El pequeño topo de agua ibérico más amenazado que el lince: «La situación es dramática»
El Gobierno inicia el trámite para catalogar al desmán en situación crítica de extinción en toda España
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En los últimos años, el biólogo Ángel Fernández González se ha llevado sorpresas de las malas mientras realizaba trabajos de campo. En lugares donde antes prosperaban los desmanes ibéricos, una especie de topo de agua único de la Península, ahora no queda ni un ... ejemplar. «Hay un declive generalizado», resume el consultor ambiental y fundador de Biosfera. La situación es tan grave que el Gobierno ha iniciado el trámite para catalogar el desmán en situación crítica de extinción en el catálogo nacional de especies amenazadas, una categoría a un paso de la desaparición total y en la que ya no está ni el lince.
El desmán ibérico es un animal curioso: un micromamífero semiacuático prácticamente ciego, rechoncho y que anda mal. Se mueve mejor por los ríos. Su cabeza está directamente encajada en los hombros, pero es su peculiar y larga trompa, aplastada y húmeda, la que domina el conjunto, junto con su cola de rata. Es exclusivo de la Península Ibérica, compartido entre España, Portugal, Andorra y el Pirineo francés, pero en todos los territorios está sufriendo. Los datos que maneja el Ministerio para la Transición Ecológica reflejan que, desde los años 70, la distribución de las poblaciones se ha contraído un 74% en España. Y las poblaciones que quedan lo hacen con muchos menos ejemplares: si antes se encontraban unos 4 individuos por kilómetro, ahora no se detecta ni uno por kilómetro allí donde se supone que habita.
«La situación es dramática, muy preocupante. Las proyecciones dicen que en diez años se ha extinguido, y las más optimistas dicen que aguantará 25 años. O tomamos medidas o es bastante probable que el desmán ibérico se extinga», resume Ramón Pérez de Ayala, responsable de especies de WWF. Su organización acaba de organizar unas jornadas en donde se han reunido expertos, administraciones y ONG para intentar salvar la especie. «Hemos salido convencidos de las medidas que hay que acometer. Solo falta el presupuesto», dice Fernández González.
Pero por ahora, todo parece ir en contra de la supervivencia del animalillo. Con un cuerpo de apenas 12 centímetros (y otros 12-16 de cola), el desmán se distribuye por los ríos y arroyos de la mitad norte peninsular. Y este es su talón de Aquiles, cuenta Carlos Nores, el primer experto en España que hizo un estudio sobre el desmán, a principios de los años 90. Los cursos de agua deben ser estables y poco profundos, pero las sequías, las minicentrales, las crecientes tomas de agua y la contaminación están acabando con estas condiciones. Si el tramo en el que vive el desmán sufre cambios, el mamífero rápidamente pierde su alimento (pequeños invertebrados) y con sus cortas patas apenas tiene capacidad para desplazarse a otro río. Acaba muriendo.
De hecho, la regresión es patente en las cinco áreas de población que existen y que además presentan diferencias genéticas. En el Cantábrico ha caído un 87%, en Pirineos un 83%, en el Sistema Central un 75%, en el núcleo noroccidental (Asturias, León y Zamora) un 66% y en el Sistema Ibérico un 68%. Pero cuantificar cuántos ejemplares quedan exactamente es una tarea difícil. Requiere de estudios genéticos para identificar a cada uno.
Visón americano
También le ha hecho mucho daño la expansión de especies invasoras como el visón americano, que en zonas del Sistema Central «se los comieron todos», dice Julio Gisbert, director de proyectos de Galemia. Ya en 1998, junto con Rosa García-Perea, detectó las primeras regresiones del desmán. Ahora el visón americano se está expandiendo a los principales núcleos de desmán en la cordillera cantábrica y avanza a los Pirineos, advierte Fernández González. «Es fundamental controlar el visón americano para la conservación de esta especie. Es urgentísimo, las administraciones deben tomarlo en serio y actuar sin ningún pudor».
Todos estos cambios han contribuido al aislamiento de las poblaciones, que ya presentan un alto nivel de endogamia y «el riesgo de extinción local aumenta», explica Nores, profesor titular jubilado de Zoología de la Universidad de Oviedo. Merma la capacidad de reproducción y de supervivencia de los individuos. «Es la tormenta perfecta para que se extinga», dice. Y «no podemos reponerlos». Es una de las dos únicas especies de desmanes que quedan en el mundo. La otra es la del desmán ruso. Si se pierde, acaba un linaje de millones de años de evolución.
Cría en cautividad
La reproducción en cautividad también es un problema. «En Francia, los estudios calculaban que un tercio de los que se capturaban moría en las trampas; un tercio moría en la adaptación a la cautividad y solo un tercio sobrevivió», explica Nores. Esas tasas de muerte por estrés se han logrado reducir. «Ahora se sabe cómo mantenerlos en cautividad, pero ha sido una prueba muy concreta», reconoce Pérez de Ayala.
Pero iniciar un programa de cría tampoco significa que automáticamente se vayan a conseguir nuevos retoños. «Los rusos lo intentaron y no lo han conseguido en 15 años», dice Pérez de Ayala.
«Nosotros apostamos por traslocaciones», reconoce Gisbert. Es la otra gran línea de trabajo en la que coinciden los expertos: mover individuos a poblaciones que no son las suyas, en un intento por mejorar la diversidad genética. Pero hay que hacerlo con cuidado. No se pueden mezclar individuos de las cinco zonas debido a las diferencias genéticas.
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Pese a todo, los expertos creen que todavía hay opciones para salvar la especie. «Aún estamos a tiempo, se ha dado la voz de alarma. Tenemos un plazo de cinco años para que todo esto funcione», concluye Pérez de Ayala.
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