Laicismo apolillado
La Iglesia católica tiene el mismo tratamiento fiscal que ONGs, fundaciones o partidos partidos
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El ministro Bolaños con los representantes de las confesiones a los que se les ha concedido la exención del IBI
Hace pocos días, en Budapest, el Papa dijo que una provechosa colaboración entre el Estado y la Iglesia es fecunda, salvaguardando bien las oportunas distinciones. Francisco cargó con no poca ironía contra un laicismo «que se muestra alérgico a cualquier aspecto sacro para luego inmolarse ... en los altares de la ganancia». Ese comentario retrata bien lo que acaba de suceder en España tras anunciar el Gobierno que quedarán exentas del Impuesto de Bienes Inmuebles las confesiones religiosas de «notorio arraigo». Es una decisión que valora la libertad religiosa como un bien fundamental a proteger. Lo llamativo es el coro de voces indignadas que se han levantado con este motivo, reprochando a un Gobierno que consideran amigo por extender a todas las confesiones unos supuestos «privilegios» de la Iglesia católica, en lugar de suprimirlos por las bravas.
Es necesario recordar a los ignorantes y a los fanáticos del laicismo que la Iglesia católica tiene en España el mismo tratamiento fiscal que cualquier ONG, fundación, partido político, sindicato o federación deportiva. Todas estas realidades gozan de beneficios fiscales porque el Estado reconoce su aportación al bien común y la favorece. Parece que a estos indignados lo que les molesta es la propia existencia de la Iglesia, aunque creyentes y no creyentes reconozcan su insustituible labor social. Les molestan también los vínculos históricos de España y Europa con el cristianismo, a pesar de que esas raíces cristianas son las que han propiciado la separación entre Iglesia y Estado, y explican el surgimiento de la democracia en tierras europeas.
Es cierto que la democracia ampara la libertad de crítica respecto de la Iglesia y de cualquier confesión religiosa, sólo faltaría. Pero pretender marginar de la ciudad común las expresiones de la fe, y las obras que nacen de ella, es algo profundamente antidemocrático, además de que empobrece la convivencia