«No pido limosna sino que las personas me miren y me tengan en cuenta»
Mimmo es uno de los «sintecho» que escribe en el nuevo periódico del Vaticano que refleja la realidad de los que viven en la calle
«A la gente le asustan los borrachos y los que hablan solos. El problema es quedarse ahí y no ver la historia que hay detrás», afirma el redactor
Corresponsal en el Vaticano
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Iniciar sesiónDesde hace diez años, Mimmo duerme por la calle, pero no se considera un «sintecho» ni un mendigo, sino un «caminante». Trabajaba como electricista en una empresa de la periferia de Milán, y decidió «abandonarlo todo para no abandonarse, para vivir plenamente la vida». ... La última sorpresa de su vida ha sido entrar a formar parte del nuevo periódico del Vaticano, 'L'Osservatore di strada', ['El observador de la calle'] una criatura del 'L'Osservatore Romano' que da voz a quienes nadie escucha.
Detrás del proyecto editorial está el hasta hace pocos meses redactor jefe del periódico oficial de la Santa Sede, Piero di Domenicantonio. Desde que se jubiló, se dedica en cuerpo y alma a este proyecto. «¡Cuántas lecciones de humanidad, sentido común y gratitud se reciben cuando se mira a estas personas a los ojos!», promete a sus lectores.
Su redacción son las calles de la Ciudad Eterna, sobre todo, las estaciones de tren y de metro, los comedores sociales, los pasadizos subterráneos y los escalones de la Columnata de Bernini. Un observatorio privilegiado de «otra actualidad», la de las historias de quienes allí viven y duermen, mendigando limosnas, pero sobre todo humanidad.
«Lo peor de dormir por las calles en Roma es que hay demasiada luz y no ves las estrellas, como máximo la Osa Mayor», desdramatiza Mimmo, que ha firmado el artículo principal del primer número del nuevo periódico. Hablamos en un andén. Confiesa que es «un romántico», que le gusta mirar el mar agitado o sereno, y que «lo peor de vivir en la calle no es cuando te roban la manta o la mochila, sino que, si te quedas demasiado tiempo en un sitio, la gente de la zona se enfada».
Para explicar por qué se sumó al proyecto periodístico, cuenta que llegó a Roma «muy sucio, tras un mes y medio sin lavarme, para ver si la gente me ayudaba o no». Dice que una tarde se le acercaron varios chicos y chicas. «Empezamos a hablar y fue una conversación profunda. Al final, una me dijo, ¿te puedo dar un abrazo? No les importó que yo estuviera sucio, porque nos habíamos conocido. Por eso es importante el periódico, para que nos conozcan», concluye Mimmo.
Mientras diseña su próximo artículo sobre el sentido de las vacaciones, insiste en que «no me interesan quienes viven por la calle, sino quienes viven en sus casas». «Quien vive por la calle tiene problemas como qué comer o dónde dormir, y los afronta. Me preocupa más la indiferencia del resto», asegura.
Dormir en la calle, bajo el frío
Sentado en un banco del andén de la estación de tren «San Pietro», cerca del Vaticano, describe que «a la gente le asustan los borrachos, los que hablan solos, los que gritan». «El problema es quedarse ahí y no ver lo que hay detrás de eso. Por eso escribo en este periódico», repite convencido.
Confiesa que «cuando duermes por la calle bajo el frío, después de dos horas te despiertas y necesitas caminar para calentarte. Mi problema es que soy muy curioso y me acerco a ver las casas, pues me gusta estudiar cómo están construidas. Eso asusta mucho a la gente, porque creen que los estoy vigilando para robar y llaman a la policía».
Dice que el nuevo periódico vaticano mostrará «la situación de personas con dificultades. Casi siempre, quien vive en la calle ha sido engañado por alguien: ha perdido el trabajo, le han quitado la casa, tiene problemas familiares… y no saben cómo afrontar ese drama. Hay otros con problemas de alcohol y adicciones». El periódico acercará estas historias a través de poesías, artículos, dibujos, diálogos entre una persona sin techo y un famoso, o palabras del Papa.
Mientras hojea las páginas del primer número del «L'Osservatore di Strada», Mimmo repite que «todo el mundo tiene dificultades. Es justo que se valore la persona por lo que tiene dentro, no por el aspecto exterior. Lo que nos separa es el miedo y la desconfianza. Por ejemplo, no soporto que cuando saludo por la calle, no me miren y no me respondan ni con una sonrisa».
«Ayer pasó una señora, le dije 'Buenos días' y no me respondió. Luego, se detuvo, volvió sobre sus pasos y me dio un euro. Le dije: 'Señora, que no le he dado los bueno días para pedir dinero'. No quiero nada a cambio del saludo. Sólo que me consideren, que me miren».
Fuera de las grandes ciudades ha encontrado más altruismo. «Un día se acercó otra mujer. '¿Te puedo dar algo?'-, me preguntó. Y antes de que respondiera me dio 40 euros. Luego me dijo, 'Si quieres, tengo un lugar en el que puedes dormir y lavarte'. Era una mujer, médico, divorciada, la recuerdo muy bien».
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«También, ahora que tengo la pierna rota hay mucha más gente amable conmigo. Cuando entro en un autobús, me ayudan a subir y me dejan un sitio», asegura.
«Hace un año que no hablo con mi familia. Les echo mucho de menos. No entendieron mi decisión. Les molestó que abandonase todo. No tengo casa. Podría regresar a la de mis padres, pero no sé cómo se lo tomarían. Mis hermanos seguramente se lo tomarían fatal», cuenta resignado.
Además de trabajar (gratis) en el nuevo periódico del Vaticano, de vez en cuando acepta encargos como albañil o electricista. «Pero cuando me pagan 50 euros, me digo, ¿y ahora qué hago con este dinero? Suelo regalarlo: invito a uno a tabaco, me tomo una cerveza con otro, doy 10 euros a uno que lo necesita…».
«La desconfianza y el miedo nos dividen; el conocimiento y el aprecio nos unen»
Mimmo
Redactor del periódico vaticano para los sintecho
Antes de despedirse, carga de nuevo con la mochila de 25 kilos en la que lleva todo lo que tiene. «Un voluntario me preguntó, ¿de dónde sacas la fuerza para llevar esta mochila tan grande? Creo que del corazón. Pienso que todos tenemos corazón, pero muchos lo tienen cerrado por dificultades o porque no consiguen abrirse. A ver si con el periódico les ayudamos a que puedan volver a emocionarse con las cosas pequeñas», dice mientras se marcha, cojeando. «La idea es esta: La desconfianza y el miedo nos dividen; el conocimiento y el aprecio nos unen», musita.
Cada domingo, personas sin techo distribuyen en la plaza de San Pedro el «L'Osservatore di Strada». La publicación no tiene precio fijo. Con lo que recaudan, comen ese día caliente. No se trata sólo de comprarlo, sino de mirarlo. «La cercanía y la sonrisa son tan importantes como una manta en invierno», recuerda su coordinador Piero di Domenicantonio.
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