«Cuando muera me apetece ser abono y alimentar raíces»
Nueva York ha sido el último lugar en aprobar el compostaje de cadáveres como alternativa ecológica al entierro o la cremación tradicional. La acuamación, los funerales ecológicos o los bosques funerarios se expanden en el sector ante un creciente interés por el medio ambiente
Madrid
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Iniciar sesiónIsaac se transformará en compost humano en cuanto muera. Ya ha pagado por ello. Durante 60 días, su cuerpo se descompondrá en una cámara sellada llena de alfalfa, paja y serrín hasta que pueda volver a casa convertido en un metro cúbico de tierra ... fértil, suficiente para llenar una camioneta. A sus 58 años, este norteamericano goza de buena salud, pero un susto hace cinco le llevó a reflexionar sobre su futuro. «Antes pensaba en la incineración, hasta que conocí sus efectos ambientales», explica a ABC. La conciencia verde también está cambiando el paso hacia la muerte. Y, en su caso, le permitirá fundirse con su finca. «Parece la mejor opción, vivo en casi 5 hectáreas de bosque en la costa de Oregón y mis restos compostados se pueden esparcir aquí». Todo quedará en los abetos, pinos, fresnos y alisos entre los que ha sido feliz.
Isaac contrató los servicios de Return Home (con sede en Alabama, EE.UU.), una empresa especializada en esta nueva fórmula funeraria, tras ver un vídeo en redes sociales en el que una madre emocionada cubría de paja el cadáver de su único hijo. El compostaje humano ha ido ganando terreno en EE.UU. desde que en 2019 lo legalizara Washington. Ya son seis estados los que lo permiten, el último el de Nueva York desde el pasado enero. En Europa solo se practica en Suecia, pero la forma en la que muchos occidentales se enfrentan a la muerte está cambiando. Ya hay quienes optan por ser purificados por hongos; enterrados directamente en la tierra con un simple sudario de lino o disueltos en un tanque de agua alcalina (la llamada 'acuamación'). La idea es contaminar poco incluso en la muerte.
@returnhomenor At return homes human composting facility unique goodbyes are common. #terramation #humancomposting #cremation #funeral #sustainable #deathcare #composting #grief ♬ American Beauty - Thomas Newman
«Es una adaptación de nuestro estilo de vida», opina el antropólogo social Pedro Tomé, investigador científico del Instituto de Lengua Literatura y Antropología del CSIC. «No estoy seguro de si esto se consolidará, pero dejar la menor huella ambiental posible es más que una tendencia», opina. Se trata, en parte, de volver a lo que se hacía hasta hace medio siglo: sin maquinaria, sin hormigón, sin químicos, sin artificio.
Pero, ¿cuánto contamina morir? Elisabeth Keijzer, una investigadora holandesa, intentó responder a esta pregunta. Concluyó que el coste ambiental del compostaje humano y de la acuamación era mucho menor que el entierro o la cremación. En los métodos tradicionales -en los que contabilizó hasta la producción del algodón que reviste los ataúdes-, la alteración del suelo y la emisión de gases de efecto invernadero eran mayores.
Según un estudio, la cremación, el método más intensivo en carbono, representa poco más del 0,03 por ciento de las emisiones que genera un ciudadano promedio en toda su vida
Sin embargo, Keijzer también puntualizó otra idea: el impacto total de los funerales es «bastante pequeño» en comparación con otras actividades que llevan a cabo los difuntos cuando disfrutaban de su vida. Según su estudio, la cremación, el método más intensivo en carbono, representa poco más del 0,03 por ciento de las emisiones que genera un ciudadano holandés promedio durante su ciclo vital.
Los datos de Recompose, la empresa de Seattle pionera en el compostaje humano, apuntan a que su método ahorra en torno a una tonelada de dióxido de carbono, contabilizando los gases que se dejan de emitir de forma activa y también lo que se captura de la atmósfera una vez crece el árbol. Podría llenar una piscina de 25 metros de largo, 10 de ancho y 2 de profundidad.
«Ideal para plantas»
El proceso que utiliza Recompose es muy similar al que será sometido Isaac en Return Home. El cadáver se cubre con compuestos orgánicos en un contenedor cerrado, lo que permite controlar el carbono, el nitrógeno, el oxígeno y la humedad del interior. También se controla la temperatura. Las condiciones son las idóneas para que los microbios y microorganismos se encarguen de la transformación del cuerpo.
El proceso dura unos dos meses, en los que los trabajadores irán moviendo la cápsula, de la que después se sacarán los huesos -que se trituran y añaden a la mezcla-, las prótesis y hasta los empastes. Los familiares podrán llevarse (o donar) los restos unos tres meses después de iniciar el proceso, con su ser querido convertido en un rico mantillo.
«El compost que hacemos es bastante bueno, pero nos da vergüenza llamarlo 'espectacular'», bromeaba la fundadora, Katrina Spade, en una charla TED en 2016. Es «ideal para la mayoría de las plantas».
Aunque se hace una primera despedida similar a un funeral tradicional (cuando el cuerpo se mete en la cápsula), Spade reconocía que el momento en el que la familia recoge los restos reconvertidos en abono es diferente. «A veces se da un momento un poco ligero entre los familiares, que es como: «Oh, esta fue 'mi persona' una vez y ahora es una gran cantidad de tierra que puedo usar para el huerto»», contaba.
Lino y hongos
Otras empresas quieren simplificar aún más el proceso. Con Transcend, creada en octubre en EE.UU., los cuerpos se enterrarán con solo un sudario de lino. No se permiten embalsamamientos, revestimientos de tumbas o lápidas. La capa superior con la que se cubrirá el cadáver es una mezcla de hongos enriquecidos con raíces, tierra y astillas que facilitarán que el árbol que se plante encima prospere.
«Los hongos crean una red directa entre el cuerpo y las raíces del árbol para que los nutrientes del cuerpo puedan alimentar al árbol y ayudarlo a crecer. De esta manera, su biología se convierte literalmente en el árbol», asegura la empresa, que promete revertir el 100% de la huella vital de carbono de las personas.
La empresa no ofrece cifras sobre cuántas personas han contratado el servicio, pero el director ejecutivo Matthew Kochman asegura por correo a ABC que han sido ya «muchas». «Hay mucho interés de los 'baby boomers', la culpa climática es algo muy real. De alguna manera ven lo que le han hecho al clima y están comenzando a planificar el final de su vida y quieren tomar las decisiones más sostenibles», asegura.
Industrializar la muerte
En realidad, el modelo predominante de entierro y cremación son métodos relativamente recientes, que desplazaron las tradiciones milenarias de utilizar simples mortajas o ataúdes de pino. «Esto es volver a procesos que siempre había habido hasta que la muerte se convirtió en un proceso industrial», opina Tomé. Una transformación que en España se ha producido en los últimos 40 o 50 años, acota el experto.
«Lo que existía en el mundo funerario me espantaba. Cuando tenía que ir a funerales siempre volvía pensando: «Yo no quiero acabar ahí»
Ana González Alonso
Cofundadora de Recordarium
En España no está permitido ni el compostaje humano, ni los entierros naturales. Los últimos datos disponibles de la patronal de funerarias, Panasef, apuntan a que el 44,93% de los fallecidos fueron incinerados frente al 55,07% que fueron inhumados.
Sin embargo, sí ha germinado cierto rechazo a las prácticas tradicionales. «Lo que existía en el mundo funerario me espantaba. Cuando tenía que ir a funerales siempre volvía pensando: «Yo no quiero acabar ahí»», recuerda la empresaria Ana González Alonso. Fue precisamente este pensamiento compartido con Fernanda Matoses lo que las llevó a crear Recordarium, un «bosque funerario» o «del recuerdo» en Méntrida (Toledo). Aquí las cenizas son transferidas a urnas biodegradables que pueden esparcirse o plantarse junto a un árbol, para que estos se fundan, un proceso que lleva entre 12 y 18 meses.
«Son realmente abono para la naturaleza. Es perpetuo, te fundes con la tierra», asegura González Alonso. Abrieron a finales de 2020 y ya tienen casi mil árboles «con alma», como le gusta decir a la empresaria. El perfil de quienes acuden a esta opción no es necesariamente el del ecologista. Hay gente práctica, gente espiritual, agnósticos, católicos… aunque son las mujeres de entre 45 y 70 años las que mayoritariamente se deciden. Como una viuda que le regaló a su difunto marido un árbol, le enseñó el lugar y después se volvió a casa otra vez con la urna. Quería que las cenizas de ambos alimentaran el árbol a la vez.
Sin embargo, esta opción no elimina la incineración. Las leyes funerarias han cambiado poco en las últimas décadas. «En España hay resistencias a los cambios» en este sector, señala Tomé.
Con las opciones que hay sobre la mesa, González Alonso tiene muy claro su futuro. «Hay una encina que me vuelve loca», dice. Sus cenizas la alimentarán. «Espero que dentro de mucho, pero me apetece ser abono, formar parte de las raíces familiares y dar oxígeno a la tierra».
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