Las razones por las que el Papa Francisco pasará a la Historia
Su pontificado ha sido, ante todo, una declaración de misericordia
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El Papa Francisco lavando los pies a los presos en la cárcel de Regina Coeli en la Semana Santa de 2018
Francisco dejó una marca que no se borra, tanto en la Iglesia como en el mundo. Hay figuras que no necesitan hacer ruido para marcar una época. Jorge Mario Bergoglio, el Papa venido «del fin del mundo», lo hizo con gestos sencillos ... y palabras claras, que calaron más hondo que muchos discursos. Desde el primer momento, Francisco rompió esquemas. No quiso tronos, ni títulos grandilocuentes, ni los viejos símbolos del poder vaticano. Eligió, en cambio, andar entre la gente, mirar a los ojos, hablar como uno más. Y eso, en una institución como la Iglesia católica, fue casi revolucionario.
No pasará a la Historia por haber reformado grandes tratados doctrinales -aunque también lo intentó-, sino por haber hecho del papado algo más cercano, más humano. En tiempos de cinismo y desconfianza, Francisco se mostró frágil cuando lo fue, y firme cuando tocaba. Su pontificado ha sido, ante todo, una declaración de misericordia. Esa palabra que repitió como un latido constante durante más de una década fue mucho más que un lema: fue la brújula de su acción.
No le dio miedo mostrarse como era, con sus debilidades. Lo vimos con claridad cuando apareció en silla de ruedas, con el poncho de los campesinos argentinos. No estaba solo mostrando su fragilidad, sino enviando un mensaje claro y profundo sobre la humildad, la cercanía y el compromiso con los más desfavorecidos. Ese gesto, que algunos podrían haber visto como trivial, hablaba en realidad de todo su pontificado. Allí estaba el hombre que no quería parecer un jefe de Estado, sino un discípulo de Cristo, un pastor entre los suyos, consciente de sus límites, pero decidido a seguir adelante. Con él, el papado bajó del palacio a la calle.
Estas son algunas razones por las que Francisco pasará a la Historia:
1. El lenguaje que llegó al corazón
Desde el primer día, Francisco abandonó el estilo frío y ceremonial que había caracterizado a muchos de sus predecesores. Cuando pidió a los sacerdotes que fueran «pastores con olor a oveja», no solo cambió el tono, sino el fondo. Quería curas que vivieran con su gente, que no se encerraran en sacristías. Uno de sus gestos más potentes fue su visita a Lampedusa tras el naufragio de cientos de migrantes. Allí, sin leer discursos, lanzó una pregunta al mundo: «¿Dónde está tu hermano?». Fue un grito que desnudó la indiferencia global con una frase sencilla.
2. Cercano a los últimos
Desde el principio, Francisco mostró que no quería una Iglesia cómoda, sino una Iglesia pobre para los pobres. Rechazó el lujoso apartamento pontificio y se instaló en la modesta Casa Santa Marta. Visitó cárceles, hospitales, campos de refugiados. En la favela de Varginha, en Río, dijo que le habría gustado tocar cada puerta y tomar café con cada familia. No era solo una frase amable: era la expresión de un deseo real de estar cerca de quienes raramente tienen voz en el mundo.
El Papa, durante su visita a la favela de Varginha, en Río
3. Sin miedo a los poderosos
Francisco no buscó el aplauso de las élites. Rechazó asistir a un concierto organizado en su honor diciendo: «No soy un príncipe renacentista». Denunció la corrupción sin rodeos: «La corrupción apesta». Su crítica constante al consumismo, al descarte de los débiles y a los privilegios de algunos sectores eclesiales le valió tanto adhesiones como resistencias. Pero nunca retrocedió: supo que la justicia social también pasa por la incomodidad.
4. Un Papa del diálogo
Su apertura al diálogo fue una constante. No solo en el plano interreligioso, sino también con el mundo laico. Su célebre frase «¿Quién soy yo para juzgar a un homosexual que busca a Dios?» cambió el tono de la Iglesia hacia las minorías. Estableció una relación epistolar con Eugenio Scalfari, el fundador de 'La Repubblica', ateo declarado, y conversó con agnósticos y no creyentes sin afán de convertir, sino de comprender. Francisco entendió que el verdadero diálogo no impone: escucha.
5. Comunicación del siglo XXI
El Papa, solo bajo la lluvia en la plaza de San Pedro para la bendición del Urbi et Orbi durante la pandemia
6. Compromiso global
Francisco vinculó la lucha por el medio ambiente con la justicia social. Su encíclica 'Laudato si' alertó sobre el impacto del cambio climático en los más pobres. Defendió a los migrantes, denunció la guerra en Ucrania y pidió un mundo más justo y solidario. Su liderazgo moral resonó más allá de las fronteras religiosas.
El teólogo laico Vito Mancuso lo resumió así: «El mensaje que llevó al mundo fue, en mi opinión, el de la misericordia», concepto que Francisco convirtió en el eje de todo su pontificado.
7. Una sensibilidad hacia la cultura de hoy
El cardenal Gianfranco Ravasi, presidente emérito del Consejo Pontificio de la Cultura, lo expresó con claridad: Francisco tuvo una sensibilidad instintiva hacia la cultura contemporánea. Supo leer su tiempo y hablar el lenguaje del presente. Aldo Cazzullo, en Corriere della Sera, lo sintetizó: «Bergoglio estaba dentro del espíritu del tiempo, la revuelta contra el sistema, las élites, el establishment. Una revuelta que puede derivar en populismo, pero él eligió otro camino. Uno opuesto al de Trump, que representa lo que más detestaba: la arrogancia del poder, la violencia del lenguaje, el desprecio hacia los humildes».
Aunque no se produjeron cambios doctrinales sustanciales respecto al papel de la mujer, su constante llamado a una Iglesia más inclusiva y a valorar la dignidad de cada persona abrió debates y generó nuevas reflexiones.
8. Un legado personal, no ideológico
A Francisco se le colgaron muchas etiquetas: populista, peronista, incluso comunista. Él mismo las rechazó con ironía: «Es como decir que este es un insecto socialdemócrata». Su legado no fue político, sino profundamente evangélico. Lavó los pies de presos, abrazó a enfermos, visitó a los sin techo. Hizo de sus gestos una forma de predicación. No quiso representar una ideología, sino una forma de estar en el mundo: con los que sufren.
Ahora que se abre el tiempo del cónclave, muchos se preguntan si la Iglesia continuará por el camino abierto por Francisco o volverá a modelos más conservadores. Pero más allá de lo que venga, quedará la huella de este Pontífice que bajó del trono, caminó entre la gente y habló su idioma. Su papado no fue un mandato institucional, sino una revolución del alma. Fue el Papa que prefirió parecerse a Jesús antes que a un jefe de Estado. Y por eso, su nombre -Francisco- no solo quedará grabado en la historia, sino también en el corazón de una época que supo reconocer su humanidad.