El Papa nombra este sábado 21 nuevos cardenales, con guiños a Irán y a Palestina

Después de la ceremonia, habrá 253 cardenales, de los que 140 son menores de 80 años y tienen derecho a participar en el cónclave. En consecuencia, Francisco deroga provisionalmente la norma vaticana que limita a 120 el número de cardenales con derecho a intervenir en una eventual elección papal.

En la basílica de San Pedro habrá peregrinos de Palestina y de Irán, pues entre quienes recibirán la birreta están el obispo de Teherán y el de Santiago de Chile, hijo de emigrantes palestinos. El primer cardenal de Teherán es el franciscano Dominique Mathieu nacido hace 61 años en Brujas (Bélgica). En su diócesis, la única de Irán, hay unos 6.000 bautizados, cinco sacerdotes y cinco monjas. Lamenta que a menudo celebra la misa sin ningún participante, pero que no está solo «porque la Misa se celebra en comunión con toda la Iglesia. Esta es la Iglesia».

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También está en la lista Fernando Chomalí, de 67 años, el obispo más prestigioso de Chile, cuyos abuelos emigraron desde Palestina. Se ordenó sacerdote después de haber ejercido como ingeniero civil, pero tiene dotes de gran comunicador y ha publicado un libro de poesía. «Mis abuelos son palestinos, y eso me enorgullece, pero soy obispo en Chile», aclara a ABC. «El mundo palestino se ha alegrado con este nombramiento, y siempre voy a estar disponible para acabar con la guerra, en ese sentido, como cardenal se abren muchas puertas para prestar ese servicio», añade.

Entre los nuevos cardenales latinos está también el primado de Argentina, Vicente Bokalic Iglic, de 72 años, que fue obispo auxiliar de Buenos Aires con Jorge Mario Bergoglio, y que explica a ABC que como cardenal considera que la prioridad de la Iglesia es «estar donde hay dolor y sufrimiento, que es donde hay que estar; provocar encuentros, no encerrarnos en nosotros mismos». También será cardenal Carlos Castillo, arzobispo de Lima, de 74 años, y discípulo de Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de la Teología de la Liberación. De Guayaquil (Ecuador) procede Luis Cabrera Herrera, de 69, que tuvo un papel fundamental en 2019 para pacificar el país durante las protestas contra el presidente Lenín Moreno. El último de América Latina es el franciscano Jaime Spengler, presidente de los obispos brasileños y del organismo que coordina a los episcopados latinos, el Celam.

De Europa procede el dominico Timothy Radcliffe, de 79 años, que enseñó Sagrada Escritura en la Universidad de Oxford y dirigió allí el «Las Casas Institute» que promueve la justicia social y los derechos humanos. En vísperas de la ceremonia asegura a ABC que «en este momento la prioridad de la Iglesia es llevar la paz al mundo» y que «si me eligieran Papa jamás aceptaría el nombramiento».

También la paz es la prioridad del ucraniano Mykola Bychok, obispo greco católico en Melbourne, Australia, que a sus 44 años se convierte en el cardenal más joven, y que considera que con su nombramiento «el Papa da voz a la situación de un país víctima de la guerra».

Otro europeo es el lituano Rolandas Makirckas, de 52 años, que soñaba con ser piloto de aviones, pero acabó vigilando las cuentas de la secretaría de Estado vaticana después de los escándalos. Este viernes subrayaba a ABC que el Papa le ha aconsejado «ir por la vida descalzos, sin zapatos, para poder sentir el dolor de la gente». También desde este sábado por primera vez Serbia tendrá un cardenal, el arzobispo de Belgrado, Ladislav Nemet, de 68 años.

El bloque italiano es el más numeroso. Lo encabeza el teólogo y arzobispo de Turín Roberto Repole, de 57 años. También incluye el siciliano Baldassare Reina, vicario del Papa para Roma; Mimmo Battaglia, arzobispo de Nápoles de 61 años; y Fabio Baggio, de 59, que asistía a migrantes en Buenos Aires cuando Jorge Mario Bergoglio era arzobispo de esta ciudad. Baggio coordina las medidas del Vaticano en este ámbito, y en el pasado ha compuesto obras de música sacra, litúrgica y gospel.

Hay dos nuevos cardenales de Extremo Oriente, el arzobispo de Tokio Tarcisio Kikuchi, de 66 años, que fue misionero en Ghana y preside Caritas Internationalis, y el filipino Pablo Siongco David, de 65 años, amenazado de muerte por sus valientes críticas contra la violación de derechos humanos por parte del gobierno Duterte en su guerra contra las drogas. El gobierno llegó a acusarlo de robar donativos y de estar implicado en el tráfico de drogas.

Francisco hará dos cardenales africanos, Ignace Bessi Dogbo, arzobispo de Abiyán, en Costa de Marfil, de 62 años; y el francés Jean-Paul Vesco, arzobispo de Alger, en Argelia. A este deportista de 62 años, que hizo la maratón de Nueva York en 1989, le encargaron refundar la presencia de los dominicos en Tlemecén (Argelia) tras el asesinato del obispo Pierre Claverie y los monjes de Tibhirine.

También hay tres diplomáticos: el organizador de los viajes papales, George Koovakad, nacido en India hace 52 años; el arzobispo de Toronto, Francis Leo, de 53, quien como secretario de la Conferencia Episcopal consiguió que todos los obispos canadienses se pusieran de acuerdo sobre la petición de disculpas a los indígenas y el viaje del Papa al país; y Angelo Acerbi, estrella del consistorio.

Este nuncio jubilado de 99 años vive en Casa Santa Marta, con el Papa Francisco. En 1974, el papa Pablo VI lo envió a Madrid para que resolviera el famoso «Caso Añoveros», que estalló cuando en las postrimerías del franquismo, el obispo de Bilbao, Antonio Añoveros distribuyó un mensaje en defensa de la «justa libertad» del pueblo vasco y solicitó que se respetase su «identidad específica». El régimen de Franco lo consideró «un atentado contra la unidad de España» y solicitó que fuera expulsado del país. El obispo se negó, pero Acerbi lo convenció de que se trasladara a Madrid para unas «vacaciones», a cambio de no tener que retractarse. Acerbi era el nuncio en Colombia cuando el 27 de febrero de 1980 fue tomado como rehén junto a otras 26 personas, la mayoría diplomáticos, en un asalto de guerrilleros a la embajada de la República Dominicana. Lo liberaron dos meses más tarde, en Cuba. Lo único que le faltaba era ser cardenal.