«Gracias por permitirme formar parte del Pregón de vuestra Semana Santa, única en el mundo porque muy pocas ciudades pueden revivir esos días que cambiaron la historia de la Humanidad en escenarios de más de dos mil años de antiguedad contemporáneos a los que Cristo sufrió la Pasión«, ha arrancado su discurso. »Este año tendré muy presente en Roma que vosotros también la estáis celebrando en el impresionante Anfiteatro romano de Mérida, que congrega a tantos fieles de todo el mundo«, ha proseguido.
A continuación recordó que los ciuadanos de Mérida «se encuentran también en pleno año jubilar eulaliense, con el que honran la figura de la niña mártir Santa Eulalia, cuyo culto convirtió a Mérida en cuna del cristianismo hispano y destino de peregrinaciones a lo largo de la historia».
También aprovechó los cinco minutos que duró su intervención para referirse a todas las hermandades y cofradías de la capital extremeña, reconociendo el trabajo que realizan «durante todo el año» para «contribuir a que la Semana Santa deje huella permanente en la vida de todos los que contemplan las estaciones de penitencia«. »No es un acontecimiento de espectáculo -ha recordado el Papa-, es una proclamación de nuestra salvación y por ello, debe dejar huella».
Por último, lanzó un recado a todos los fieles emeritenses: «En la Semana Santa es necesario recordar tiempo para la oración, para coger la palabra de Dios, para detenerse como el samaritano ante el hermano herido. El amor a Dios y al próijmo es un único amor, ante la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos y percibimos a los demás con nueva intensidad en lugar de figurarnos que son enemigos y separarnos cada vez más».
«La Semana Santa es, no olvidemos, un tiempo de gracia que el señor nos da para abrir nuestros corazones, nuestras parroquias, nuestras cofradías«, ha concluido el Papa Francisco.
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