¿Habrá más Lucías que Marías? Vida y muerte de los nombres propios

En España los nombres se pueden clasificar en seis grandes grupos: clásicos, clásicos modernos, en declive, renacidos, moda reciente y moda pasajera. El primero de ellos, los clásicos, está formado por aquellos nombres que nunca pasan de moda. Ahí está María, su máximo exponente entre las mujeres. Ana, en menor medida, también entraría en este grupo de nombres clásicos, siempre presente en los puestos altos década tras década. Ana, como María, es nombre de persona mayor, de mujer madura, de joven, de niña y de bebé. Entre los varones, aunque las diferencias no son tan pronunciadas, entre los clásicos estarían Antonio, Manuel y José, en este orden, los nombres más frecuentes entre los hombres.

Entre las españolas nacidas antes de la década de los años cuarenta, María es la número uno, según datos del INE a partir de la estadística del padrón. Después, siempre se ha mantenido entre los cinco primeros década tras década, con alternancias en el primer puesto. Tan solo ha desfallecido por su propia competencia: en la década de los sesenta no se metió en el top diez porque nueve de los diez primeros puestos estaban copados por las María Carmen, Ana María, María Pilar… María y lo que fuera.

Las Marías, sin contar sus compuestos, son más de medio millón en España, con diferencia el nombre simple más común. Son más del doble que, por ejemplo, las Lucías. Pero su edad media es también el doble: 48 años frente a 24 años. Aunque cada año María consigue colarse entre los cinco nombres más frecuentes entre las niñas recién nacidas, la pujanza y juventud de las Lucías amenazan a largo plazo su trono, siempre y cuando mantenga su atractivo para los padres.

No obstante, la enorme distancia entre el número de Marías y de Lucías hace improbable que un día la superen en número, más aún teniendo en cuenta que María sigue siendo un nombre muy solicitado. El año pasado, por ejemplo, hubo casi 2.500 recién nacidas con el nombre de María, el quinto más frecuente, por las poco más de 3.500 Lucías, el más popular. La diferencia de poco más de 1.000 al año es insuficiente para superar la distancia de más de 300.000 que actualmente las separa en favor de María. Es imbatible.

Lucía, al fin y al cabo, es la gran exponente de los nombres clásicos modernos. Son nombres que hace tiempo dejaron de ser una moda para alcanzar la atemporalidad. Aunque Lucía siempre ha estado allí, no entró a formar parte del top cincuenta de nombres favoritos hasta los años ochenta. Desde entonces, su ascenso ha sido imparable hasta alcanzar el primer puesto en 2003, sin bajar del pedestal ni un solo año.

En menor medida, Paula es otro clásico moderno. Al igual que Lucía, se coló discretamente en el top 50 en los años ochenta, en los 90 incluso superó a Lucía, y ha sabido mantenerse en el top 3 todo este siglo. Sin embargo, a diferencia de Lucía, ya ha comenzado a perder interés, y se está descolgando del grupo de favoritos. Entre los varones, Daniel y David son los grandes clásicos modernos. De nuevo, entre los nombres de hombres las diferencias son menos evidentes, con mayores alternancias y sin grandes hegemonías tampoco en este grupo.

No todos los nombres son eternos como María. Algunos, simplemente, pasan de moda. Hoy es difícil encontrar una Josefa de menos de 50 años, cuando hasta los años sesenta era un nombre fijo en el top 3 entre los recién nacidos. Sin embargo, desde los años setenta no volvió a figurar en los puestos altos. Aunque siguen siendo muchas, todavía hay 250.000 en España, su desaparición parece inevitable: la media de edad de las Josefas actualmente es de 70 años.

Dolores o Pilar son otros nombres en declive, a pesar de haber sido mayoritarios en décadas pasadas. Como Josefa, desde los años setenta perdieron popularidad. Pilar ya ni siquiera destaca en Zaragoza, y Dolores está viviendo una involuntaria segunda juventud a partir de su apócope, Lola, dentro del top 20 de nombres más usados para las niñas recién nacidas en 2022. Entre los varones, Francisco, Emilio o Tomás forman parte del grupo de nombres en declive, antaño omnipresentes en los colegios, hoy excepcionales.

No todo está perdido para esos nombres que pasan de moda. Algunos vuelven. Como Carmen. Hasta los años sesenta era un fijo como segundo nombre más común entre las recién nacidas. En las décadas de los años 40 y 50, sólo superado por María Carmen. El compuesto, de hecho, fue número uno en las décadas de los cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta. Después de recoger todo el 'baby boom', hay más de 600.000 María Carmen en España, más 350.000 Cármenes.

Sin embargo, a partir de los ochenta, las Cármenes dejaron de copar los registros, sin llegar a desaparecer por completo. Ahora están renaciendo, con una permanencia estable, más discreta, entre los veinte primeros nombres más frecuentes de las recién nacidas.

Sin llegar al extremo de popularidad de Carmen, Julia es otro nombre renacido. De estar en boga hasta los años cincuenta del siglo XX a desaparecer prácticamente de los libros de familia. Hasta el siglo XXI, cuando es un fijo en el top diez, incluso por encima de Carmen. Entre los varones, Martín y Pablo forman parte del grupo de nombres renacidos, aunque nunca llegaron a ser tan hegemónicos antaño y realmente están viviendo hoy su esplendor.

El siglo XX, al margen de Lucía, es el tiempo de las Sofías. Aunque todavía es pronto para saber si quedará consolidado, ya es más que una moda pasajera, después de más de media década en el top tres, y dos décadas en el top 20. La juventud de un nombre que remonta a la Grecia clásica está reflejada en que las casi 100.000 Sofías que ya hay en España tienen una media de 18 años de edad. Las Martinas y Danielas son otras modas en proceso de consolidarse o ser una moda temporal. Entre los varones, Hugo es la moda reciente más asentada.

El último grupo está formado por las modas pasajeras, como lo fueron las Vanesas y las Jessicas en los ochenta, que aparecieron y desaparecieron con la década. O, en menor medida, las Lorenas y las Estefanías de los ochenta y noventa. Entre los varones, Cristian y Rubén vivieron su momento en esas décadas para ser hoy poco habituales. Hoy, más si cabe, con una dispersión mayor en los nombres, motivado por la búsqueda de originalidad y la diversidad cultural de origen de los progenitores, las modas juegan un papel más determinante. ¿Qué será de las Noa, Mia, Zoe, Lía, Cloe o Chloes? ¿Y los Thiago, Leo o Enzo?