El Papa pide en Hungría «un futuro de cunas y no de tumbas» para Europa

«Mira a los pueblos que más sufren, sobre todo al cercano y martirizado pueblo ucraniano y al pueblo ruso, consagrados a ti», ha rezado el Papa ante cincuenta mil personas, dirigiéndose a la Virgen María. «Infunde en los corazones de los hombres y de los responsables de las naciones el deseo de construir la paz, de dar a las jóvenes generaciones un futuro de esperanza, no de guerra; un futuro lleno de cunas, no de tumbas; un mundo de hermanos, no de muros», ha rogado el Pontífice.

«Desde esta gran ciudad y desde este noble país quisiera confiar de nuevo al corazón de la Virgen María la fe y el futuro de todo el continente europeo, en el que he estado pensando estos días y, de modo particular, la causa de la paz», ha continuado, subrayando la cuestión central de su visita de tres días a Budapest.

En primera fila le escuchaba y aplaudía el primer ministro Viktor Orbán, de confesión calvinista, acompañado de su mujer. Junto a la presidenta del país Katalin Nowak, han seguido atentamente y participado en la ceremonia religiosa del Papa. Francisco también se ha dirigido explícitamente a ellos para agradecerles la impecable organización de la visita, y en la homilía ha aconsejado a su ejecutivo «ser abierto e inclusivo».

«Lo digo también a quienes tienen responsabilidades políticas y sociales: sean como puertas abiertas», ha solicitado, después de pedir lo mismo a los obispos y sacerdotes de Hungría. «Sed abiertos e inclusivos unos con otros, para ayudar a Hungría a crecer en la fraternidad, camino de la paz«, ha sugerido.

El Pontífice se refería entre otros aspectos a abrir «las puertas (que están) cerradas al extranjero, al que es diferente, al migrante, al pobre», una alusión no demasiado indirecta a las políticas de corte xenófobo que marca Viktor Orbán para afrontar la emigración. Su gobierno ha acogido a 35.000 refugiados ucranianos, pero de hecho impide el acceso a los solicitantes de asilo procedentes de Siria y Afganistán.

Comentando el evangelio de este domingo, el Papa había lamentado que «es triste y hace daño ver puertas cerradas: las puertas cerradas de nuestro egoísmo con quien camina con nosotros cada día, las puertas cerradas de nuestro individualismo en una sociedad que corre el riesgo de atrofiarse en la soledad; las puertas cerradas de nuestra indiferencia ante quien está sumido en el sufrimiento y en la pobreza; las puertas cerradas al extranjero, al que es diferente, al migrante, al pobre».

Por contraste, ha asegurado que los cristianos están «llamados a cultivar relaciones de fraternidad y colaboración, sin dividirnos entre nosotros, sin considerar nuestra comunidad un ambiente reservado, sin dejarnos arrastrar por la preocupación de defender cada uno el propio espacio, sino abriéndonos al amor mutuo».

El Pontífice ha retomado la cuestión migratoria en su despedida, antes de abandonar la plaza. «Que las fronteras no representen barreras que separan, sino zonas de contacto; y que los creyentes en Cristo pongan en primer lugar la caridad que une y no las diferencias históricas, culturales y religiosas que dividen«, ha pedido.

Con esta ceremonia a orillas del Danubio, entra en la recta final la visita del Papa a Hungría. Antes de regresar este domingo por la noche a Roma, el Papa se reunirá con académicos e intelectuales en la Facultad de Ciencias Biónicas de la Universidad Péter Pázmány, un centro católico de investigación puntera.