Un oasis en la dehesa para proteger a la esquiva cigüeña negra
La Fundación Naturaleza y Hombre, junto con la Fundación Santander, luchan contra la sequía y la falta de alimento en favor de una especie emblemática de la dehesa de la que quedan menos de 400 parejas en España
Una cigüeña negra sobrevuela Campanarios de Azaba
Son esquivas y muy difíciles de ver. No solo porque la cigüeña negra sea una especie 'vulnerable' a la extinción en España -hay menos de 400 parejas en el país-; sino porque está en su carácter. Lo sabe bien Carlos Sánchez, presidente ... de la Fundación Naturaleza y Hombre, con jornadas completas a sus espaldas en busca de ejemplares y nidos sin resultado. «Es poco turística», bromea. Delante, a varios kilómetros de distancia, tiene un nido localizado. Es julio y todavía quedan tres pollos. En un vuelo casi a ras de suelo, la madre entra en el nido, desembucha en cinco segundos y se va. «De ahí la dificultad de verla», ilustra Sánchez, tras un buen rato de espera. Pese a todo, la organización no ceja en intentar ayudar a su éxito reproductivo, uno de los parámetros en descenso que más preocupan de las poblaciones en España.
Entre las cerca de 600 hectáreas de encinas, alcornoques, quejigos y robles que la organización tiene en la Reserva Natural Campanarios de Azaba (Espeja, Salamanca) se mueven entre nueve y doce parejas. Allí, gracias a la ayuda de la Fundación Santander, han llevado a cabo un proyecto para cubrir las necesidades de la cigüeña negra y paliar sus principales amenazas. Garantizar agua, alimento y crear 27 plataformas de nidificación han centrado sus esfuerzos.
A diferencia de la cigüeña común, la negra huye del ser humano. Muy discreta, vive apegada al bosque mediterráneo y a los acantilados fluviales. Es pescadora, por lo que busca charcas, arroyos y ríos para alimentarse. En su dieta hay anfibios, reptiles y cangrejos de río, aunque también insectos, caracoles, lombrices e incluso pequeños roedores.
En cifras
346 parejas
de cigüeña negra hay confirmadas en España, además de otras 40 parejas probables. Se concentran en Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Andalucía y Madrid
Especie en peligro
La Ciconia nigra figura en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas como 'en peligro' y en el Libro Rojo de las Aves como 'vulnerable'. A nivel internacional, está en la Lista Roja con el estatus de 'preocupación menor'
170-205 cm
tienen de envergadura, y otros 90-105 cm de longitud. Pesan hasta tres kilos y ponen entre 3 y 5 huevos que tardan entre 38 y 42 días en eclosionar
«Es una de las especies más emblemáticas de la dehesa», dice Sánchez. Su población es reducida, aunque también estable. Pero en un país azotado por la sequía recurrente y la escasez de agua, la vida en la dehesa se está volviendo cada vez más complicada. «Se está produciendo un creciente estrés hídrico en muchos cursos de agua, arroyos o charcas esenciales para su alimentación», indica el Libro Rojo de las Aves de España.
La Fundación Naturaleza y Hombre ha trabajado sobre 17 charcas en la finca. Creó algunas nuevas y, en las existentes, reforestó los alrededores en algunos casos y los valló para evitar su uso por el ganado en otros. También quitó especies invasoras, en particular un tipo de helecho de agua, capaz de arruinar estos pequeños oasis. Para completar, se liberaron de forma periódica alevines de tenca para mejorar la disponibilidad de alimento.
Muestra aérea de las charcas en Campanarios de Azaba (Salamanca)
«Fue un antes y un después», dice Sánchez. Si en 2017 detectaron cuatro parejas ocupando nidos, estas pasaron a ser nueve en 2020. De once crías que lograron volar en 2017, aumentaron hasta quince. No obstante, matiza el director de la fundación, hay que manejar los datos anuales con cuidado y habrá que seguir observando. Porque «el año que hay agua es maravilloso», pero en el que hay sequía, como este, todo se complica.
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Al margen de la amenaza de la escasez de agua y la pérdida del encinar, existe un misterio en torno a la migración. En su primera migración tras nacer, la cigüeña negra vuela hasta el norte de África, donde pasa sus dos primeros años de vida. Pero «a la vuelta, no suben mucho», lamenta García. Sospechan que la mortalidad en el continente es alta, pero todavía deben seguir investigando.