El Papa celebra la misa en Oceanía y parte hacia una misión en la selva
El sumo pontífice es lleva una tonelada de material, entre medicinas, vestidos y juguetes
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El Papa Francisco ha celebrado misa en el punto más lejano de Roma al que ha viajado, el centro de Port Moresby, capital del país más pobre del Pacífico, Papúa Nueva Guinea. Desde aquí ha clamado por la paz y contra la carrera de ... armamentos y la explotación de los recursos naturales.
«Invoco junto a vosotros a la Virgen el don de la paz para todos los pueblos. En particular, lo pido para esta gran región del mundo entre Asia, Oceanía y el Océano Pacífico. Paz, paz para las naciones y también para la creación. No al armamentismo ni a la explotación de la casa común. Sí al encuentro entre los pueblos y las culturas», ha dicho.
Como en todos los viajes, la ceremonia ha incluido elementos de la cultura local. Por ejemplo, la procesión de entrada se ha realizado al son de percusiones y con instrumentos hechos con conchas de mar. También sobre el sillón usado por el Papa estaba esculpida el ave del paraíso, que aparece también en la bandera nacional.
Francisco ha llegado una hora antes de lo previsto. En el «Sir John Guise Stadium» y en los alrededores le esperaban unas 35.000 personas. Ha recorrido en un papamóvil eléctrico la pista central, y por primera vez en este viaje iba escoltado por policías locales.
«Hermanos y hermanas, ustedes que habitan en esta gran isla que se asoma al Océano Pacífico, tal vez hayan pensado alguna vez que se trata de una tierra lejana, distante, situada en los confines del mundo», les ha dicho en Papa en la homilía. «Y quizá, por muchas otras razones, en ocasiones se hayan sentido distantes de Dios y de su Evangelio, incapaces de comunicarse con Él y entre ustedes mismos. Hoy el Señor, como hizo con el sordomudo, quiere acercarse a ustedes, abatir las distancias, hacerlos sentir que están en el centro de su corazón y que cada uno es importante para Él», ha asegurado.
Una de las participantes, Anette, directora de una escuela local, recordaba emocionada a ABC que cuando en 1984 Juan Pablo II visitó el país, ella participó a su misa, multitudinaria y que su padre fue uno de los responsables de la organización. «El país ha mejorado mucho desde entonces», asegura.
Viaje a la selva
El Pontífice, de 87 años, ha reservado las últimas horas de su visita a Papúa Nueva Guinea para viajar hasta una zona completamente aislada del país, accesible sólo en barco y en avión, para visitar una misión católica en la que trabajan cinco religiosos argentinos. Los sacerdotes pertenecen a la congregación del Verbo Divino, considerada muy conservadora. También allí trabajan algunas religiosas de esta misma congregación.
El Papa está entusiasmado con la labor pastoral que realizan. Llegaron hace 27 años y tienen dos colegios y un centro de acogida para niñas abusadas o maltratadas atendido por las monjas.
Está en la población de Vánimo, en el norte de esta isla, muy cerca de la frontera con Indonesia, y en la costa del Pacífico. En ese lugar y en las aldeas de la zona viven unas 11.000 personas. Es una zona de gran belleza natural, con arrecifes de coral y una vegetación espectacular; pero también con duras condiciones de vida, pues la humedad suele rondar el 90%, hace mucho calor y son frecuentes las lluvias torrenciales.
Para llegar hasta allí, el Papa será trasladado en un avión militar del ejército australiano. El viaje es largo, hacen falta dos horas y cuarto de vuelo desde la capital. Allí pasará poco más de dos horas, pero está convencido de que el esfuerzo vale la pena.
Francisco no se presentará con las manos vacías. En el avión lleva una tonelada de materiales, como medicinas, vestidos, trajes para monaguillos, juguetes, biblias y evangelios e instrumentos musicales. De hecho, los misioneros organizaron una orquesta, la «Queen of Paradise» como modo de abrir horizontes y transformar con la belleza a estas personas.
Uno de sus desafíos ha sido ayudar a las personas a desprenderse de supersticiones tóxicas, como la brujería. Una tarea en la que aún queda mucho por hacer. «Aquí aún se vive la poligamia, la violencia y el espiritismo», explicó a ABC el misionero Martín Prado, quien convenció al Papa de ir allí.
El lugar que visitará el Papa es quizá el más sencillo al que ha viajado desde que fue elegido Papa. «En nuestra parroquia, a 20 minutos del pueblo, no hay servicios. Cocinan con leña, toman agua de la lluvia, son muy sencillos. Hay gente que a duras penas puede vestirse, o sin acceso a alimentos manufacturados», describe el misionero.
La llegada del Papa ha suscitado un entusiasmo enorme. «La gente, con mucha sencillez, sin tener nada, está cortando el pasto y tratando de embellecer la ruta por donde pasará el Papa. No lo hacen trabajadores públicos, sino ellos. Lo hacen con machetes, y preparan zonas para atender a quienes vengan en canoas o caminando desde las zonas de alrededor. Han limpiado los alrededores del río y armado refugios con bambús», añadió Prado, que no acaba de creerse que durante unas horas el corazón del catolicismo latirá desde su misión.
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