El Papa a los sacerdotes en crisis: «La doble vida no te ayudará. Tirarlo todo por la ventana, no te ayudará»
Más de mil sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales en la basílica de San Pedro este Jueves Santo
El Papa, en buena forma, preside el Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro
Corresponsal en el Vaticano
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Iniciar sesiónLos sacerdotes no son inmunes a la crisis de los 40 años. El Papa les alertó este jueves por la mañana, antes de que en torno a un millar renovaron sus promesas durante la Misa crismal que presidió en la basílica de San ... Pedro. «La doble vida no te ayudará. Tirarlo todo por la ventana, no te ayudará», les adelantó.
Durante la larga ceremonia que evoca la institución del sacramento del orden sacerdotal, el Papa les previno de la crisis vocacional que, igual que tantos matrimonios, ellos también experimentan tras varios años de camino. Incluso les regaló el libro de René Voillaume «La segunda llamada», un clásico de espiritualidad escrito en 1957, que afronta precisamente esta cuestión.
«Mientras hablo, estoy pensando en algunos de vosotros que están en crisis, desorientados, que no saben cómo retomar el camino», dijo el Papa apartándose del texto que tenía preparado. «Pienso en vosotros y os digo: 'Ánimo, el Señor es más grande que tus debilidades. Déjate llamar una segunda vez. La doble vida no te ayudará. Tirarlo todo por la ventana, no te ayudará. Mira adelante, déjate acariciar por la unción del Espíritu Santo'», añadió.
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El Papa describió la crisis en primera persona, como una etapa normal en la vida de las personas. «A todos, antes o después, nos sucede que experimentamos decepciones, dificultades y debilidades, con el ideal que parece desgastarse entre las exigencias de la realidad, mientras se impone una cierta costumbre; y algunas pruebas, antes difíciles de imaginar, hacen que la fidelidad parezca más difícil que antes», evocó.
Añadió que de esta fase «se puede salir mal parado, deslizándose hacia una cierta mediocridad, arrastrándose cansinamente hacia una 'normalidad' en la que se insinúan tres tentaciones peligrosas: la del compromiso, por la que uno se conforma con lo que puede hacer; la de los sucedáneos, por la que uno intenta 'llenarse' con algo distinto respecto a nuestra unción; la del desánimo, por la que, insatisfecho, uno sigue adelante por pura inercia».
Les dijo que en la crisis hay otra posibilidad, que es plantearse el momento como una «segunda llamada» «en la que acoger al Espíritu Santo no en el entusiasmo de nuestros sueños, sino en la fragilidad de nuestra realidad». Se trata de «mirar hasta el fondo de nosotros mismos, para preguntarnos: ¿mi realización depende de lo bueno que soy, del cargo que obtengo, de los cumplidos que recibo, de la carrera que hago, de los superiores o colaboradores que tengo, de las comodidades que puedo garantizarme, o de la unción que perfuma mi vida?».
Naturalmente, se despidió de los sacerdotes con un reconocido saludo. «Gracias por vuestro testimonio y por vuestro servicio; gracias por el bien escondido que hacéis, por el perdón y el consuelo que dais en nombre de Dios; gracias por vuestro ministerio, que a menudo se realiza en medio de mucho esfuerzo y poco reconocimiento», les dijo.
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