La labor de los 'Cascos blancos' en Siria: «He dormido tres horas en tres días y no pararé hasta sacar a todos de los escombros»
Los primeros envíos de ayuda al país no incluyeron material para facilitar las labores de rescate
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Iniciar sesiónXsmail es uno de los tres mil 'Cascos blancos', el equipo de rescatistas que trabaja en la zona Siria controlada por los rebeldes. Escarba entre toneladas de escombros «con las manos y con herramientas básicas» en busca de supervivientes. No está dispuesto a ... rendirse.
Desde Idlib, a unos 100 kilómetros del epicentro, responde a ABC en una de sus pausas. «Llevo tres días trabajando sin parar. Ayer dormí de las 4 a las 7», explica con voz agotada. «Espero encontrar más supervivientes. Es mi trabajo y seguiré haciéndolo hasta que terminemos, hasta que los rescatemos a todos», promete con una mezcla de orgullo y tristeza.
No es fácil dar números reales de la tragedia que el terremoto ha dejado en Siria, pues ha arrasado las inmediaciones de Idlib, zona controlada por los rebeldes, y las de Alepo, contralada por el gobierno de Bashar al-Ásad. Se habla de más de 3.300 fallecidos. Pero no hay maquinaria pesada para las tareas de rescate, por lo que bajo los escombros podrían encontrarse muchos más.
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Los 'Cascos blancos' creen en los milagros. Aseguran que desde el lunes han rescatado con vida a unas tres mil personas en toda la región. Lo han hecho ellos solos. «Me siento frustrado porque el mundo ha abandonado al pueblo de Siria. Se han olvidado de nosotros», se despide Ismail.
Primer convoy
Este jueves, cuatro días después del terremoto, llegó a Siria el primer convoy de la ONU con ayuda humanitaria. Llegó a través del paso de Bab al Hawa, zona fronteriza con Turquía controlada por rebeldes, para evitar que el régimen de al-Ásad use las ayudas como instrumento de presión.
Aunque toda ayuda cuenta, los productos fueron recibidos con cierta desilusión. El paquete de ayudas cubrirá las necesidades de cinco mil personas, en una región de 4 millones de habitantes. Los seis camiones transportaban sólo mantas, colchones, tiendas de campaña, artículos de primeros auxilios y de higiene y lámparas de energía solar. Ni rastro de material para rescatar a quienes estén bajo los escombros.
«Estamos decepcionados en un momento en que necesitamos desesperadamente equipos que nos ayuden a salvar vidas bajo los escombros», declaró horas más tarde la organización 'Cascos blancos'.
«Necesitamos herramientas de rescate, vehículos, ambulancias, coches, combustible. No tenemos tampoco mano de obra, necesitamos expertos en búsqueda de personas y tareas de rescate que vengan a ayudarnos», detalla Oubadah Alwan, portavoz de los 'Cascos blancos'. «Pensamos que hay cientos o miles de personas bajo los escombros, no sabemos cuántos pueden sobrevivir a este punto. Estamos en pleno invierno, trabajando bajo un frío terrible», describe decepcionado.
Además, según Alwan, la ayuda que llevó el convoy de la ONU no era una «respuesta al terremoto ni para la reconstrucción. Se trata de la ayuda humanitaria que periódicamente envían a esta zona de Siria. A causa del seísmo interrumpieron el envío y hoy lo han reanudado», explicó.
25 millones de dólares
Por su parte, el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, anunció que las Naciones Unidas han autorizado destinar 25 millones de dólares para atender la emergencia, y va a lanzar una llamada a los países para que donen nuevas ayudas. También pidió garantías a Siria para que las ayudas no sean ni «retenidas» ni «politizadas». Pedersen afirmó que EE.UU. y la UE le aseguraron que harán lo posible para que las sanciones contra Assad no impidan la llegada de ayudas.
«La gente tiene miedo porque aún hay temblores, aunque no tan fuertes», explica desde Alepo el franciscano Bahjat Karakach. «El terremoto ha dañado la estructura de muchos edificios, de vez en cuando se ve un edificio que se derrumba, y esto crea una situación para la que no estamos preparados», añade.
Esto abre un nuevo problema. «Muchos ingenieros se han marchado por la guerra y la crisis. Necesitamos ingenieros que vengan a evaluar las casas, si son seguras o no», explica franciscano, que hasta hace unos meses trabajaba en el Vaticano. «Mientras llegan, nosotros estamos ayudando a la gente a evaluar si sus viviendas son o no habitables. Luego, les ayudaremos en la reconstrucción, que es lo único que les da un poco de esperanza», concluye.
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Layla, que trabaja en Alepo, es una de las que no saben si su casa se mantendrá en pie. Confiesa que está «aterrorizada» porque residía en un edificio de seis plantas, y que ha decidido mudarse provisionalmente a casa de su hermana. «Esto pasará, estemos tranquilos, estemos en silencio…», susurra para sí misma.
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