Los muertos de Berlín que no tienen quien los entierre
Los denominados entierros sociales afectan a unas 2.700 personas, el 7% de los fallecimientos en la capital de Alemania. Están destinados a quienes no disponen de patrimonio para pagar los gastos de su propia sepultura
Corresponsal en Berlín
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Iniciar sesiónGeorg Simmel, filósofo alemán y uno de los grandes pensadores urbanos, considerado sociólogo de la modernidad, escribió en 1903 'La metrólopolis y la vida mental', obra en la que identificaba la soledad como característica del nuevo individuo que surgía de la vida en las grandes ... ciudades. Su concepto de soledad implicaba los componentes de despersonalización y aislamiento, debido a la disolución de los vínculos naturales de adscripción, recogidos después también por el estadounidense David Riesman en 'La muchedumbre solitaria'. Pero solo el avance del siglo XXI permite ir constatando con algunas cifras el alcance de este planteamiento teórico. De las 34.000 personas que aproximadamente mueren al año en la ciudad de Berlín, con 3,65 millones de habitantes, unas 2.700 no tienen quien las entierre. El problema afecta al 7% de las muertes.
Se trata de los Eisam Verstorbene (muertos en soledad), reconocidos por la administración local, que proporciona los denominados «entierros sociales», un beneficio del estado de bienestar para todos aquellos cuyo patrimonio al morir no permita pagar los gastos de la propia sepultura y sin deudos para hacerlo por ellos. Excluyendo los años de pandemia, en los que las cifras se dispararon, los costes para la ciudad de Berlín son de unos 3,2 millones de euros al año del erario público.
Los funerales sociales pueden ser solicitados a las oficinas de bienestar social por familiares insolventes o por las autoridades de distrito y son los respectivos departamentos de Sanidad de cada uno de los distritos municipales los que se ocupan de la cremación y los trámites burocráticos que requiere la defunción. Cada uno de ellos ronda los 900 euros: sin flores ni música y la cremación sin ceremonia por ser la opción más barata.
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El barrio gubernamental de Mitte, con 535 procedimientos en un año, es el que más recurre a este servicio público, seguido de Neuköln y Charlottenburg, lo que demuestra que esta realidad se extiende igualmente en barrios burgueses o de población mayoritariamente inmigrante. Esta fría despedida y la dimensión que iba cobrando en su jurisdicción hirió la sensibilidad de Patrick Larscheid, médico y jefe del departamento de Sanidad de Reinickendorf, en el norte de Berlín. Aunque la burocracia se cumplía y los muertos se enterraban, Larscheid percibía algo «deshumanizado» en todo ello y pensó en organizar un servicio religioso público por los fallecidos. Habló con su amigo, el pastor Andreas Hertel, e idearon un servicio ecuménico, sin entrar en cuestiones confesionales pero que confiriera cierta dignidad a un último adiós a los finados. La idea tuvo desde el principio tanta aceptación que rápidamente quedó institucionalizada en este distrito cada tercer domingo de enero.
«Me podría pasar»
«Vi el anuncio en el tablón de la parroquia católica de San Nicolás y me pareció una bonita idea», comenta Norma, que decidió asistir a la última edición de este servicio ecuménico. «No pude evitar pensar que me podría pasar a mí también, porque mi único hijo vive en Francia y no tenemos mucho contacto», admite. Norma acudió el pasado 15 de enero a las 17.00 horas a rezar por esos muertos en soledad en el salón parroquial de la Wachsmuthstrasse 25 y la experiencia ha suscitado en ella reflexiones esperanzadoras. «Cada una de esas personas tuvo una infancia, unos sueños, unas ilusiones... y me alegra saber que, aunque no estuvieron acompañados por nadie en el final de sus vidas, hay quien no los conoció y aun así les dedica una última oración».
Otros distritos se han ido sumando a la iniciativa y la liturgia ha ido quedando más o menos establecida de la siguiente manera, aunque con variaciones: se enciende una vela por cada uno de los fallecidos a los que se despide, incluso se les hace presentes con una silueta de cartón; se leen sus nombres en voz alta y se pronuncian unas breves palabras sobre cada uno de ellos recordando su trayectoria vital, hasta donde se conoce; se invita a las autoridades del distrito, que suelen acudir; y se procede a un servicio ecuménico como los que se celebran en numerosas ocasiones en la festividad alemana.
Aunque el fenómeno de los funerales por muertos en soledad no se ha publicitado más allá de las parroquias protestantes y católicas, enseguida ha llamado la atención de poetas y artistas. A las resumidas biografías que comenzó leyendo en voz alta Larscheid sobre cada uno de los fallecidos en los primeros servicios, se han sumado más recientemente poemas, actuaciones musicales y oraciones escritas por fieles más o menos espontáneos, que comienzan a participar de forma más activa. Según ha publicado el diario 'Tagesspiegel', la incipiente tradición berlinesa se extiende por otras ciudades alemanas e incluso traspasa las fronteras. En el número de diciembre de la revista para personas sin hogar de Milán 'Scarp de Tenis', se informa que «a la última celebración que tuvimos en enero de 2022 vino la hija de una persona fallecida, que no había querido ocuparse del funeral de su padre porque habían perdido el contacto debido a una trágica historia de violencia familiar pero que quiso estar presente en esa última despedida. Nos alegramos de haber podido ofrecerle esa oportunidad».
El cineasta Raphael Schanz ha rodado varios de estos funerales en Berlín y ha publicado el documental titulado 'Alleingang', que plantea la muerte en solitario como un espejo de la sociedad y cuyo estreno ha dado lugar a conmovedoras reacciones. La película investiga la reducción de la muerte a un hecho administrativo, sus causas y sus consecuencias, y anima a preguntarse por las personas con las que se comparte edificio o vecindario en la gran ciudad.
Solo cuatro personas
«Me ha sorprendido sobre todo que no se trata solamente de personas sin hogar o de extranjeros cuyas familias están muy lejos, sino que hay entre ellos también berlineses de toda la vida que, por una u otra razón, han terminado sin nadie cerca a su alrededor», explica Doris Ulrich, que ha acudido ya a varios de estos funerales en la iglesia de Santa María del distrito de Mitte «por una cuestión de pura humanidad». Esta ha sido la última parroquia en sumarse y al primero de sus servicios acudieron solamente cuatro personas.
«Me ha hecho preguntarme quiénes acudirían a mi propio funeral y he encontrado una lista demasiado corta», confiesa Moritz, tras el servicio celebrado en la iglesia de la Trinidad, en Lankwitz, por las más de 400 personas fallecidas allí en soledad entre mayo de 2021 y noviembre de 2022. Esto «me ha llevado a hacerme el propósito de vivir de otra manera, más de cara a los demás, porque me parece muy triste vivir tan encerrado en mí mismo que tenga tantas posibilidades de morir solo».
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