Más de cinco horas de cola para despedirse: «He visto mucho cariño y agradecimiento al Papa»
La procesión humana avanza por la Porta Santa y recorre la nave central en un sobrecogedor recogimiento. Algunos se arrodillan; otros simplemente bajan la cabeza al pasar frente al féretro
El último movimiento de Francisco que condicionará la elección de su sucesor
Corresponsal en Roma
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Iniciar sesiónDesde primeras horas de la mañana, el Vaticano ha sido escenario de un homenaje sin precedentes, silencioso y universal, al Papa Francisco. A las 11 en punto se han abierto las puertas de la basílica de San Pedro y ha comenzado oficialmente la cámara ardiente ... . Antes incluso de la apertura, la fila ya superaba las cinco horas de espera. La procesión humana avanza por la Porta Santa y recorre la nave central en un sobrecogedor recogimiento. Hay familias con niños, ancianos apoyados en bastones, religiosos, peregrinos de los cinco continentes. «¿Aquella vez con el poncho? Como un abuelo», evocaban algunos, mientras muchos reivindicaban la cercanía de un hombre que se sentía «uno de nosotros». Lo recuerdan como a un padre, como a un abuelo, alguien en quien confiaban.
El féretro del pontífice, colocado como él quiso sobre una sencilla plataforma a ras del suelo y no sobre el tradicional catafalco, reposaba ante el altar de la Confesión, sobre la tumba de San Pedro. Bajo la cúpula de Miguel Ángel, sin coronas ni ornamentos, la figura del Papa parecía aún hablar desde la humildad con la que había marcado su pontificado. La intensidad de este homenaje popular se reflejaba en los rostros y las palabras de quienes lograban acercarse al féretro. «Para mí, el Papa es todo. Es como mi padre», confiesa Precious, una religiosa de Zambia, de las Hijas de María Auxiliadora, tras haber esperado más de tres horas. «Ver esta cola tan inmensa me ha emocionado porque refleja la esperanza que él nos infundía. En un momento pensé que no podía aguantar más, pero tenía la necesidad de verlo».
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La generación que creció en la fe con el Pontífice
Isabel Gutiérrez Rico
El ataúd de Francisco reposa ante el altar de la Confesión, sobre la tumba de San Pedro, bajo la majestuosa cúpula de Miguel Ángel, no hay catafalco ni ornamentos: solo una sencilla plataforma a ras del suelo, como él quiso. En vida, Jorge Mario Bergoglio pidió que no se le rindieran fastos, que se le recordara únicamente como «un pastor y un discípulo de Cristo». Y así ha sido.
La ceremonia de traslado del cuerpo desde la capilla de su residencia en Santa Marta se celebró a primera hora de la mañana y congregó a más de 20.000 personas. Sencilla, pero profundamente conmovedora, incluyó una breve liturgia de la palabra presidida por el cardenal camarlengo. Ocho decenas de cardenales participaron en el rito.
Los sediarios pontificios -los mismos que en otros tiempos llevaban en andas al Papa- depositaron el féretro frente al altar, sobre la tumba del apóstol Pedro, subrayando la continuidad de la Iglesia y su raíz fundacional.
Bajo un cielo romano de primavera, con calor, nadie parecía dispuesto a abandonar la fila, conscientes de que lo que estaban viviendo trascendía una simple despedida; era una manifestación global de afecto hacia un pontífice que había marcado un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia. Entre ellos, la española Silvia Juan, acompañada por un grupo de jóvenes de Comunidades consagradas. «He percibido mucho cariño al Papa y una oración constante por el nuevo pontífice que vendrá. Francisco ha sabido hablar claro a mucha gente, aunque a veces le faltó precisión en algunos documentos. Pero su aportación ha sido profunda», comenta tras esperar tres horas y media.
«He percibido mucho cariño al Papa y una oración constante por el nuevo pontífice que vendrá»
Silvia Juan
El sacerdote Sunil, de Pakistán, se sumaba al sentir generalizado: «Estoy triste. Vengo a darle las gracias por los sacrificios que hizo por la Iglesia y por la paz en el mundo. Para mí fue como un padre que guiaba a una familia. Estoy convencido de que es un santo». La dimensión universal del legado de Francisco resonaba en las palabras de Giorgio Aroca, un franciscano capuchino llegado desde Brasil. Su testimonio revela la amplitud del impacto de Francisco: «Fue un mensajero de paz. Eso es lo más grande que ha hecho. Supo llegar no solo hay católicos, sino a personas de otras religiones. Pasar ante él me ha producido una emoción que no puedo describir con palabras. Ojalá su sucesor continúe en esta línea, porque no podemos retroceder».
La fe trasciende edades y fronteras, uniendo incluso a familias jóvenes en este peregrinaje de despedida. Laura y Valerio, un matrimonio de Ferrara, aguardaron pacientemente durante cuatro horas junto a sus dos hijos de 6 y 8 años: «Y menos mal que gracias a los niños pudimos entrar por una vía preferencial, pero valía la pena», comenta Laura. «Francisco representó -añade- la sencillez, el amor y el respeto a los valores. Eso queremos transmitir a nuestros hijos». Pero también el marido, Valerio, añade una crítica: «Me disgustó ver a muchos tomando fotos en vez de rezar. Nosotros vinimos a orar, no a inmortalizar un momento con el móvil».
Espíritu renovador
La juventud también se hacía presente en este adiós, con la esperanza de un futuro que continúe el espíritu renovador del pontificado. Ana Paula García, una joven mejicana, expresaba: «Te queda la emoción de dar un adiós a un Papa carismático. Yo, como joven, le estoy muy agradecida porque lo he visto como la voz de los jóvenes. Ha significado un cambio, un ir hacia adelante y no quedarse en el pasado. Yo espero que su sucesor siga moviendo también a la Iglesia hacia adelante, porque si no va a perder a muchos jóvenes».
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Las cifras hablaban por sí solas: decenas de miles de personas rindiendo tributo a un hombre que trascendió su papel religioso para convertirse en una figura de referencia moral a nivel global. Y ante la incesante afluencia de fieles, la sala de prensa del Vaticano emitía un comunicado que reflejaba la magnitud del homenaje: «En consideración de la elevada afluencia de fieles que desean rendir homenaje al Santo Padre, no se excluye la eventualidad de prolongar la apertura de la Basílica Vaticana más allá del horario establecido de las 24:00». Lo mismo podría ocurrir este jueves. La noche romana se preparaba para acoger aún más oraciones y silenciosas despedidas, confirmando que el legado de Francisco se inscribía en el corazón de su pueblo, un homenaje que superaba cualquier expectativa y desafiaba los límites del tiempo.
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