Michel André: «El nivel de ruido en el mar es el de un bar, aviones que pasan y un tren que no para»
El ingeniero comparte sus grabaciones de fauna marina en la exposición 'Ecos del océano' y reflexiona sobre la contaminación acústica
Cinco años seguidos de muertes masivas de especies por un Mediterráneo demasiado cálido
Madrid
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Iniciar sesiónMichel André (Toulouse, Francia, 1963) lleva 20 años descifrando un mundo vedado a los oídos del ser humano. «Pocos tenemos la suerte de entrar en la dimensión acústica del mar», asegura. Dirige el mayor archivo del mundo de sonidos de fauna marina, en el Laboratorio ... de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña. A través de 150 'boyas acústicas' que André ha repartido por todo el mundo, ha logrado abrir las puertas de este mundo oculto. Comparte ahora su contenido junto con los artistas digitales Marshmallow Laser Feast en la exposición 'Ecos del océano', inaugurada hace unos días en la Fundación Telefónica (en Madrid hasta el 7 Septiembre). Juntos intentan reconstruir cómo se desarrolla la vida en el mar, lejos de la visión del ser humano y de su impacto.
—Si lo que escucha en su laboratorio es lo que se oye en esta exposición, debe tener el trabajo más relajante del mundo.
—Esos son los sonidos que se escuchan sin intervención humana. Luego hay ruidos menos agradables.
—¿Qué se oye en las boyas más cercanas de las 150 que monitoriza?
—El sonido dentro del agua se propaga a una velocidad mucho mayor que en el aire y a una distancia mucho mayor. Puedes captar sonidos que se producen cientos de kilómetros más lejos. Evidentemente más cerca de actividades humanas habrá más ruidos artificiales, y más cerca de una población de ballenas, de delfines, de crustáceos o de mejillones, tendrás más sonidos naturales. Eso forma un paisaje sonoro que ha estado en armonía durante millones de años. En los últimos 80, 100 años, hemos producido ruido de forma masiva sin saber que podía contaminar. Cuando se empezaron a ver varamientos de cetáteos y efectos en invertebrados, nos dimos cuenta de que estos ruidos podían tener una consecuencia grave.
—¿Cuáles son los efectos del ruido marino, más allá de los varamientos?
—Cuando empezamos, pensamos que las especies que iban a sufrir este ruido eran las que utilizan el sonido o la información acústica de forma activa, como los cetáceos. Durante 20 años, nuestro grupo y otros nos concentramos en entender la sensibilidad acústica de las 90 especies de cetáceos que existen. Pero nuestro laboratorio, en 2011, encontró que los invertebrados marinos [crustáceos, cefalópodos, medusas, corales...], que son estas especies que carecen de oídos, son sensibles al aspecto mecánico de ese sonido, al aspecto vibratorio, que es el segundo componente del sonido. Y cuando se exponen presentan los mismos traumas acústicos que los animales que oyen los sonidos. Esto cambió completamente la perspectiva del impacto de las fuentes de sonido. En 2021 encontramos que las plantas del Mediterráneo, la posidonia, cuando se exponen a fuentes artificiales de ruido también presentan unos traumas que son incompatibles con su vida. Todos los eslabones de la vida en el océano sufren de esta contaminación.
—¿A qué se refiere con trauma acústico? ¿Puede explicarlo?
—Si pensamos en los efectos del ruido, podemos categorizarlos en tres. El que menos importancia tiene y que es ya letal es el que enmascara una información que es vital. En el mar, el único soporte de comunicación que hay es el sonido. Por lo tanto el enmascaramiento de la información puede poner en peligro a los animales. Por otro lado, la peor es la fuente de tal intensidad que la onda asociada al ruido es letal. Y entre las dos, está el sonido que si se mantiene la exposición, llega a una patología permanente que hace que pierdas la capacidad de captar o de extraer información del sonido. Y esto hace que te vuelvas sordo a estas frecuencias.
—¿Qué ruidos generan la muerte automática?
—A nivel de las fuentes por actividad humana, las de más intensidad son la prospección de petróleo, la construcción de parques eólicos y las maniobras militares.
—En el Mediterráneo, ¿con qué podríamos comparar el nivel de ruido que hemos introducido? ¿Es como vivir con un bar debajo de casa?
—Bueno, es que no es solamente un bar. Sería un bar, unos aviones que pasan de forma permanente, un tren sin parar a nuestro lado, unas vibraciones con continuas. Esta es la realidad de los habitantes del mar, pero con la diferencia de que nosotros podemos aislarnos, tenemos casas, podemos ponernos tapones... En el mar no se puede. Y la segunda diferencia es que nosotros podemos vivir dentro de un entorno de ruido, podemos ver, podemos comunicar… ellos es imposible. No tienen ningún tipo de escapatoria.
—Desde que empezó a estudiar la contaminación acústica, ¿ha mejorado el ruido de los barcos?
—No, lo que ha mejorado es la conciencia y el conocimiento. Se está estudiando un diseño de las palas de las hélices para que caviten menos [un proceso por el que producen unas microburbujas que cuando explotan hacen mucho ruido], sin que consuman más y sin que vayan menos rápido. Cuando la flota actual se retire dentro de diez años tendremos barcos un poco más silenciosos. Creo que será tarde, pero al menos hay este esfuerzo.
—¿Y establecer corredores de cetáceos sirve para algo a nivel de contaminación acústica?
—El mar no tiene fronteras y los sonidos viajan mucho más lejos que en cualquier otro canal. Los cetáceos, con el conocimiento que tenemos hoy, son los que probablemente sufran menos de esta contaminación. ¿Por qué? Porque tienen unos mecanismos de protección frente a fuentes acústicas de alta intensidad y tienen la capacidad de alejarse muy rápidamente de una zona. Por lo tanto la dosis de sonido que reciben, de frecuencias, de duración y de intensidad es mucho menor que la que reciben los invertebrados, que son los corales, los crustáceos, los cefalópodos, las medusas… todas estas especies se mueven poco, algunos nada, y el impacto es mucho mayor. Cuando se tiene en cuenta la idea de un corredor no se tiene en cuenta ni la escala de tiempo ni de espacio y tampoco estas especies que sufren de esta contaminación.
—En España en breve vamos a empezar a desplegar la eólica marina, de carácter flotante. ¿Sabemos lo suficiente sobre su impacto?
—Empezamos, porque hace poco que esa tecnología está en marcha. Es muy importante que se hagan pruebas y sobre todo poner unos mecanismos de seguimiento para ver en qué medida la construcción afecta al entorno.
—¿Entonces es partidario de estudiarlo a la vez que se implanta, y no paralizar la construcción?
—Sí, no podemos ir en contra de todo lo que se está haciendo. Somos como sociedad corresponsables de cualquier actividad humana que tenemos. Los parques eólicos presentan una alternativa a las energías que sabemos que dañan.
—¿Y con la minería submarina?
—Es un atentado grave a los ecosistemas. Si se pusiera en marcha como lo quieren hacer, sin ninguna garantía de seguimiento de impacto, acabaríamos con todo el equilibrio submarino a una velocidad jamás vista en toda la historia del ser humano.
—¿Por qué le hemos prestado tan poca atención a la contaminación acústica en el mar?
—Porque no la oímos. Si estamos en la playa y entramos en el mar, decimos, 'uy, qué relax', ya no oigo los gritos. Pero si fuéramos capaces de oír en el agua, sería mucho peor de lo que oímos en la playa, no querríamos ir.
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