El Papa reprocha a los líderes de Europa la falta de «esfuerzos creadores de paz» en Ucrania

Con un «usted llega a Budapest en el momento que Europa más lo necesita», la presidenta húngara Katalin Nowák, de 45 años, ha preparado el terreno al discurso que el Papa ha pronunciado en la sede del poder ejecutivo magiar, un ex monasterio carmelita. «Desde nuestro país puede escucharse el llanto de las mujeres de Ucrania, que no quieren enviar a sus hijos y maridos a la guerra», ha añadido, recordando los 128 km de frontera entre Hungría y Ucrania. Como respuesta, Francisco ha desafiado a Europa y le ha rogado que ocupe el lugar que le corresponde en la Historia.

En primera fila le escuchaba Viktor Orbán, quien considera que su oposición a las sanciones contra Moscú y su negativa a enviar armas a Ucrania lo convierten en el único país europeo junto al Vaticano «que está trabajando por la paz».

Desde Budapest, pero para que le escuche Bruselas, el Pontífice ha lamentado usando una metáfora musical «el triste ocaso del sueño coral de paz en Europa, pues se imponen los solistas de la guerra». Ha avisado que «la paz nunca vendrá de la persecución de los propios intereses estratégicos, sino de políticas capaces de mirar al conjunto, al desarrollo de todos; atentas a las personas, a los pobres y al mañana; y no sólo al poder, a los beneficios y a las oportunidades del presente».

Junto a la orilla del Danubio, ha lamentado que la guerra marca el crepúsculo del sueño de los padres fundadores de la UE. «Parece que se ha disuelto el entusiasmo de edificar una comunidad de naciones pacífica y estable, delimitando las zonas, acentuando las diferencias, volviendo a rugir los nacionalismos y exasperando los juicios y los tonos contra los demás», ha clamado.

«Parece incluso que la política a nivel internacional tuviera como efecto enardecer los ánimos más que resolver problemas, olvidando la madurez que alcanzó después de los horrores de la guerra y retrocediendo a una especie de infantilismo bélico», ha insistido.

Según el Papa argentino, «en este momento histórico Europa es fundamental, porque gracias a su historia, representa la memoria de la humanidad y, por tanto, está llamada a desempeñar el rol que le corresponde: el de unir a los alejados, acoger a los pueblos en su seno y no dejar que nadie permanezca para siempre como enemigo», palabras interpretadas como un guiño hacia Moscú.

«Es esencial volver a encontrar el alma europea: el entusiasmo y el sueño de los padres fundadores, estadistas que supieron mirar más allá del propio tiempo, de las fronteras nacionales y las necesidades inmediatas, generando diplomacias capaces de recomponer la unidad, en vez de agrandar las divisiones», ha solicitado.

El Papa considera que este «ocaso del sueño europeo» no se limita a la guerra en Ucrania. También ha lamentado las colonizaciones ideológicas que presionan por la identidad de género o el aborto, y la incapacidad de alcanzar un acuerdo migratorio.

Su idea es una Europa «que no sea rehén de las partes, volviéndose presa de populismos autorreferenciales, pero que tampoco se transforme en una especie de supranacionalismo abstracto, que no tenga en cuenta la vida de los pueblos». Según el Pontífice ese es «el camino nefasto de las 'colonizaciones ideológicas', que eliminan las diferencias, como en el caso de la denominada cultura de la ideología de género, o anteponen a la realidad de la vida conceptos reductivos de libertad, por ejemplo, presumiendo como conquista un insensato «derecho al aborto», que es siempre una trágica derrota».

Refiriéndose a la crisis migratoria, el Papa también ha solicitado a Europa «afrontar el problema sin excusas ni dilaciones», y ha recordado a quienes «desesperados que huyen de los conflictos, la pobreza y los cambios climáticos». «Es un tema que debemos afrontar comunitariamente, porque las consecuencias, tarde o temprano, repercutirán sobre todos. Por eso es urgente trabajar por vías seguras y legales, con mecanismos compartidos frente a un desafío que no se podrá detener rechazándolo».

Dirigiéndose a los católicos y a la Iglesia húngara, que recibe tantas ayudas del gobierno que ve condicionada su libertad para criticar a los poderes públicos, ha solicitado «no prestarse a una especie de colaboracionismo con las lógicas del poder». En cambio, ha abogado por «una sana laicidad, que no degenere en laicismo generalizado, alérgico a cualquier aspecto sacro para luego inmolarse en los altares de la ganancia».

El Papa ha pedido perdón por el extenso discurso, pronunciado en un lugar histórico para el país, el mismo escenario en el que en 1790 tuvo lugar la primera representación teatral en húngaro, y donde el mismo Beethoven dio un concierto en el año 1800.

Cuando el Pontífice terminó de hablar, Viktor Orbán se ha alzado y le ha aplaudido de pie. Lo ha hecho con rostro serio. Mitad satisfecho, mitad preocupado.