El Papa nombra a Enrique Benavent como arzobispo de Valencia

Cañizares lleva varios días despidiéndose de la diócesis de Valencia, en la que nació y se formó como sacerdote y a la que volvió hace ocho años, en el que ha sido su último destino pastoral. El día 4 de octubre, en la conmemoración de su toma de posesión, señalaba que «son ocho años de acción de gracias por lo que el Señor ha hecho por mi y me ha concedido y también ocho años para pedir perdón, de todo corazón, por todo lo que haya podido hacer mal o no haya hecho, o por si no he estado siempre a la altura de lo que reclama ser pastor de esta diócesis».

El hoy ya arzobispo emérito de Valencia también afirmó entonces que en este tiempo no ha querido "hacer otra cosa que servir a la diócesis y servir, de esta manera, a Dios». Unos días después, el 9 de octubre, cuando presidía en la catedral el 'Te Deum' con motivo del día de la Comunidad Valenciana, Cañizares volvió a dar gracias a Dios «por concederme este lugar hace ocho años en mi ministerio episcopal y también hoy, casi al final de mi servicio, quiero dar gracias por este don que Dios me ha concedido». Cañizares, que reconoció al final de la homilía que «había sido un poco más larga de lo habitual» porque «quería deciros estas cosas», recibió una larga ovación de las dos mil personas que llenaban el templo. Este lunes, cuando hizo público el nombramiento en el palacio arzobispal, volvió a mostrar su gratitud. Cañizares seguirá al frente de la diócesis, ya como administrador apostólico, hasta el 10 de diciembre, cuando Benavent tome posesión.

Nacido en Utiel en 1945 y ordenado sacerdote en Valencia en 1970, Antonio Cañizares se trasladó a Madrid en 1972, donde se dedicó a la docencia en la Universidad Pontificia de Salamanca, en el seminario y en el Instituto San Dámaso. También fue director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe en la Conferencia Episcopal hasta 1992, cuando fue nombrado obispo en Ávila. En 1997 fue nombrado arzobispo en Granada y más tarde de Toledo. Creado cardenal por Benedicto XVI en 2006, unos meses después fue nombrado prefecto de la Congregación para el Culto Divino. Eterno candidato a la presidencia de la Conferencia Episcopal, ha sido su vicepresidente en dos periodos. En el primero, de 2005 a 2008, negoció el acuerdo de financiación de la Iglesia con la entonces vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.

Enrique Benavent llega como arzobispo a la diócesis en la que nació hace 63 años, en la ha desarrollado su ministerio sacerdotal y episcopal durante décadas y de la que sólo ha estado ausente los últimos nueve años en que ha sido obispo en Tortosa. La conoce a la perfección. Como formador en el Seminario mayor, conoce a la mayor parte de los sacerdotes, con los que ha forjado sus filias, y fobias, que un día fueron sus compañeros y ahora tendrá que tratar como pastor. Ese será su primer handicap. No es habitual que una archidiócesis la presida un diocesano, pero en este caso, quienes deciden los nombramientos tenían otras razones para obviar esa norma no escrita.

El anuncio del nombramiento se ha hecho público el día de santo Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia de 1544 a 1555, muy apreciado en la diócesis, por sus obras de caridad y por haber puesto orden después de más de un siglo en el que no tenía un gobierno pastoral directo. Tanto Cañizares en sus palabras, como Benavent en la carta que ha enviado, han hecho referencia a un santo que siempre ha sido modelo para los arzobispos de Valencia, que a día de hoy es la segunda diócesis de España tanto en número de fieles, como de sacerdotes, en ambos casos por detrás de Madrid.

A su gran extensión geográfica (la forman la provincia de Valencia y el norte de la de Alicante), se une la historia de la diócesis, con varios arzobispos santos y cuna de los dos papas españoles, hay que sumar que ahora es la mayor institución educativa de la Comunidad Valenciana, con una Universidad católica y 66 colegios diocesanos, y la presencia de numerosas congregaciones religiosas, movimientos y asociaciones laicales.

Un potencial evangelizador que no se acaba de traducir en hechos. Las limitaciones físicas en algunos casos, y la mirada puesta fuera de la diócesis para los que la han visto como una etapa de paso hacia destinos más golosos, han lastrado la labor de los últimos arzobispos, que nunca han llegado a convertirla en el modelo pastoral para la Iglesia del siglo XXI para el que parecía llamada.

Benavent tendrá otro frente abierto, que aunque eclesialmente no parece prioritario, sí ha marcado sus primeras palabras a la diócesis, que han sido en valenciano. Es el primer arzobispo de Valencia en un siglo —desde el cardenal Reig— que habla la lengua local (la lengua materna de Cañizares es el castellano), por lo que es muy probable que impulse la aprobación del misal en la lengua vernácula que lleva atascada desde hace años por las implicaciones políticas que tiene el conflicto lingüístico que se vive en al comunidad.