Mancinelli, el sastre que confecciona la sotana que vestirá, o no, el próximo Papa
Entre la picaresca y la ilusión: el famoso Sastre ya prepara tres hábitos y tres tallas diferentes, para que, al menos una, se acomode al nuevo pontífice
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En el escaso espacio de la sastrería Mancinelli, en el Borgo Pio romano a escasos metros del Vaticano, Raniero se mueve con una soltura y gracia, impropias de sus 86 años, para atender, sin perder un segundo, a los clientes que buscan algún ... tipo de hábito eclesiástico y a los medios de comunicación que hemos llegado ante el reclamo de que está cosiendo las sotanas que esperarán en la sacristía de la Capilla Sixtina, al nuevo Papa. Tres hábitos y tres tallas diferentes, para que, al menos una, se acomode al nuevo pontífice al que nadie se atreve a poner nombre.
«Ya tengo preparadas dos y en este momento estoy haciendo la tercera, ¡si me la dejáis hacer!», nos dice en tono de broma a los periodistas que tratamos de arrancarle alguna información, a la par que atiende a unas monjas indonesias, que quieren comprar cinta dorada para forrar los dobladillos de las casullas que cosen en su convento. «Les conviene comprar el rollo entero, les sale mejor de precio. Yo puedo darselo cortado a la medida que necesiten», les dice a las religiosas en un tono entre confidente y embaucador que consigue su objetivo. Las monjas se llevarán los más de cien metros de la bobina completa.
«Le sienta muy bien, pero seguro que el blanco le quedaría mejor», le dice zalamero a un joven sacerdote que se prueba una sotana negra y se deja querer con el vaticinio de que quizás algún día sea el Papa. Raniero sabe que, si los cuida, sus clientes son para toda la vida y no pierde oportunidad para potenciar esa fidelidad. Así le ocurrió con Joseph Ratzinger. «Él vivía aquí a unos metros», nos cuenta a ABC, señalando la dirección de la cercana piazza della Città Leonina, donde el cardenal bávaro residió en un discreto apartamento en los años en que era prefecto de Doctrina de la Fe.
«Venía mucho por aquí, nos veíamos a menudo y hablábamos. Él siempre me pedía sotanas de telas gruesas, porque era friolero», nos confiesa. Luego, cuando fue elegido Papa, siguió confiando en Mancinelli para encargarle algunas de sus sotanas y ornamentos litúrgicos. En las paredes de la tienda, un constante homenaje al 'horror vacui', en los escasos espacios que dejan libre los rollos de tela o las casullas, sotanas, solideos y camisas de clergyman expuestas, las fotos de Raniero con los últimos pontífices atestiguan su historia.
«He vestido a tres Papas, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, pero esta es la primera vez que hago las sotanas del primer día, junto con la faja y el solideo», nos explica, mientras nos enseña estos dos últimos ornamentos de impoluto blanco papal. Para no fallar en las medidas, Raniero ha previsto tres tallas: 50, 54 y 58, más preocupado por el ancho que por el largo. «Si el nuevo Papa es bajito me preocupa menos, porque desde el balcón no se ve si queda muy larga. Luego ya se podrán hacer los arreglos», nos confiesa.
«Dicen que después de un Papa gordo viene uno flaco, así que debería ser un Papa más bien no demasiado grande«
Porque nadie sabe cómo será el nuevo Papa. «¿Conoces la historia?», nos pregunta mientras sostiene con fuerza el brazo y nos enseña las dos sotanas que ya tiene confeccionadas en un taller aún más pequeño, en la zona de trastienda. Y se arranca: «Dicen que después de un Papa gordo viene uno flaco, así que debería ser un Papa más bien no demasiado grande, porque ya hemos tenido uno grande, y antes uno pequeño», nos cuenta en referencia a Francisco y Benedicto XVI. Si acierta en su pronóstico, la sotana elegida será la mediana.
De Bergoglio nos cuenta que le conoció en su etapa de cardenal, cuando buscaba «telas más sencillas y humildes» y le regateaba con los precios. «El pectoral que me compró sí que lo llevó siempre», nos explica, mientras señala uno similar, con la imagen del Buen Pastor, que ofrece en la vitrina del mostrador por unos quinientos euros. «Como Papa comenzó con una talla 54, pero después fue engordando y llegó a necesitar una 58», explica. Y mirando las sotanas blancas que ya tiene dispuestas confiesa ilusionado: «Ahora, de las tres sotanas, el próximo Papa vestirá la que mejor le quede».
En realidad, nadie le ha hecho el encargo a Raniero. En contra de la tradición, en esta ocasión el Vaticano decidió no encargar las habituales tres sotanas de tallas diferentes, que desde principios del siglo XX ha elaborado ante cada cónclave otra sastrería eclesiástica ubicada en el centro de Roma, a espaldas del Pantheon. El actual propietario del negocio, Lorenzo Gammarelli, el último descendiente de la misma familia que lo ha regentado desde 1798, recibía «algo desilusionado» la noticia de que el Vaticano tenía previsto tirar de fondo de armario y reutilizar las sotanas que no fueron utilizadas en cónclaves anteriores. «Cada vez que han elegido Papa cosíamos tres sotanas de tamaño diferente —alto, medio y bajo— y sólo era utilizada una», explicaLorenzo Gammarelli.
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Con esa rapidez mental que da la experiencia y los años de regalar el oído a sus clientes, Raniero Mancinelli aprovechó el vacío para comenzar a coser las tres sotanas que tiene previsto entregar al Vaticano antes de que el miércoles comience el cónclave. Confía en que finalmente el nuevo Papa vista una de ellas, pero no tiene ninguna garantía de que finalmente se encuentren entre las que tenga a su disposición en la sacristía de la Capilla Sixtina, la conocida como «sala de las lágrimas». De momento, la estrategia de promoción le ha salido perfecta y la pequeña tienda está abarrotada de clientes, que además de comprar, también quieren ver las prendas del próximo Papa. Un ajetreo del que Raniero se escapa por momentos para volver a la calma del diminuto taller en busca de unos instantes de paz que le permitan dar las últimas puntadas al hábito blanco que, tal vez, llegue a vestir el próximo Papa.
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