Profármacos: el caballo de Troya de las nuevas drogas de abuso
Medicamentos legales se convierten en sustancias ilícitas dentro del cuerpo cuando se metabolizan
Laboratorios clandestinos y traficantes han encontrado una vía segura para eludir la detección policial
Un fármaco aspira a convertirse en el primer tratamiento contra la adicción al cannabis
Enia Gómez
Álvaro intenta reflejar lo que experimenta cuando se introduce uno de esos pequeños cartoncillos grisáceos de LSD en la boca. Se mueve con lentitud, sin mostrar signo alguno de ligereza, pero afirma sentir así la levedad. Asegura a este diario conocer la apariencia física ... de la música y el timbre de voz de toda la gama cromática. «Son delgadas líneas púrpuras y doradas invadiendo mi habitación, incrustándose en mi piel mientras forman figuras geométricas y crean paisajes al puro estilo Van Gogh».
De todas las drogas que este joven de 26 años dice haber probado, cree que el LSD es con la que más disfruta: «Además es fácil de conseguir». Con esto último se refiere a que lo que toma realmente es 1P-LSD (1-propanoyl-LSD), un profármaco de lisergamida —ácido lisérgico— con una estructura molecular similar al LSD original.
Los profármacos son medicamentos inactivos que al ingerirlos se transforman —por acción de las enzimas del estómago o el propio hígado, que lo metaboliza— en su forma activa, liberando el fármaco original. En este caso, expulsa el propanol, quedando sólo el LSD. A pesar de que este alucinógeno se encuentre en la lista de sustancias psicotrópicas sometidas a fiscalización internacional, son muchos los estupefacientes análogos a esta droga que han ido surgiendo a lo largo de los años, como el 1B-LSD, ALD-52 y el 1cP-LSD.
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Hay que diferenciar las prodrogas de los medicamentos farmacológicos. No todos los profármacos tienen un precursor adictivo. En un contexto terapéutico, se podría hablar, por ejemplo, de la fosfenitoína, un profármaco de la fenitoína que se utiliza como antiepiléptico. Pero se están utilizando estos medicamentos como algo más. Bien podría decirse que actúan como un caballo de Troya, al penetrar en el cuerpo como algo que no es.
Así pues, existen laboratorios clandestinos encargados de elaborar, a partir de estos compuesto químicos, sustancias adictivas. Y traficantes que han visto una oportunidad de negocio, dada la ausencia de normativas en lo que respecta a su comercialización. Los expertos coinciden en que, aunque es algo que comenzó a observarse en la década de los 60, es ahora cuando está moda.
Yacen en un limbo legal
«Es un tipo de droga que se encuentra fuera de la cobertura legal, en el limbo», explica Rafael Maldonado, catedrático de farmacología. Estos precursores generan un grave problema y suponen todo un desafío, ya que es «casi imposible» regularlos, por lo que evade toda detección policial, que necesitan equipos avanzados capaces de desvestir a estos fármacos, así como nuevos métodos de fiscalización.
«Es un trabajo muy duro que hace el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías. Es una labor continua de identificar sustancias, ver cuáles están presentes en esos momentos y darles el marco legal correspondiente. Es muy fácil modificar químicamente estos medicamentos y que tengan la misma actividad que una droga de abuso».
Es a través de análisis químicos y fluidos biológicos en laboratorios toxicológicos donde se pueden identificar todos los componentes que llevan consigo estas alteraciones. Pero cuando esto ocurre, otra variante nueva sale al mercado: «Realizas una pequeña modificación en los acetilos y obtienes otra sustancia que hay que legislar nuevamente. Es la pescadilla que se muerde la cola», aclara el catedrático.
En junio de 2022, por ejemplo, Alemania prohibió el 1V-LSD —el cual tiene un carbono adicional del 1cP-LSD, anteriormente prohibido— . El país lo incluyó en la lista de sustancias controladas por la Ley de Sustancias Psicoactivas de 2016, que nació de un intento por combatir la propagación de estos fármacos y productos químicos de investigación.
«Realizas una pequeña modificación y obtienes otra sustancia que hay que legislar de nuevo. Es la pescadilla que se muerde la cola»
Rafael Maldonado
Catedrático de farmacología
No obstante, para octubre ya había salido al mercado negro un nuevo profármaco de LSD: 1D-LSD. Así lo anunciaba Chemical Collective, una empresa proveedora de estas sustancias, en su página web. En ella, puede observarse una gran cantidad de drogas de abuso: triptaminas, disociativos y fenetilaminas, entre otras. Un par de cartoncillos de este 1D-LSD cuesta 29 euros. También existe la opción de la compra al por mayor, donde 250 cartones cuestan en torno a 1.500 euros. «Yo he llegado a comprar 25 cartones —unos 200 euros— y me encargaba de venderlos entre mis amigos o cuando salía de fiesta. Ofrecía un cartón por 20 o 25 euros y ganaba casi 600», comenta el joven.
Por su farmacocinética
Muchos profármacos, debido a su farmacocinética, no pueden conservarse en su forma activa, por lo que es mejor producirlos y encapsularlos de manera inactiva —que no es más que su compuesto químico— para su posterior administración. Estos mejoran la penetración del fármaco, explica Elena Martín, investigadora senior del laboratorio de Neurofarmacología de la Universidad Pompeu Fabra.
Ahora, muchos de ellos pertenecen a las denominadas Nuevas Sustancias Psicoactivas (NSP) que, según el Sistema de Alerta Temprana de la Unión Europea, son «aquellas sustancias en forma pura o de preparado que no estén incluidas en la Convención Única de las Naciones Unidas sobre Estupefacientes de 1961». Algunas, incluso, pueden ser letales. Además, están elaboradas con componentes muy accesibles.
Los profármacos más consumidos
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1P-LSD: Es un profármaco del LSD. Se notificó por primera vez en 2015 y no está incluida en los tratados de fiscalización, por lo que su venta a través de Internet es legal
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GBL: Es un profármaco del GHB. Se trata de la segunda prodroga más incautada en la Unión Europea, por detrás del cannabis. Puede ser letal si se calculan mal las dosis
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THC-O: Se trata de un profármaco del THC. Es tres veces más fuerte que el original. Los cannabinoides sintéticos es uno de los mayores problemas a nivel internacional
El mayor ejemplo es el GBL (gamma-butirolactona), un profármaco del GHB (ácido gamma-hidroxibutírico), este último fiscalizado en España desde 2002. «Es fácil extraer butirolactona de los productos de limpieza o de los disolventes industriales. Los puedes obtener en cualquier droguería o de forma online y convertirlo en éxtasis líquido», expresa Maldonado.
Este profármaco, a parte de ser un precursor químico del GHB, es también un éster cíclico. Cuando se fiscaliza una sustancia, lo normal es que se prohiban también sus sales, ésteres y éteres. Sin embargo, en 2006 se modificó uno de los apartados de la Orden SCO/469/2002 y estos fueron excluidos por su «uso generalizado en la industria química y carecer de utilidad terapéutica demostrada en estudios científicos». Es decir, al ilegalizarlos, podría entorpecer algunas investigaciones.
Tampoco están considerados sustancias psicotrópicas en el resto de los países de la UE ni sometidos a fiscalización internacional. Sin embargo, el GBL es una de las drogas de abuso más letales. Se debe administrar la dosis exacta. Un miligramo de más puede conducir al coma y, en ocasiones, a la muerte. Sin embargo, es de las sustancias más utilizadas, sobre todo en prácticas de 'chemsex' -acción de consumir drogas para intensificar la actividad sexual-.
«Es fácil extraer butirolactona de los productos de limpieza y crear éxtasis líquido»
Rafael Maldonado
Catedrático de farmacología
Álvaro asegura que nunca ha probado el GBL, pero que tiene conocidos que lo han consumido y a los que «casi le da un chungo». «Es cierto que al ser legal, piensas: '¿pero esto cómo va a matarme?'», expresa. En 2021, el 24 por ciento —lo que correspondía a 2.064 kilos— de las llamadas nuevas sustancias incautada en la UE era GBL. Es la segunda sustancia más utilizada por detrás del cannabis sintético, según el Observatorio Europeo de las Drogas.
Martín cuenta que del grupo cannabinoide también existe un profármaco, el THC-O, tres veces más letal que el THC. «Este se sintetiza también de forma artificial. Se obtiene más fácil y es más potente que el THC original. Y es legal», explica. Otros ejemplos de profármacos utilizados como drogas de abuso es la codeína, precursor de la morfina. También la fenetilina o la selegilina. La lisdexanfetamina, compuesto por anfetamina y aminoácido, que sirve para tratar el trastorno por déficit de atención. Al ingerirlo, las enzimas eliminan el aminoácido. «Las personas adictas hacen un mal uso de este profármaco y manipulan sus compuestos para obtener una dosis más alta de anfetamina que la dosis terapéutica», aclara.
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