Humanidad plena

«No se puede indicar con más sencillez la sustancia de la santidad»

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Una fiel sostiene una imagen del nuevo santo, Carlo Acutis, durante la ceremonia de canonización EFE

Una plaza de San Pedro rebosante de color y de alegría abrazó este domingo las primeras canonizaciones del pontificado de León XIV. Habrá más canonizaciones en octubre, pero está claro que el Papa León ha querido enviar un mensaje al juntar en una misma ceremonia ... a dos jóvenes casi de nuestros días, Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. Ambos fueron laicos, ambos murieron jóvenes después de una vida apasionada en la que se entregaron sin medida, ambos se zambulleron sin miedo en el tiempo que les tocó vivir, con sus tribulaciones y esperanzas. Para ambos, la Iglesia fue el hogar del que nacía su fuego para vivir, y donde encontraban la luz en las tormentas y el consuelo en sus dolores. No fundaron ninguna obra que haya perdurado ni realizaron gestos excepcionales. Sencillamente, mostraron de forma radiante la belleza de su humanidad cambiada por el encuentro con Cristo: en el estudio, en sus relaciones de amistad, en su forma de estar en los ambientes donde se movieron. En ellos se ve claramente que un santo, tal como la Iglesia lo entiende, no es un superhombre, ni un héroe de película. El santo es el hombre que vive en plenitud, a la medida de Cristo, en el éxito y en el fracaso, en la salud o en la enfermedad.

Para finalizar su homilía, el Papa eligió una frase de Pier Giorgio Frassati: «si tienes a Dios como centro de todas tus acciones, entonces llegarás hasta el final». Y concluyó diciendo que así podremos «disfrutar la vida al máximo e ir al encuentro del Señor en la fiesta del cielo». No se puede indicar con más sencillez la sustancia de la santidad. Como explicó en otro momento, si Dios está en el centro, todas las cosas que nos importan no sólo no se pierden, sino que «encuentran su lugar en el gran designio del Señor». Y es que, como observó dirigiéndose especialmente a los miles de jóvenes presentes en la Plaza de San Pedro, «el riesgo más grande de la vida es desaprovecharla fuera del proyecto de Dios».

Al hilo de estas canonizaciones me llegó una reflexión sobre san Gregorio Magno, un gran Papa reformador que dedicó parte importante de su tiempo a escribir sobre la vida de algunos santos de su época, entre ellos san Benito. En su época el sur de Europa estaba sumido en el caos y muchos hablaban incluso del inminente fin del mundo. Gregorio, para contrarrestar la barbarie, comenzó a dibujar una serie de retratos de Cristo tal como se había revelado en la vida de hombres y mujeres con los que la gente podía identificarse.

Hoy la barbarie también acecha, en realidad, como siempre. La Iglesia alza a la vista de todos vidas tan sencillas y hermosas como las de Acutis y Frassati, como un faro de esperanza para el mundo. Si hay algo que documenta la impensable juventud de la Iglesia, tras dos mil años de travesía, es que en ella siguen floreciendo los santos.

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