Se suicida la médico austriaca perseguida en redes por defender las vacunas
Lisa Maria Kellermayr fue una de las pocas voces médicas que defendió públicamente en Austria la necesidad de vacunación
Fue amenazada verbal y físicamente pero las autoridades la ignoraron
Velas, flores y fotos en memoria de la doctora Lisa Maria Kellermayr
El pasado viernes apareció muerta la doctora Lisa Maria Kellermayr, una de las pocas voces médicas, si no la única, que defendió públicamente en Austria la necesidad de vacunación apenas aparecieron los primeros medios para inmunizar a la población.
Aparentemente, ... se quitó la vida después de más de un año de ostracismo y soledad. Austria repartió el virus por toda Europa desde la estación de esquí de Ischgl, en febrero y marzo de 2020, para después convertirse en el país europeo más reacio a vacunarse, una negativa de la que fueron partícipes buena parte de sus trabajadores sanitarios. Cuando Lisa-Maria Kellermayr defendió las vacunas, fue objeto de una campaña de acoso en las redes sociales y de un vacío social y profesional que aparentemente no pudo soportar durante más tiempo.
Tras el levantamiento del cadáver, la policía informó el suicidio y que «se descarta la intervención de una tercera persona», pero ahora los investigadores siguen la pista a un hombre de Alta Baviera que había proferido amenazas de muerte contra la doctora, según conformó un portavoz de la fiscalía de Múnich II. La investigación llega sin duda tarde y mal, mientras los austriacos, con mala conciencia, depositan velas, flores y fotos enmarcadas a la puerta de la que fue su consulta, que llevaba seis meses vacía porque sus pacientes le dieron la espalda arrastrados por la presión de los antivacunas.
Solamente el internauta de la Alta Baviera apodado 'Claas', que ahora es investigado, amenazó con todo lujo de detalles de torturas a la médico de 36 años en docenas de correos electrónicos. La fiscalía de Wels ha denunciado a un segundo acosador ante la fiscalía de Berlín, una sospecha que conduce hasta la escena de la extrema derecha en Alemania. La Dirección de Protección e Inteligencia del Estado de Austria (DSN) ha sumado este expediente al caso. A pesar de que Kellermayr hizo reiterados llamamientos a valorar el «potencial de violencia» de todas estas amenazas, las autoridades la ignoraron sistemáticamente. Pasará a la historia como una víctima colateral del coronavirus y como un doloroso recordatorio de que las campañas de odio en redes tienen consecuencias tangibles en la vida real.
Sin apoyo de su hospital
Antes de la pandemia, Kellermayr solo tuiteaba ocasionalmente sobre temas personales. Sin embargo, apenas apareció la primera vacuna, contradijo la opinión mayoritaria en su país y recomendó a sus pacientes vacunarse en cuanto les fuese posible. En noviembre de 2021, criticó una manifestación de antivacunas frente al hospital de Wels, una ciudad de unos 40.000 habitantes. «Una manifestación de teóricos de la conspiración bloquea la entrada del hospital y la salida de las ambulancias», denunció, aportando un vídeo y sin saber que estaba firmando su sentencia de muerte. Horas después, la dirección del hospital se desmarcó públicamente de ese mensaje y aseguró que las ambulancias habían podido circular sin dificultades.
La policía desmintió también su denuncia y «ese mensaje de la policía fue el punto de partida de una avalancha de insultos, difamaciones y amenazas porque muchos consideraron que la policía legitimaba mi persecución», relataría ella al semanario 'Der Standard' nueve días antes de su suicidio. Una investigación periodística terminó dando la razón a la doctora, pero era ya tarde para parar al ejército de 'trolls'.
Aun así, Kellermayr borró su mensaje y pidió a la policía que hiciese lo mismo con el suyo, pero no hubo reacción. Los ataques verbales se convirtieron después en ataques físicos. Encapuchados lanzaban piedras contra el tejado y las ventanas de su casa durante las noches, un grupo de antivacunas irrumpió en su consulta y difundió después las fotos de sus empleados y pacientes a través de Telegram, declarándolos 'persona non grata' y llamando al castigo social. Ante la pasividad de las autoridades, una hacker alemana se puso en contacto con ella y se ofreció a investigar el origen de las amenazas, para descubrir que algunas de ellas llegaban desde usuarios 'doxeados', suplantados online por lo que creyó identificar como militantes de la extrema derecha alemana.
Guardaespaldas de 100.000 euros
Asustada, Kellermayr comenzó a pagar un servicio de guardaespaldas de su propio bolsillo que le costó 100.000 euros en los primeros seis meses, mientras su consulta se vaciaba, lo que la llevó a una situación económica bastante delicada. En junio la cerró definitivamente. A esas alturas, llevaba ya medio año sin atreverse a salir de casa más que para comprar comida.
La noticia del suicidio apenas fue difundida por los medios austriacos en las primeras cuarenta y ocho horas, una tendencia que solo cambió de dirección cuando los medios alemanes se hicieron eco con pavor del destino de Kellermayr. Varios chats antivacunas celebraron abiertamente su muerte en las redes, sugiriendo que podría haber muerto como consecuencia de la vacunación o que se quitó la vida por sentirse culpable de haber causado tantas «víctimas de la vacunación».
En sus cartas de despedida, lamenta no haber recibido la protección policial que necesitaba y describe el estado de pánico permanente que ya no podía soportar durante más tiempo. Durante todos esos demenciales meses solo se sintió tomada en serio por el jefe de seguridad del Estado austriaco, Omar Haijawi-Pirchner, al que dedica un mensaje de agradecimiento. «Fue usted», le dice en su último mensaje, «el único que me escuchó».