El milagro de la vuelta al cole en el Congo
Pocas familias pueden pagar las matrículas de 250 euros en este pobre país africano marcado por la guerra
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Madrid
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Iniciar sesiónAurelie, de nueve años, quiere ser astronauta; a Émile, de diez, le gustaría ser médico y Juliette, de doce, confía en llegar a ser profesora. Todos ellos sueñan con tener un futuro dentro o fuera de la República Democrática del Congo (RDC), un país ... con una tasa de paro del 79% en algunas zonas y donde solo en Kinshasa, su capital de 20 millones de habitantes, deambulan sin rumbo por las calles más de 30.000 niñas y niños huérfanos.
Mientras miles de niños de nuestro país comienzan estos días con normalidad la vuelta al colegio, otros miles luchan en la RDC por tener una oportunidad para acceder a las aulas. Se calcula que cada matrícula escolar tiene un coste aproximado de 250 euros anuales, que incluye el material escolar y el uniforme. Una cantidad que miles de familias no se pueden permitir, ya que muchas de ellas viven con dos euros al día o un sueldo mensual que apenas llega a los 53 euros.
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Gabriel González-AndríoLa toma de la ciudad fronteriza de Goma por la guerrilla M-23, apoyada por Ruanda, es la última secuela del genocidio de hutus contra tutsis hace tres décadas y la lucha por valiosos minerales como el coltán
Uno de los sitios más complicados para acceder a la escuela se encuentra en ciudades del este del país africano como Bukavu y Goma, que ahora mismo están en manos del grupo rebelde M-23, apoyado por el Gobierno de Ruanda. A pesar del reciente acuerdo de paz firmado entre la RDC y Ruanda, con la mediación de Estados Unidos, esta zona sigue sumida en un conflicto armado que parece no tener fin. Los principales afectados son los niños y las familias.
El médico congoleño Freddy Zibuhe comenta que «la situación en esta zona del país sigue siendo extremadamente tensa. Tanto en Bukavu como en Goma la vida cotidiana sigue paralizada: sólo unos pocos niños han podido ir a la escuela, mientras que muchos otros se quedan en casa. En las zonas rurales, donde se encuentran los principales caminos y los campos agrícolas que abastecen a los pueblos, los combates continúan sin tregua entre los guerrilleros Wazalendo y el M23. Como consecuencia, no salen alimentos de los campos, que se han transformado en escenarios de batalla, y es difícil conseguir dinero».
«Los campos se han transformado en escenarios de batalla y es difícil conseguir dinero»
Freddy Zibuhe
Médico congoleño
«Sobre el terreno, los efectos del acuerdo recientemente firmado son inexistentes. La guerra continúa y el bandidaje urbano aumenta. El único sentimiento de la población por el momento es de una creciente desesperación», agrega.
Zibuhe señala que «el comienzo del nuevo curso escolar se ha visto gravemente perturbado en el este del país. Cada vez más niños abandonan las aulas, sobre todo en las escuelas públicas donde el Gobierno había prometido enseñanza gratuita. Según un anuncio del Ministerio del Interior, las escuelas de las zonas ocupadas no recibirán ninguna ayuda gubernamental. Esta decisión traslada la carga financiera a los padres, ya de por sí muy presionados, añadiendo una carga más a las familias del este de la RDC».
Nathalie Vumilia, profesora en la Universidad de Bukavu, explica a ABC que «el regreso a las aulas en Bukavu está siendo muy tímido porque algunos padres siguen dudando si es realmente seguro. Una profesora de primaria me ha dicho que están yendo a atender la escuela, pero hay muy pocos alumnos, menos de la mitad de los matriculados».
Yvette Mushigo, coordinadora de la ONG Sinergia de Mujeres por la Paz y la Reconciliación de los Pueblos de los Grandes Lagos (SPR) -a pocos kilómetros de Goma-, explica que «muchos niños no han podido renovar sus uniformes y material escolar por la guerra, algunos padres (muchos de ellos están en el paro) no han podido comprar ropa, zapatos o mochilas nuevos. Por otro lado, las autoridades rebeldes han fijado unas tasas escolares y los impuestos para este curso».
Amigos de Monkole
En medio de esta situación hay fundaciones y ONGs, como la española Amigos de Monkole (con sede en Madrid), que han puesto en marcha un programa de becas escolares para niños de orfanatos en situación grave de vulnerabilidad. «Gracias a nuestros donantes, este curso vamos a poder becar a niños de dos pequeños orfanatos del municipio de Mont-Ngafula, con 500.000 habitantes», explica Enrique Barrio, presidente de la Fundación Amigos de Monkole.
«En nuestros 15 años de experiencia en Kinshasa hemos conocido diversas organizaciones que acogen a estos niños, pero que normalmente no pueden pagar sus estudios y no están escolarizados. Queremos con este proyecto escolarizar inicialmente a 50 niños de la periferia de la capital, y de esta forma darles un futuro», añade.
«De mayor quiero ser pequeño»
Benne
Niño congoleño de siete años
Algunos de estos niños han querido ofrecernos su testimonio. Benne, de siete años, afirma que «de mayor quiero ser pequeño». Lo dice porque quiere jugar, porque no siempre puede. Lleva ya tres años consecutivos escolarizado, algo muy poco común en su entorno. En el orfanato Les Foyers de la Miséricorde, que trabaja con Amigos de Monkole en la escolarización de niños vulnerables, tiene acceso a esa oportunidad que cambiar vidas.
Julia, de ocho años, también vive allí. Está empezando a leer y escribir con soltura y quiere seguir los pasos de Matti, su «hermana de corazón» de doce años. Matti pasó su infancia trabajando en la venta ambulante hasta que llegó al orfanato hace apenas dos años. Ahora, mientras termina la primaria, empieza a formarse para orientar su futuro hacia el ámbito de la salud.
La historia de Silvie es distinta. Tiene casi 16 años y ha pasado por varios orfanatos antes de llegar al macro orfanato Mama Koko, donde Amigos de Monkole impulsa un proyecto de salud, higiene y nutrición. Aunque académicamente apenas alcanza el nivel de tercero o cuarto de primaria, sueña con entrar en una escuela de hostelería de prestigio en Kinshasa. Ese sueño nació, como ella misma cuenta, cada verano, cuando veía llegar a voluntarios «que aunque lo tenían todo, venían a hacer algo tan útil como escuchar y querer». Y eso mismo quiere ella en la cocina: dar más que alimento, dar cuidado. Cada día cocina para un barracón de mujeres, aprendiendo recetas y la organización. Si continúa con esta trayectoria, Amigos de Monkole financiará su formación en esa escuela, apostando por un futuro que parecía imposible.
«Si pudiera decirle algo a la gente de España, sería que no se olviden de que son y fueron niños»
Arline
Niña congoleña de ocho años
Arline, de ocho años, también vive en un orfanato. A los seis años tomó una decisión que revela su madurez prematura: ir sola al orfanato, porque su familia no podía mantenerla. «Entre morir en la calle trabajando y entrar allí, preferí venir», cuenta. Y añade: «Si pudiera decirle algo a la gente de España, sería que no se olviden de que son y fueron niños, y que a veces lo sean. Y, si no quieren, que nos dejen a nosotros serlo».
Esta niña se levanta cada mañana para barrer la casa y vestir a los más pequeños antes de ir al colegio. En su clase son unos cuarenta, todos con uniforme. Para sentarse, hay que llegar antes y guardar sitio. Aun así, lo hacen siempre juntos, como siel simple hecho de aprender fuese ya una victoria compartida.
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