Sobornos a funcionarios y materiales poco resistentes: el terremoto de Turquía destapa los excesos de su 'boom' inmobiliario

Además de a la potencia del seísmo, su alta mortalidad se debe al incumplimiento de las normas de seguridad

Una persona se calienta entre escombros en en Kahramanmaras, Turquía Reuters / Vídeo: ATLAS

Pablo M. Díez

Enviado especial a Adana (Turquía)

Con más de 30.000 fallecidos y 25.000 edificios derrumbados o seriamente dañados, el terremoto de Turquía no es solo su mayor catástrofe desde el gran seísmo de 1939, sino que amenaza con desatar otro cataclismo, este político y económico. Además ... de poner en cuestión al presidente Erdogan y amenazar su reelección en los comicios de mayo, los dos temblores que sacudieron al sudeste de la península de Anatolia el lunes de la semana pasada han hecho aflorar la corrupción reinante en la construcción y los chanchullos de su 'boom' inmobiliario.

En realidad, se trata de un problema que todo el mundo sabía y ante el que las autoridades hacían la vista gorda. Pero que se ha revelado letal y provocado una oleada de indignación que puede propiciar el primero de muchos cambios. Aunque Turquía cuenta con normas de construcción antisísmicas desde 1999, cuando dos terremotos se cobraron 18.000 vidas en la región del Mármara y Estambul, en muchas ocasiones no se cumplen ni se lleva a cabo la renovación urbanística prometida entonces por el Gobierno para reforzar la seguridad de los edificios.

Con consecuencias fatales, lo peor de todo es la corrupción que hay detrás. Para ahorrarse gastos, los promotores utilizan materiales poco resistentes o de mala calidad. Y, a cambio de sobornos, es frecuente que los inspectores del Gobierno den el visto bueno a dichas construcciones incluso aunque no cumplan las normas de seguridad.

Órdenes de arresto

Por ese motivo, la Policía ha emitido órdenes de arresto para más de un centenar de constructores, sobre todo en Adana (62) y Diyarbakir (34), y una docena han sido ya detenidos. El viernes, cuando se disponía a volar a Montenegro, fue apresado en el aeropuerto de Estambul un promotor inmobiliario que levantó hace una década un edificio de lujo de doce plantas y 250 apartamentos en la histórica ciudad de Antioquía, una de las más devastadas por el temblor.

El domingo, otros dos constructores de Adiyaman también cayeron en el mismo aeropuerto cuando intentaban huir a Georgia. En la provincia de Gaziantep, donde tuvo lugar el primer seísmo, otras dos personas han sido detenidas por acortar las columnas para que cupieran más plantas en un inmueble que también se acabó desplomando, según informa la agencia Anadolu. Por esos mismos fallos en la construcción, otras ocho personas han sido capturadas en Sanliurfa y cuatro en Osmaniye.

«Aquellos que han sido negligentes, culpables o responsables de la destrucción que ha seguido al terremoto responderán ante los tribunales», prometió la semana pasada el ministro de Justicia, Bekir Bozdag. A pesar de esta declaración de intenciones, son muchas las críticas que apuntan directamente al Gobierno de Erdogan, quien llegó al poder en 2004 con la promesa de cambiar las cosas tras el terremoto de 1999 pero ha acabado cayendo en el autoritarismo más personalista.

Reuters

Si bien es cierto que, durante estas casi dos décadas, Erdogan ha transformado el país renovando las infraestructuras, como carreteras y aeropuertos, ha dejado la mayoría de dichos proyectos y su supervisión en manos de sus amigos y aliados políticos. Con pocos controles y construyendo en zonas proclives a terremotos por hallarse sobre las placas tectónicas que chocan en Turquía, la construcción ha sido uno de los motores del crecimiento económico que esgrime el presidente ante el electorado. Para que este progreso se no detuviera, incluso concedió en 2018, poco antes de los últimos comicios, una amnistía a empresas y promotores que habían violado las normas de construcción, quienes pudieron regularizar sus obras pagando solo una multa.

Esta medida de gracia no era nueva y ya la habían empleado otros gobiernos, pero demuestra que Erdogan ha acabado repitiendo lo mismo que quería erradicar para seguir fomentando el desarrollo y evitarse problemas con el poderoso sector inmobiliario. Entre las infracciones que se perdonaron con una sanción destacaban haber construido sin licencia y ampliado las plantas, los balcones y las terrazas sin autorización. Aunque el Ministerio de Medioambiente y Urbanismo no detalló cuántas de esas obras incumplían las normas contra terremotos o de seguridad integral, sí reconoció que 13 millones de apartamentos, más de la mitad de todas las viviendas de Turquía, violaban alguna regulación.

«La amnistía inmobiliaria no significa que un edificio sea resistente», advirtió en 2019 el ministro del ramo, Murat Kurum. Solo dos años después, la Cámara de Ingenieros Geológicos publicaba una serie de informes denunciando la inseguridad de las nuevas construcciones en provincias arrasadas por los terremotos de la semana pasada, como Kahramanmaras, Osmaniye y Hatay. En la capital homónima de esta última, se vinieron abajo bloques de apartamentos, hospitales y hasta la delegación de la Agencia de Gestión de Desastres y Emergencias de Turquía (AFAD).

«Los terremotos potentes matan a la gente, pero son más mortales en países como Turquía, donde no se cumplen las normas de construcción«

«Los terremotos potentes matan a la gente, pero son más mortales en países como Turquía, donde no se cumplen las normas de construcción, los puestos clave son ocupados por personas leales poco cualificadas, las instituciones independientes del Estado no existen, las organizaciones civiles han sido barridas y se priorizan los intereses de unos pocos corruptos sobre todo lo demás», denuncia en un demoledor y exhaustivo artículo en 'Foreign Policy' la politóloga Gonul Tol, profesora del Instituto de Oriente Medio (MEI) y autora de un libro sobre Erdogan. En su tribuna, también critica que el presidente no haya respondido a la catástrofe movilizando en masa al Ejército, al que lleva purgando desde el golpe de Estado fallido de 2016. Su ausencia ha provocado retrasos en la llegada de la ayuda humanitaria y hasta episodios de inseguridad para algunos equipos internacionales de rescate.

Miedo en Estambul

El terremoto de Anatolia ha metido el miedo en el cuerpo a los 15 millones de habitantes de Estambul, que esperan un gran seísmo antes de 2030. Como reconoció en una reciente entrevista su propio alcalde, Ekrem Imamoglu, la ciudad no está preparada porque 90.000 edificios son altamente vulnerables a los terremotos y 170.000 se hallan en riesgo medio. Copando el 70 por ciento de los edificios de Estambul, 817.000 inmuebles datan de antes de 2000, cuando se promulgaron las normas antisísmicas, pero el 30 por ciento restante tampoco está a salvo porque muchas nuevas construcciones de Anatolia se han desplomado con el último terremoto.

Ahora está por ver si esta catástrofe contribuye a mejorar por fin la seguridad de las construcciones en Turquía, tercer país del mundo en número de víctimas por seísmos y octavo en damnificados. Una vez más, su futuro empieza entre ruinas plagadas de cadáveres.

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