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Entre la luz de Roma, la multitud del mundo y la humildad de Francisco: el Papa que salió por la puerta pequeña

Roma despidió al Santo Padre sin lágrimas impostadas, con un silencio cargado de gratitud y un aplauso que rompió el protocolo

La homilía del funeral de Francisco: «Fue un Papa con el corazón abierto a todos»

Editorial | Reconocimiento universal

Giusy y Francisco, napolitana y argentino que llegaron de Nápoles con la camiseta de San Lorenzo PABLO ORTEGA
José F. Peláez

José F. Peláez

Enviado especial al Vaticano

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Hay lunes de Pascua que parecen Viernes Santos y bendiciones que parecen despedidas; hay sábados que parecen Domingos de Ramos y maneras de salir de Roma que parecen entradas triunfales a Jerusalén. Hay pollinos que son papamóviles, Gólgotas esculpidos en mármol y mañanas de invierno ... que acaban en tardes de primavera. La de ayer fue exactamente así, una mañana de frío incierto bajo un cielo completamente azul y una luz amarilla que tocaba a muerto. Esa luz sobre la piedra blanca nos cegaba a todos. Era una luz compleja, un poco deslumbrante y un poco triste, como la luz mortecina de la infancia. Pero cuando nos quisimos dar cuenta el viento frío ya se había ido, el sol alcanzaba su cénit y daba paso a un día plácido sobre Roma. Y la luz amable comenzó a calentarnos por dentro.

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