Sueños rotos en Villar de Cañas, el pueblo que quería un almacén nuclear y ahora solo tiene hipotecas y ruina
La instalación del ATC prometía una lluvia de millones para la localidad conquense. El cambio de idea del Gobierno dejará a muchos en la estacada
En lugar de un cementerio nuclear centralizado habrá siete
Villar de Cañas (Cuenca)
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Iniciar sesiónA Domingo Olmo le ofrecieron 300.000 euros por una era. Lo cuenta desde una esquina del bar 'La Mezquita', sentado en su banqueta de costumbre, tomándose el vinito de media mañana que nunca perdona. «A mí el ATC me parece de puta ... madre, y mira que soy socialista y los votaré siempre. Todo esto que ha pasado no es más que politiqueo y demagogia. Al principio lo veíamos como una locura. Luego empezaron a hacer las carreteras, a asfaltar los caminos, construyeron viviendas para alojar a los trabajadores...», afirma con la paz que transmite un jubilado de 69 años.
Al otro lado de la barra le sirve Antonio Belda, una década más joven. Escribir que se ha pasado media vida en esos pocos metros cuadrados sería mentir. En realidad, lleva allí toda su existencia. Primero ayudando a sus padres y después tomando el relevo, cuando sus cuatro hermanos mayores recogieron el macuto y emigraron a Valencia. A orillas del Turia reside ahora también su hija, de 26 años. «A mí me gusta ir al centro de Valencia, ver ambiente o ir a la playa. Estoy harto de pájaros, árboles y llanuras. Ya he 'currado' bastante. Quiero seguir dos o tres años más y luego dedicarme a vivir: seis meses aquí en el pueblo y otros seis en Valencia», planea mientras lava los cacharros.
Un pueblo de mil vecinos
El pueblo es Villar de Cañas, uno de los 238 municipios de una provincia, la de Cuenca, en la que sólo 32 tienen más de 1.000 vecinos. Villar de Cañas se queda en 386 censados, aunque realmente son 160-170 los que resisten el invierno. El lugar escogido por el Gobierno de Rajoy para construir un almacén de residuos nucleares (ATC son las siglas de Almacén Temporal Centralizado), con una inversión prevista de 1.000 millones de euros. La misma que acaba de desechar el actual Gobierno de Sánchez, aduciendo que los residuos se guardarán en las centrales nucleares que ya están funcionando.
Antonio reconoce que «tampoco me monté muchos castillos en el aire al enterarme de lo del ATC», pero hubo quienes sí vieron una oportunidad de un futuro mejor. Y se jugaron sus ahorros confiando en los políticos. Mal asunto. Como Luis María Bilbao, que frisa los 60 y sale de una cocina que huele a pollo al ajillo que no se puede aguantar. Lo elabora Amparo Cerdán, su madre, 88 años y sin estrella Michelín. Ni falta que hace. Al quedarse en paro, Luis María transformó la casa familiar en 'Un Rincón en La Mancha', el primer hostal que se abría en Villar de Cañas con cama para 12 huéspedes.
«Los dos primeros años funcionamos muy bien. Sin embargo, cuando esto se paralizó ya estaba hipotecado hasta las cejas. Estamos hablando de más de 100.000 euros. Ahora lo hemos enfocado al turismo rural y sobrevivimos, pero a costa de no tener un día libre. El pueblo no ofrece ningún aliciente y si la gente viene es por los buenos comentarios que tenemos en 'Booking'», explica.
La situación de Pablo Cifuentes, de 55 años, resulta similar. Trabajaba como conductor de autobús y vivía en Palomares del Campo, otro pequeño pueblo conquense a media hora de distancia. Motivado por el ATC, se vino con su mujer a Villar de Cañas, compró el bar 'El Nido' y se gastó un pastizal (dígase una cantidad superior a los 200.000 euros) para convertirlo en un restaurante cuyo comedor impresiona por sus dimensiones. De eso hace ocho años. 'El Nido', que se llenaba de obreros empleados en adecentar las conexiones con la A-3 y la N-420, se vació cuando las obras acabaron.
Un tren que pasa solo una vez
La persona «que va enterrando pueblos». Así se define Carmen Barco, de 64 años, que aterrizó en la comarca de La Mancha Alta en 1990 como secretaria-interventora de varios ayuntamientos de la zona. Entonces el panorama era muy distinto: «En Villar de Cañas había tres tiendas, la carnicería, seis bares, pequeñas industrias; había ambiente y gente joven. Aquí vivía el médico, el farmacéutico, los maestros..., en fin, la gente más cualificada. Se comenzó por agrupar a todos los municipios en el centro de salud de Villares del Saz y se prometió que siempre iba a haber dos profesionales para atender urgencias. Eso nunca ocurrió. Al principio pasaban consulta todos los días, luego cuatro días y ahora es con cita previa. Para la gente mayor cada vez es más complicado».
Tras ver un anuncio grande en todos los periódicos de mayor tirada, Carmen fue quien alertó sobre el almacén nuclear a José María Saiz, el alcalde. Conviene recordar que la idea partió del Gobierno de Zapatero. «Me acuerdo de que se lo comenté a Manuel Toharia, el famoso 'hombre del tiempo', que es amiguete, y me dijo: 'Pídelo ahora mismo José, peligro ninguno'. Hicimos un pleno extraordinario, convoqué a todos los vecinos, les pregunté si nos presentábamos al concurso y me dijeron que sí», relata Saiz desde 'La Forjadora', el taller de aperos agrícolas en el que trabaja.
«El ATC es un tren que pasa una vez en la vida. Lo vi yo y todo el pueblo. Lo que está haciendo el PSOE con nosotros, tanto la Junta como la Diputación de Cuenca, es de juzgado de guardia. A nosotros nadie nos ha comunicado que no se va a construir el ATC. El otro día salió el vicepresidente de la Junta, José Luis Martínez Guijarro, diciendo que van a poner placas solares y se van a crear 8.000 puestos de trabajo. Ojalá, pero ¿de dónde?», se pregunta.
Saiz, que ha cumplido los 57 y se ha estrenado como abuelo este año, el primer niño que ha nacido en Villar de Cañas en el último lustro, recuerda: «Cuando era pequeño había cinco clases llenas. Los vecinos se fueron yendo. Yo nunca me planteé irme. Es verdad que tenía trabajo, pero hubiera sacado cantos con los dientes de haber hecho falta. Ahora mi hija tiene 22 años y está estudiando Veterinaria, ¿qué futuro va a tener aquí?».
«Necesito que haya gente»
Ana Huélamo, de 47 años, que apareció embarazada de mellizos hace casi siete, es una de las escasas profesionales cualificadas que quedan en el municipio. «Compré la farmacia con mi marido. Tenía ganas de trabajar como titular y descubrir la experiencia de vivir en un pueblo. Antes estuve en la Puerta del Sol, ¡imagínate el cambio!. Yo ni sabía que Villar de Cañas era el pueblo del cementerio nuclear centralizado. A mí me parece una buena propuesta y creo que hay que ayudar a los pueblos pequeños con cosas así. Tengo unos niños que sacar adelante y no sé ni qué va a pasar mañana. Me gustaría seguir, pero evidentemente necesito que haya gente en el pueblo. No puedo tener la puerta abierta de la farmacia y que no entre nadie».
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