El resurgir de la tosferina y el sarampión, las enfermedades olvidadas

Pero el incremento de la tosferina también es importante. El informe anual sobre la enfermedad, publicado recientemente por el Centro Nacional de Epidemiología, dependiente del ISCIII, revela que en la segunda mitad de 2023 murió un lactante menor de un mes por la enfermedad. El documento apunta a que el bebé no tenía condiciones de riesgo, pero su madre no se había vacunado durante el embarazo. El aumento de casos es exponencial: mientras en 2023 -cuando empezó esta subida tras la reducción de contagios que se dio durante el período del Covid-19- hubo un total de 2.560 casos notificados, en lo que va de 2024 ya se contabilizan 6.800, según el último boletín semanal sobre la enfermedad.

Así, el Centro Nacional de Epidemiología habla de «una nueva onda epidémica» de la tosferina, que además difiere del patrón estacional al que la enfermedad nos tenía acostumbrados, pues normalmente la mayor parte de los casos se daban en primavera y verano, pero el año pasado fue durante la segunda mitad del año cuando empezó a constatarse ese incremento.

Los expertos coinciden en que, pese a ser enfermedades con características diferentes, ambas son muy contagiosas y están experimentando un resurgimiento. Cada caso de sarampión, explica el epidemiólogo Joan Caylà, puede generar entre 13 y 18 más, mientras que por cada caso de tosferina se pueden dar otros 15 contagios. «Son muy transmisibles. Y nos sorprende porque venimos de unos años en los que prácticamente no había casos, y ahora vemos cómo están aumentando», dice. Además de a una bajada en el porcentaje de vacunados, asegura Caylà, esta situación se debe a que al haber estado estas enfermedades desaparecidas durante un tiempo la inmunidad natural que podía haber antes se ha ido perdiendo, lo que favorece los contagios.

«De sarampión había ya muy pocos casos y se daban sobre todo en personas que venían de fuera o que habían tenido relación con personas de fuera, es decir, casos importados. Pero ahora se está viendo que hay algún caso autóctono. Realmente se ha observado un incremento en el año pasado y en lo que llevamos de este. En la tosferina la situación es distinta, pues sí que había casos, pero se está observando un incremento importante», explica por su parte Ángela Domínguez, miembro del grupo de trabajo de vacunación de la Sociedad Española de Epidemiología.

Ambas enfermedades, prosigue Domínguez, tienen en común que son «muy contagiosas», así como «muy sensibles a que la población no esté bien vacunada». Para frenar el sarampión la inyección que se administra es la triple vírica, con una dosis de la vacuna a los 12 meses y una segunda sobre los 3 ó 4 años. También se recomiendan estas dos dosis para adultos que no hayan sido vacunados. En el caso de la tosferina, la pauta indica que los niños deben vacunarse a los 2, 4 y 11 meses. También deben vacunarse las mujeres embarazadas, preferentemente en la semana 27 ó 28 de gestación, pues esa inmunidad se transmite al bebé.

Los porcentajes de vacunación en España son altos, aunque con variaciones significativas entre comunidades autónomas. En 2022, la cobertura de inmunización con una primera dosis de la vacuna contra el sarampión fue del 97,24%, que bajaba hasta un 93,92% para la pauta completa, es decir, con la segunda dosis, según los datos del Ministerio de Sanidad. Sin embargo, algunas comunidades no alcanzaron ni el 90 por ciento en ese segundo pinchazo, como País Vasco (88,05%), La Rioja (88,10%) o Melilla (88,69%). «Para el sarampión se requieren coberturas muy altas, superiores al 95 por ciento. Y tenemos coberturas muy altas, pero no se alcanzan esos niveles, especialmente en la segunda dosis», sostiene esta epidemióloga.

En cuanto a la tosferina, el porcentaje de embarazadas vacunadas fue del 87,20 por ciento, mientras que la cobertura para esa primera dosis que se administra a los niños ya nacidos fue del 90,68%. La vacuna, sin embargo, no funciona igual que la del sarampión. «La del sarampión tiene un 95% de efectividad, es una vacuna realmente potente con la que se consigue que con dos dosis un caso de sarampión sea extremadamente infrecuente. Pero la de la tosferina es totalmente diferente, pues tiene limitaciones importantes. La protección puede durar entre 3 y 5 años y a partir de ahí baja, por lo que no podemos plantearnos ningún plan de eliminación como sí lo hay del sarampión, de manera que lo que hay que conseguir es que no haya hospitalizaciones, fallecimientos ni casos graves», explica Jaime Pérez, presidente de la Asociación Española de Vacunología.

Pérez insiste en la importancia de vacunar a las embarazadas, pues el «mayor peligro», explica, reside en los recién nacidos. «Es importante para que la madre pase los anticuerpos al niño y este ya nazca con esa protección, pues la situación más peligrosa son esos primeros meses de vida», afirma. Antes de que se comenzara a vacunar a las gestantes, apunta este vacunólogo, buena parte de las hospitalizaciones por tosferina se daban en recién nacidos que aún no tenían la edad para haber recibido la primera dosis de la inyección.

En la misma línea se pronuncia el Centro Nacional de Epidemiología, en cuyo informe alude a que «en situaciones de alta circulación de la tosferina, como la que estamos experimentando (...) la mayor prioridad en salud pública es la prevención de las hospitalizaciones y muertes en los niños menores de un año. En estas circunstancias, el beneficio de la profilaxis antibiótica en el manejo de casos y brotes puede ser limitado, por lo que es clave dirigir los esfuerzos a vigilar las coberturas de vacunación en las gestantes y en los niños en el primer año de vida». De momento, y pese a este aumento de casos, no hay cambios previstos en las pauta de vacunación más allá de insistir en la misma, explican fuentes del Ministerio de Sanidad, que aseguran que por el contrario sí se está revisando el protocolo de actuación para la tosferina.

Pero estos incrementos no se dan solo en España, es algo generalizado en Europa, lo que ayuda a su vez a explicar que haya más contagios en nuestro país. «Los virus están globalizados, las personas viajan y a partir de un caso que venga de territorios donde haya amplia circulación se pueden generar otros. En un mundo globalizado como el que vivimos las bacterias no se quedan en un territorio», dice Domínguez. «En los dos últimos años en muchos países se han acumulado niños que no se vacunaron y al tener un número más alto de no vacunados contra enfermedades tan transmisibles es normal que haya más brotes», concluye el presidente de los vacunólogos.