: ¡que callen las armas, comprometámonos en todas partes y realmente por la paz!», ha reclamado.

También ha tenido palabras sobre la situación actual del mundo. «Asistimos con preocupación al crecimiento, a gran escala, de la indiferencia y de la sospecha recíproca, a la expansión de rivalidades y contraposiciones que se pensaban superadas, a populismos, extremismos e imperialismos que ponen en peligro la seguridad de todos», ha denunciado. «No obstante el progreso y tantas conquistas civiles y científicas, la distancia cultural entre las diversas partes del mundo aumenta, y a las beneficiosas oportunidades de encuentro se anteponen feroces actitudes de enfrentamiento», ha añadido, insinuando el objetivo que se ha marcado con su visita a estas tierras.

El rey de Baréin, Hamad bin Isa Al Jalifa, acudió al aeropuerto para recibir personalmente al Papa, y le dio un recibimiento oficial en el espectacular palacio real de al-Sakhir, construido con altas paredes de color blanco brillante de las que colgaban preciosas lámparas, todo un oasis en medio del desierto.

Tras la reunión, el monarca acompañó al pontífice bajo preciosos arcos y columnas, hasta el patio principal, para la ceremonia oficial de bienvenida. Allí también mantuvieron un encuentro de media hora a puerta cerrada durante el que afrontarían discretamente las cuestiones espinosas.

El monarca tiene la costumbre de anunciar amnistías durante la visita de líderes mundiales a su país, y es probable que lo haya comunicado al Papa como gesto de deferencia. Muchos de ellos serían chiítas arrestados hace años tras la represión por las protestas de la «Primavera árabe».