Rodrigo Pacheco-Ruiz, arqueólogo submarino: «En una expedición científica el batiscafo de OceanGate no pasaría ni el primer control»
La empresa «ha diseñado un sumergible lo más simple y básico para ahorrar en mantenimiento» explica el experto en inmersiones en aguas profundas
Se trata de un «safari del siglo XXI», descender a las profundidades se ha convertido «en la última frontera» para los millonarios dispuestos a pagar el pasaje
Rescate y búsqueda del submarino turístico 'Titan', en directo: última hora de la desaparición en el Atlántico
Madrid
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Iniciar sesión«Para ellos es la peor situación, es como si estuvieran flotando en medio de espacio, incluso peor, porque en ese caso tendríamos la posibilidad buscarlos con un telescopio y en su caso, todavía es más difícil». Quien valora la situación de los tripulantes del Titán ... es Rodrigo Pacheco-Ruiz, arqueólogo marítimo especialista en aguas profundas. Y explica: «lo remoto del área, a más 650 km de la costa más cercana, en el Atlántico Norte con un clima siempre impredecible, altos vientos, difícil navegabilidad… Si algo sale mal, sale terrible».
Este mexicano, que también es codirector del Programa de Investigación Arqueológica en Alta Mar (OAR por sus siglas en inglés) de la Universidad de Southampton, tiene entre sus logros el descubrimiento y documentación de varios pecios (algunos del siglo XV) en las profundidades del mar Negro.
«Nosotros no bajamos –explica a ABC en una conversación telefónica–, utilizamos robots manipulados desde una embarcación en superficie, a través de un cable de comunicación de fibra óptica. Hemos llegado a trabajar a 2.300 metros de profundidad». Una distancia abismal, pero que aún se queda lejos de los 3.784 metros en los que se encuentra el Titanic, el destino al que se dirigía el sumergible.
Experto en inmersiones en aguas profundas, Pacheco-Ruiz señala también las deficiencias en las medidas de seguridad que se han dado en este caso. «Nosotros utilizamos un sistema de triple redundancia (sistema 3d3). Si un sistema falla, hay otro que le sustituye, e, incluso, si este también fallara, todavía queda otro que cumple la misma función». No es el caso del Titán. Los sistemas de seguridad son únicos. Si colapsan, no hay plan B.
La razón es económica. «La cifra de 250.000 dólares [que han pagado tres de los cinco tripulantes, los otros son el piloto y un guía] es abismal, carísimo, pero si se piensa bien no es una exageración. A nosotros nos cuesta de ochenta a cien mil libras cada día de inmersión y ellos han pagado esa cantidad por toda una semana», explica Pacheco-Ruiz.
La construcción de equipos para descender a esas profundidades, dadas las altas presiones, es extremadamente cara. A ello hay que sumar los costes de mantenimiento y los salarios del conductor y acompañante. «Esa es la razón por la que han diseñado un sumergible lo más simple y básico para ahorrar en mantenimiento», añade el arqueólogo marítimo.
«Existen sistemas de triple redundancia para la seguridad, formas alternativas de escapar, elementos de comunicación en casos de emergencia… un montón de sistemas para evitar que esta situación se hubiera generado». Pero la opción que tomó OceanGate es ahorrar en todos esos sistemas de seguridad para abaratar los costes.
Además, se trata de una nave autónoma, trasportada hasta la zona por el barco nodriza, el Polar Prince, y que sirvió de umbilical, como en las expediciones coordinadas por Pacheco-Ruiz. Perdieron la señal del Titán a la hora y 45 minutos después de iniciar la inmersión «Para una operación científica, comercial o militar no se hubiera aceptado ni de broma, ni siquiera hubiera pasado el primer control», puntualiza el arqueólogo.
«No es que sea ilegal. Quienes viajan en el Titán son conscientes del alto riesgo. Ellos firman un contrato en el que eximen a la compañía de cualquier responsabilidad frente a los problemas», añade. En esas condiciones, ¿qué mueve a esta gente a pagar una elevada suma de dinero para correr esos riesgos? Para Pacheco-Ruiz, este tipo de expediciones son el «safari del siglo XXI».
«Hoy subir al Everest es relativamente sencillo, incluso para viajar al espacio hay muchas opciones, pero descender a esas profundidades es la última frontera. Quienes contratan estos viajes son billonarios, que podrán alardear de haber estado allí en sus conversaciones», explica.
“It’s almost like it sank yesterday – masts in place and hull intact. Still on the main deck is an incredibly rare find – the tender boat, used to ferry crew to and from the ship, leaning against the main mast. It’s a truly astonishing sight.” - @RPachecoRuizSea pic.twitter.com/jYCGEFaMVH
— University of Southampton (@unisouthampton) July 22, 2019
Porque lo que sí que tiene claro es que no se trata de exploración científica, como las que ellos dirigen desde la Universidad de Southampton. «Conociendo el sumergible, no hay ningún instrumental a bordo que permita registrar la salinidad, la fotometría o cualquier tipo de mediciones para entender qué sucede debajo del agua«, añade.
«Puede que haya alguien tomando notas, pero no se recolectan datos que no se conozcan ya sobre el Titanic. Uno de los tripulantes es un experto buzo francés que les explica a los turistas detalles sobre la situación del pecio. Es el equivalente a un tour pagado a una bodega o una excavación arqueológica. Es muy diferente a lo que hacemos nosotros en la exploración de sitios nuevos», concluye.
Un rescate más que complejo
Pacheco-Ruiz diferencia entre las tareas de búsqueda y las de rescate. En cuanto al primero precisa que «hay varios métodos de búsqueda de objetos debajo del mar basados en la acústica: envían una señal, que rebota y va conformando un modelo 3D», señala. «Pero serían muy lentos para una búsqueda como esta, porque se hacen desde la superficie del mar y son más imprecisos cuanto mayor es la profundidad».
Por esa razón, los esfuerzos se han centrado en captar cualquier sonido que venga de la nave. «Se están utilizando sondas y sensores de sonar de origen militar para identificar cualquier tipo de ruido», añade- Pero, hasta en eso, lo tienen complicado en el Titán. «Son motores muy pequeños, que apenas generan sonido, suponiendo que todavía funcionen. La última opción es la de los tripulantes golpeando el casco, pero éste no es de metal, sino de fibra de carbono, por lo que el sonido es mucho más apagado y difícil de localizar en un área tan abierta».
Pero, aun en el caso de que se pudiera localizar a tiempo el sumergible en el fondo del mar, la operación de rescate sería muy compleja. «Se necesitan unos barcos específicos, dotados de posicionamiento dinámico, que puedan mantener su posición de forma milimétrica, en una zona en la que no es posible anclar», explica. Se trata de unas naves que permiten mantener una posición estática en medio de un mar en constante movimiento, gracias a unos motores automatizados conectados al GPS.
A partir de ahí, sólo el descenso con un robot mecanizado -como los que suele utilizar Pacheco-Ruiz- supondría unas dos horas de trayecto. Más complejo aún sería devolver el Titán a la superficie, una operación que podría requerir el trabajo de semanas. Y eso suponiendo, que se encuentre en el fondo.
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«La señal se perdió a la hora y media de inmersión, por lo que el problema técnico se dio cuando todavía no habían llegado al fondo. Sabemos que ese fue el momento en que algo pasó», señala el arqueólogo. Si los sistemas de seguridad básicos de la nave funcionaron, debería haber soltado el lastre que le permitía sumergirse y haber vuelto a la superficie. Pero, ni siquiera en ese caso podrán sobrevivir si no son localizados, ya que la cápsula no puede ser abierta desde dentro.
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