El Papa Francisco revela que se salvó de dos atentados kamikazes en Irak

«Casi todos me habían desaconsejado el viaje, que habría sido el primero de un pontífice a la bisagra de Oriente Próximo devastada por la violencia extremista y las profanaciones yihadistas», comienza el Papa el relato en un capítulo titulado «Querían matar al Papa». Se refiere a su visita a Irak, realizada del 5 al 8 de marzo de 2021, en la que estuvo en Bagdad, Ur, Mosul, Qaraqosh y Erbil.

«El Covid-19 aún no había aflojado sus garras del todo, incluso el nuncio en aquel país, monseñor Mitja Leskovar, acababa de dar positivo en la prueba del virus y, sobre todo, todas las fuentes destacaban riesgos de seguridad extremadamente elevados, hasta el punto de que sangrientos atentados habían asolado incluso la víspera de la partida», recuerda.

Estos datos eran conocidos en aquel momento, igual que el riesgo de cumplir un viaje a Irak, pues era pública la agenda de encuentros y de desplazamientos del Papa, de su séquito y de los periodistas que le acompañaban. «Pero yo quería seguir adelante. Sentía que debía hacerlo», añade, para justificar por qué no se canceló el viaje.

Constata que «el viento del odio seguía sin amainar» en esa tierra y que «nada más aterrizar» el 5 de marzo, le avisaron de una amenaza concreta. «La policía (iraquí) había alertado a la Gendarmería vaticana de una información de los servicios secretos británicos: una mujer cargada de explosivos, una joven kamikaze, se dirigía a Mosul para inmolarse durante la visita papal. Y una furgoneta también había partido a toda velocidad con la misma intención», explica.

«El viaje continuó», añade sin mayores explicaciones. En el relato describe su encuentro con Al-Sistani en Nayaf y el encuentro interreligioso en Ur. También, que la vista de la destrucción de Mosul «me hirió el corazón». Esta ciudad «testigo de la alternancia de distintas civilizaciones y emblema de la convivencia pacífica de diferentes culturas en un mismo país -árabes, kurdos, armenios, turcomanos, cristianos, siriacos-, se presentaba como una extensión de escombros, tras tres años de ocupación por parte del Estado Islámico, que la había convertido en su bastión».

Francisco vivió esa visita como una «radiografía del odio, uno de los sentimientos más eficaces de nuestro tiempo, porque genera por sí mismo los pretextos que lo desencadenan: la política, la justicia, y siempre, blasfemamente, la religión, se convierten en motivaciones de fachada, hipócritas, provisionales».

«Cuando pregunté a la Gendarmería qué se sabía de los dos terroristas, el comandante me respondió lacónicamente: 'Ya no están'. La policía iraquí los había interceptado y detonado. Me impresionó mucho. También esto era el fruto envenenado de la guerra», concluye el relato.

El Papa Francisco, que nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936, recibió la primera tarta de cumpleaños el pasado domingo, durante el vuelo que lo llevaba de regreso de Córcega, tras su visita de diez horas.

No tiene planes de vacaciones. Precisamente durante ese trayecto se despidió de los periodistas con un expresivo «Hasta el próximo viaje», aunque no respondió a quienes le preguntaban dónde será. Una de las posibilidades con más peso es la de un viaje a Canarias, combinado con una etapa en un país africano.

No será fácil encontrar fechas, pues dentro de una semana, en Nochebuena, abrirá la puerta santa de la basílica de San Pedro para inaugurar el Jubileo del año 2025, dedicado a la esperanza. El Jubileo durará hasta el 6 de enero de 2026, y supone concretamente que se multiplicará por tres la agenda de eventos del Papa Francisco.

Dice que lo afronta con «esperanza», que es precisamente el título de esta autobiografía, que se añade a otros textos autobiográficos del Papa ya publicados, que verá la luz a mediados de enero.