Peregrinos en el Vaticano: «Era el peor momento de mi vida, y un cruce de miradas con Benedicto XVI me cambió la vida»

La reina Sofía presidirá la delegación española para el funeral del Papa emérito

Peregrinos acuden a despedirse de Benedicto XVI Efe | atlas

La reina Sofía presidirá la delegación oficial española para los funerales de Benedicto XVI del próximo jueves. Aunque no se trata de un funeral de Estado, ya han anunciado que también asistirán a la ceremonia los reyes de Bélgica y el presidente ... de Polonia. La madre del rey estará acompañada por el ministro de la presidencia Félix Bolaños, como responsable de las relaciones con la Iglesia, y la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá.

En las próximas horas el Vaticano dará a conocer detalles de la inédita ceremonia de este jueves en la plaza de San Pedro en la que por primera vez un Papa celebrará el funeral y el entierro de otro Papa. Por ahora, sólo han avisado de que no será necesaria invitación y podrá asistir todo el que lo desee.

En Roma ha sorprendido la afluencia de peregrinos en el primer día en el que se ha abierto la capilla ardiente del Papa emérito. La prefectura de la Ciudad Eterna calculaba que llegarían unas 35 mil personas, pero a las siete de la tarde, cuando se cerraron las puertas, ya habían entrado 65 mil.

Aunque la gran afluencia se debe en parte a la presencia de turistas en Roma en estas fechas, no cabe duda de que muchos han hecho las maletas para dar personalmente un último adiós al Papa emérito.

«Me impactó mucho»

Uno de ellos era el madrileño Jesús, de 32 años que conoció a Benedicto XVI durante la JMJ de Madrid, en agosto de 2011. «En una misa me dio la comunión. Era el peor momento de mi vida, y ese cruce de miradas me cambió la vida», aseguraba este lunes en Roma. «Cuando lo miré vi una persona que había desgastado su vida entregándose a los demás, y eso me impactó mucho», cuenta a ABC. Decidió tomar un avión a Italia a primera hora del lunes y aunque no podrá quedarse al funeral, está convencido de que valió la pena.

La capilla ardiente estará abierta hasta última hora del miércoles, y hasta ese momento podría decirse que la basílica de San Pedro se transforma en la basílica de Benedicto XVI.

Cuando minutos después de las nueve de la mañana se abrieron de par en par las puertas de la basílica, una religiosa asiática que llevaba esperando en la plaza desde poco después de las seis de la mañana se convirtió en la primera peregrina que rezaba ante el catafalco de Benedicto XVI.

En ese momento, allí rezaban conmovidos en primera fila Georg Gänswein y seis colaboradoras directas del Papa emérito -las cuatro laicas consagradas de Comunión y Liberación que atendieron su casa estos años, y dos religiosas que se ocuparon de su secretaría-. En segunda fila estaban el médico de Benedicto XVI, Patrizio Polisca, uno de los enfermeros del Papa emérito, y otros sanitarios que lo han atendido estos últimos meses.

Luego se pusieron en una discreta zona lateral para saludar personalmente a los peregrinos que lo desearon.

Honores de Papa

Benedicto está recibiendo honores de Papa en su capilla ardiente, pues junto a sus restos hay dos guardias suizos en posición de firmes. Se trata de un cuerpo militar reservado exclusivamente a los pontífices. De hecho, cuando el 28 de febrero de 2013 entró en vigor a las 8 de la tarde la renuncia a la sede de Pedro, lo primero que ocurrió fue que los suizos cedieron la vigilancia de la casa de Benedicto a la gendarmería vaticana.

El Papa emérito sigue llevando la sotana blanca y una casulla roja, pues es el color de luto de los pontífices. A diferencia de sus predecesores, no lleva el palio sobre los hombros, ni tiene a su lado la cruz pastoral, pues representan la potestad de gobierno a la que renunció.

Sus restos fueron trasladados directamente desde el exmonasterio en el que residía hasta la basílica de San Pedro. El cortejo casi familiar partió a las 7 de la mañana y mientras amanecía recorrió los Jardines Vaticanos. El Papa emérito fue trasladado en coche fúnebre, y un puñado de colaboradores lo acompañaron a pie en silencio.

Con gran discreción, tal y como Benedicto vivió sus últimos años, quince minutos más tarde llegaron a una entrada lateral de la basílica, la «Porta della Preghiera», la «Puerta de la Oración».

Allí lo recibieron quince «sediarios pontificios», cuerpo protocolario del Vaticano presente en las visitas de Estado y que en el pasado se ocupaba de llevar la silla gestatoria. Por turnos, lo trasladaron formando una pequeña procesión.

Benedicto entró en el templo pasando justo bajo el gran monumento fúnebre que Bernini realizó para Alejandro VII, en el que esculpió a la muerte que se asoma bajo un manto de jade. El esqueleto de mármol muestra un reloj de arena al entonces papa para avisarle de había llegado su hora.

En el interior lo recibió el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica. Y mientras el coro entonaba la letanía de los santos y repetía «Ora pro eo», «Ruega por él», los restos fueron llevados ante el baldaquino que señala el lugar exacto donde está el sepulcro del primer apóstol.

Esperas

Los peregrinos están haciendo entre una y dos horas de fila para llegar a este lugar. Se acercan en silencio, sin lágrimas. Unos vienen por curiosidad. Otros, para darle las gracias, confiarle una intención de oración, o decirle adiós. Se mueven con respeto. A veces se escucha de fondo un rosario improvisado o una misa en alguna de las capillas. Las coronas de flores se quedan en la sacristía, pero uno de los peregrinos dejó una rosa en la barrera.

Cuando están cerca de los restos, después de haber recorrido la nave central, muchos alzan los móviles para enviar una foto a sus conocidos. «Avanti, avanti», «Adelante, delante»… La policía vaticana no permite que nadie se detenga casi ni para santiguarse. En total pasan menos de veinte segundos cerca de los restos del Papa emérito.

«Gracias, porque fue un regalo para la Iglesia, por su testimonio, por su amabilidad, por su enorme fe», se escucha que dice a lo lejos un sacerdote que reza con un grupo espontáneo de peregrinos en una de las capillas.

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