Miles de peregrinos entran en San Pedro para dar su último adiós a Benedicto XVI
Los fieles hacen cola desde primera hora de la mañana para despedirse del Papa emérito en la capilla ardiente que estará abierta al público hasta el jueves 5 de enero
Corresponsal en el Vaticano
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Iniciar sesiónDurante tres días, al menos aparentemente, la basílica de San Pedro se transforma en la basílica de Benedicto XVI. Cuando minutos después de las nueve de la mañana se han abierto de par en par las puertas de la basílica, una religiosa asiática que ... llevaba esperando en la plaza desde poco después de las seis de la mañana se ha convertido en la primera peregrina rezaba ante el catafalco de Benedicto XVI. Detrás de ella, varios miles. Se calcula que este lunes pasarán por allí al menos 35 mil personas.
A esa hora, junto a los restos de Benedicto, rezaban conmovidos en primera fila Georg Gänswein y seis colaboradoras del Papa emérito -las cuatro laicas consagradas de Comunión y Liberación que atendieron su casa estos años, y dos religiosas que se ocuparon de su secretaría-. En segunda fila, el médico de Benedicto XVI, Patrizio Polisca, uno de los enfermeros del Papa emérito, y otros sanitarios que lo han atendido estos últimos meses.
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Benedicto está recibiendo honores de Papa en su capilla ardiente, pues junto a sus restos hay dos Guardias Suizos en posición de firmes. Se trata de un cuerpo militar reservado exclusivamente a los pontífices. De hecho, cuando el 28 de febrero de 2013 entró en vigor a las ocho de la tarde la renuncia a la sede de Pedro, lo primero que ocurrió fue que los suizos cedieron la vigilancia de la casa de Benedicto a la gendarmería vaticana.
El Papa emérito está vestido con la sotana blanca y lleva una casulla roja, el color de luto de los pontífices. A diferencia de sus predecesores, no lleva puesto el palio sobre los hombros, ni tiene a su lado la cruz pastoral, pues representan la potestad de gobierno a la que renunció.
Sus restos han sido trasladados directamente desde el ex monasterio en el que residía hasta la basílica de San Pedro. El cortejo casi familiar partió a las 7 de la mañana y mientras amanecía recorrió los Jardines Vaticanos. El Papa emérito fue trasladado en un coche fúnebre, y un puñado de colaboradores lo acompañaron a pie en silencio. Quince minutos más tarde llegaron a la basílica, a la 'Porta della Preghiera', la Puerta de la Oración, en una de sus fachadas laterales.
Allí lo recibieron quince 'sediarios pontificios', cuerpo protocolario del Vaticano presente en las visitas de Estado y que en el pasado se ocupaba de llevar la silla gestatoria. Por turnos, lo trasladaron formando una pequeña procesión.
Benedicto entró en el templo pasando justo bajo el gran monumento fúnebre que Bernini realizó para Alejandro VII, en el que esculpió a la muerte que se asoma bajo un manto de jade. El esqueleto de mármol muestra un reloj de arena al entonces papa para avisarle de había llegado su hora.
En el interior lo recibió el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica. Y mientras el coro entonaba la letanía de los santos y repetía «Ora pro eo», «Ruega por él», los restos fueron llevados ante el baldaquino que señala el lugar exacto donde está el sepulcro del primer apóstol.
Las seis velas del altar central están encendidas, como en las ceremonias solemnes. También, las decenas de lamparillas que rodean el altar de la confesión, ante el que está el catafalco, gesto reservado a ocasiones especiales. Justo al lado de los restos, han puesto un cirio encendido.
A lo largo de esta mañana, miles de personas se han acercado en silencio para darle las gracias, para confiarle una intención de oración, o para decirle adiós. Se acercan en silencio, sin lágrimas. A veces se escucha en la basílica un rosario murmurado, improvisado, o una misa en alguna de las capillas de la basílica. Uno de los peregrinos ha dejado una rosa en la barrera, pero las coronas de flores se quedan en la sacristía.
Cuando están cerca de los restos, después de haber recorrido la nave central, muchos alzan los móviles para enviar una foto a sus conocidos. «Avanti, avanti», «Adelante, delante»… La policía vaticana no permite que nadie se detenga ni un instante para santiguarse. Cada peregrino hace una cola de casi dos horas, para caminar despacio poco menos de veinte segundos cerca de los restos del Papa emérito.
«Gracias, porque fue un regalo para la Iglesia, por su testimonio, por su amabilidad, por su enorme fe», se escucha que dice a lo lejos un sacerdote que reza con un grupo espontáneo de peregrinos en una de las capillas.
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El Vaticano mantendrá las puertas de la basílica abiertas hasta última hora de la tarde. El miércoles cerrarán más tarde si fuera necesario, dependiendo de la afluencia de peregrinos. El funeral será el jueves a las 9:30 de la mañana. Un largo adiós al Papa Benedicto.
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