El renacer de Campillo de Ranas gracias a las bodas LGTBI
En 2005 el alcalde, Francisco Maroto, dio un paso al frente y dijo: «Yo sí caso a homosexuales». Desde entonces, el pueblo ha creado una pequeña industria nupcial. Con apenas 100 habitantes censados cuenta con cinco restaurantes y una veintena de casas rurales
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Hace casi veinte años, Francisco Maroto alzó la voz para decir: «Yo soy alcalde y sí voy a casar a parejas del mismo sexo«. Fue un acto militante para acabar con las reticencias iniciales de algunos ediles tras la aprobación de la ley del ... matrimonio homosexual en 2005. Campillo de Ranas se convirtió así en el más colorido de los pueblos negros de Guadalajara. Lo que no se esperaban es que este llamamiento crease una pequeña industria nupcial que ha puesto en el mapa a este pequeño enclave con 109 habitantes censados. «Antes de empezar con el tema de las bodas apenas teníamos una casa rural y un bar, hoy hay cinco restaurantes y 19 alojamientos«, presume Maroto, un alcalde todoterreno, que ya ni lleva la cuenta de los 'sí, quiero' que ha presenciado.
Desde 2005, más de 60.000 parejas de hombres y mujeres homosexuales han contraído matrimonio en toda España. Mientras los heterosexuales son cada vez más reticentes a pasar por el altar, los enlaces de gays y lesbianas crecen. «Ahora, las bodas entre personas del mismo sexo están generalizadas, normalizadas, pero entonces Paco fue un pionero. Su gesto era sinónimo de integración, de bienvenida, aunque estuvieran en un remoto pueblo de la sierra. Y lo más interesante es que paralelamente creó una estrategia de desarrollo rural que incluía todo tipo de bodas. Hasta inspiradas en 'El señor de los anillos', plantea Andrés Rubio, director del documental 'Campillo, sí quiero' (2007). «Mientras otros pueblos se vacían, allí esta estrategia funcionó. Empezó a venir cada vez más gente e incluso reabrieron el colegio», añade.
La historia del «pueblo español de las bodas arcoíris«, según lo apodó 'The New York Times' dio la vuelta al mundo. Rubio todavía recuerda la presentación del documental en un festival de Londres, cuando el público se puso en pie para ovacionar al alcalde al grito de: »¡Qué grande eres!«. No hay que olvidar que España fue, entonces, el cuarto país del mundo en reconocer este derecho. »Salimos en toda la prensa internacional y comenzaron a venir parejas incluso del extranjero: Argentina, Islandia... He casado ya varias bodas de gente que venía de celebraciones anteriores o incluso que me vieron por televisión y prometieron que, si se casaban, lo harían aquí, como un acto reivindicativo«, cuenta al regidor local. Aunque las bodas gays –el 25 por ciento en esos primero años–, dieron el primer impulso nupcial al pueblo, explica Maroto, hoy la situación es de plena normalidad y los enlaces entre parejas del mismo sexo apenas suponen un 10 por ciento del total. «Esas primeras bodas eran una mezcla de activismo y reivindicación: iba gente muy variopinta, eran muy emocionantes, con muy buena atmósfera, se recitaba poesía, se cantaba, se bailaba... Todo era muy emotivo», señala el cineasta.
Iniciativa privada
Pero no se puede vivir siempre de ese primer impulso, recuerda Maroto. El éxito de Campillo de Ranas es también el empeño de los emprendedores que logran que, cada fin de semana, este pequeño municipio duplique su población, como mínimo. Porque entre semana, el municipio es un sitio extremadamente tranquilo, donde apenas viven unas 60 personas. «De poco sirve llegar a un sitio maravilloso como este si no tienes infraestructuras, restaurantes, alojamientos, conectividad...», apunta Maroto, un alcalde apicultor, que en 1984 cambió Madrid por esta minúscula localidad a los pies de la sierra de Ayllón. Y ahí, fue clave la iniciativa privada.

Hace poco más de veinte años, Salvador Reig decidió cambiar el rumbo del restaurante familiar. Hasta entonces, dependían del turismo de fin de semana y, sobre todo, del tiempo. Una primavera lluviosa les estropeaba la temporada. Así que decidieron, a partir de entonces, que Aldea Tejera Negra se especializaría en la organización de bodas, ingresos más estables. «Ahora la mayoría son enlaces civiles y entre heterosexuales, pero yo personalmente agradezco las homosexuales, que nos dieron ese primer impulso. Son muy coloridas, me gustan», cuenta el cofundador de este negocio, que de cara al futuro quiere celebrar enlaces más pequeños y apostar por la sostenibilidad. «Ahora que se habla tanto de la España vacía, aquí tenemos hemos logrado crear una iniciativa privada que genera empleo y actividad en toda la zona», añade.
Diversidad y tolerancia
Porque en Campillo de Ranas, más allá del empeño de su alcalde, las bodas homosexuales siempre tuvieron muy buena acogida entre los vecinos. «En el valle había muchos agricultores y trashumantes, por lo que los varones se pasaban meses en otras zonas con los rebaños y el valle se quedaba al mando de las mujeres. Yo creo que así se desarrolló esa tolerancia. Luego, además, se produjo una emigración masiva a la ciudad y la zona se quedó vacía. Sin embargo, al estar apenas a hora y media de Madrid, Campillo de Ranas se convirtió en un imán para los alternativos y la gente que buscaba sitios más o menos despoblados para rehacer su vida. Es un poco lo que pasó a los neorrurales, como el alcalde«, plantea Rubio.
Quizás el mundo rural sea algo más hostil para las personas LGTBI. Pero, desde luego, Campillo de Ranas no.
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