El proceso de embalsamamiento que pidió el Papa Francisco para ser mostrado en público tras su muerte
Igual que pidió simplificar los ritos tras su muerte, Francisco expresó su deseo de un proceso de embalsamamiento sencillo y que su cuerpo no fuese excesivamente maquillado
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Kevin Farrell, cardenal camarlengo, presidirá a última hora de la tarde de este viernes la ceremonia de clausura del ataúd del Papa Francisco. Un rito que pondrá punto final al incesante desfile de fieles ante el cuerpo del último pontífice antes del funeral y su posterior entierro en la basílica de Santa María la Mayor. Hasta ese momento, aproximadamente 150.000 personas habrán hecho cola para presentar sus respetos a Jorge Mario Bergoglio desde que el miércoles se abrió su capilla ardiente.
Antes de cerrar el ataúd, que por expreso deseo de Francisco será único, en lugar de los tres en los que fueron enterrados otros Papas, de madera y con interior de zinc, se realizarán varios ritos ceremoniales como extender un velo de seda blanca sobre el rostro del difunto, rociarlo con agua bendita o depositar una bolsa con monedas acuñadas durante su pontificado.
Al igual que la elección de una capilla lateral de Santa María la Mayor para que reposasen sus restos o la simplificación de los ritos, deseos expresos de Francisco, el Papa 266 de la Iglesia católica también dejó establecido que a su muerte el proceso de embalsamamiento de su cuerpo fuese lo más simple posible, descartando que lo maquillaran porque, dicen, quería mostrar la muerte como era.
La cuestión es delicada, porque el entierro del máximo representante de la Iglesia en la tierra no es un entierro común, y su cuerpo es expuesto de forma pública durante varios días para que los fieles puedan despedirse. Para la historia quedó el caso de otro Pontífice que no quiso ser embalsamado, Eugenio Pacelli, más conocido como Pío XII. Su velatorio y su funeral acabaron siendo un desastre por culpa de un proceso de conservación alternativo que no funcionó de la forma esperada.
El desastre de Pío XII
Cuando Pío XXII murió en 1958, su médico personal, Riccardo Galeazzi-Lisi, empleó una técnica alternativa que denominó ósmosis aromática. No requería la extracción de órganos, tampoco refrigeración, solo una mezcla de aceites, hierbas y celofán. Sin embargo, lo que debía ralentizar la descomposición la aceleró y el pecho del pontífice acabó reventando por los gases acumulados en el cuerpo. Hubo que cubrir el rostro con una máscara de cera, elevar el féretro para que los fieles no se acercaran demasiado y las ceremonias se recortaron.
Aquel bochorno provocó que el Vaticano revisase sus protocolos. En la actualidad, para que durante ese trance la imagen del Papa no se deteriore y sea digna ante los ojos de los cientos de miles de personas que se acercan a la capilla ardiente en la basílica de San Pedro de Vaticano, sus restos son sometidos a una técnica de conservación que se denomina tanatopraxia.
Esta consiste en una evolución del embalsamamiento, de carácter más temporal y cuyas principales diferencias radican en el empleo de productos más respetuosos con el cuerpo humano de cara a ese objetivo final de mantener una apariencia serena del difunto.
Embalsamamiento temporal
El proceso de la tanatopraxia, que responde a rigurosos protocolos y normativas italianas y vaticanas y que ya fue empleado con los dos pontífices anteriores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, comienza con el lavado y desinfección del cuerpo, que incluye el afeitado del vello facial, y que persigue la eliminación completa de bacterias.
Acto seguido se extrae la sangre del cuerpo, de forma que se consigue ralentizar la descomposición, y se inyecta una solución para ayudar a preservar los tejidos compuesta por colorantes, alcohol, agua y formaldehído o metanal. Este es un compuesto químico en forma de gas, que diluido en agua se conoce con el nombre de formol.
El uso de esta técnica menos invasiva, combinada con el deseo de Francisco de no ser excesivamente maquillado, ha provocado que en su cadáver se hayan podido observar llamativos hematomas, pero en cualquier caso sin perder su aspecto sereno y digno ante millones de miradas que observan desde todos los rincones del mundo.
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