El Papa aprovecha el discurso navideño a sus colaboradores para pedirles que «renuncien a pensar mal de los demás»

El Papa Francisco, que este viernes explicó en una audiencia que «estaba muy resfriado», tenía buen aspecto, pronunció sin problemas todo el discurso, y saludó personalmente a los más de cien participantes.

Igual que en el pasado su reflexión navideña sobre las patologías en el trabajo de la curia tuvo eco en empresas, universidades y grupos de trabajo, pues ponía el dedo en la llaga sobre problemas y soluciones presentes en muchos ámbitos profesionales, también este sábado ha dado ideas sobre cómo se descontamina un ambiente de trabajo en el que se ha generalizado el espíritu crítico.

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La clave según Francisco es «renunciar a pensar mal y a hablar mal de los demás». «Ben-decir y no hablar mal de los demás, en nuestro caso de quienes trabajan en la oficina con nosotros, de los superiores, de los compañeros, de todos», ha explicado. Así, uno «se libera de la sospecha y de la desconfianza» y «nace y crece una comunidad en la que todos sean guardianes unos de otros y caminen juntos en la humildad y la caridad».

Se trata de usar los errores que se ven en los demás como excusa para afrontar los propios. Dicho de otro modo, «es lo que ocurre a veces, cuando uno hace crítica de otro, y quien lo escucha piensa, 'Pues aplícate tú también ese cuento'», ha resumido Francisco. El Papa lo ha explicado siguiendo un texto de un «antiguo maestro espiritual», Doroteo de Gaza, «ese lugar que ahora es sinónimo de muerte y destrucción, pero que es una antigua ciudad donde florecieron monasterios y figuras luminosas de santos y maestros en los primeros siglos del cristianismo». Su propuesta es «no querer conocer el mal de los demás, ni albergar sospechas contra nadie. Y si nuestra malicia las hace nacer, procurar convertirlas en buenos pensamientos».

«Es bonito pensar que a través del trabajo diario en la Curia Vaticana, especialmente el más humilde, cada uno de nosotros puede contribuir a llevar la bendición de Dios al mundo. Pero en esto debemos ser coherentes: no podemos escribir bendiciones, ben-decir, y luego hablar mal de nuestro hermano o hermana, porque eso arruina la bendición», ha explicado el Papa.

El Papa ha solicitado a quienes trabajen con él en el Vaticano que no pierdan de vista ese elemento espiritual de su misión, que deben vivir desde un punto de vista de fe. «De lo contrario corremos el riesgo de volvernos áridos, secos, y entonces nos hacemos como esos ríos secos, que ya no llevan ni una gota de agua», les ha avisado. «El trabajo de oficina aquí es a menudo árido y a la larga uno se vuelve árido, si no se recarga con experiencias pastorales, momentos de encuentro, relaciones amistosas basadas en la gratuidad». Por eso, ha pedido a los monseñores que no dejen de lado sus encargos en parroquias o con movimientos, que recurran a menudo al sacramento de la confesión, como un modo de pedir perdón por los propios errores, en lugar de criticar a los demás y que cuiden los llamados «Ejercicios espirituales cada año». «Entonces seremos capaces de bendecir a todos, incluso a los que nos caen mal y a los que nos han tratado mal. Ben-decir».

«Me gusta pensar en la Curia Romana como un gran taller en el que hay muchas tareas diferentes, pero todas trabajan con el mismo fin: hacer el bien, difundir la bendición de Dios y de la Madre Iglesia en todo el mundo», ha resumido. Se trata de superar por elevación las diferencias y conflictos que paralizan el trabajo diario en el Vaticano, y en cualquier grupo de trabajo. Según Francisco, es una cuestión que «nos concierne a todos, también al Papa». «Esta actitud, hablar bien y no hablar mal, es expresión de humildad, y la humildad es el rasgo esencial del misterio de la Navidad del Señor, que estamos a punto de celebrar».

Con los años, el discurso de Francisco en este día ha cambiado. En la primera fase del pontificado sorprendía por la contundencia y dureza del todo de este discurso navideño. Con los años, el discurso se ha hecho más afectuoso, aunque no ha perdido contundencia.

Por otro lado, durante el encuentro, el Papa se ha apartado del texto que tenía preparado para lamentar que este viernes impidieron la entrada a Gaza al Patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, «como habían prometido». «También ayer bombardearon a niños. Esto es crueldad. Esto no es la guerra», ha denunciado Francisco nada más tomar la palabra, sin dar más detalles.