Dones coesenciales
Como decía un viejo cardenal, «aún estamos aguardando la plena ciudadanía de los movimientos en la Iglesia»
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Iniciar sesiónHabía expectación por los diversos encuentros del Papa con los movimientos y asociaciones eclesiales en torno a la fiesta de Pentecostés. Se trata de realidades surgidas, en muchos casos, al calor de la renovación del Concilio Vaticano II, realidades muy diferentes entre sí, como dijo ... el Papa, y todas son importantes para la Iglesia. No hay duda de que los sucesivos pontífices han dado su confirmación y respaldo a este dinamismo, pero, como decía un viejo cardenal, «aún estamos aguardando la plena ciudadanía de los movimientos en la Iglesia». Por otra parte, como cualquier realidad viva surgida en la Iglesia, estas comunidades han experimentado a lo largo de las últimas décadas momentos de entusiasmo y de cierto cansancio, a veces, incluso, crisis.
En su discurso a los responsables de estas agregaciones eclesiales, León XIV subrayó que en la Iglesia es preciso entenderlo todo en referencia a la gracia, o sea, al don de Dios: «la institución (la jerarquía, los sacramentos) existe para garantizar que la gracia se ofrezca siempre a todos, y los carismas surgen para que esta gracia sea recibida y dé fruto… Dios suscita los carismas para que despierte en los corazones el deseo de encontrar a Cristo, la sed de la vida divina que Él nos ofrece». Y retomando una frase acuñada por San Juan Pablo II, que no ha dejado de suscitar recelo en determinados ambientes, el Papa León afirmó que «los dones jerárquicos y carismáticos son coesenciales a la constitución divina de la Iglesia fundada por Jesús».
El Papa invitó a las asociaciones y movimientos a colaborar con su ministerio especialmente en dos ámbitos. Primero, siendo fermento de unidad. La unidad en la Iglesia no viene de nuestras componendas, tiene su fundamento en Cristo. Y el Papa pidió que los diversos carismas permanezcan siempre al servicio de la unidad de la Iglesia y sean ellos mismos «fermento de unidad, de comunión y de fraternidad en un mundo desgarrado por la discordia y la violencia». El segundo ámbito es la misión. León XIV ha reconocido el impulso misionero de muchos movimientos y les ha pedido que lo mantengan vivo, estando atentos a la realidad actual y a sus nuevos desafíos, tanto en los lugares de la primera evangelización como en las parroquias, para llegar a muchos que están lejos pero que esperan el anuncio del Evangelio de Cristo. Con una observación muy importante al final de la vigilia de Pentecostés: «la evangelización no es una conquista humana del mundo, sino la infinita gracia que se difunde a través de vidas transformadas por el Reino de Dios… en este camino no sirven poderosos protectores, compromisos mundanos o estrategias emocionales».
«¡Gracias por lo que sois y por lo que hacéis!», dijo al final el Papa a los responsables. Fue un encuentro paternal, sin sombras de sospecha ni controversias inútiles, pero exigente al describir este horizonte verdaderamente grande al término de la Vigilia: «los desafíos que la humanidad enfrenta serán menos espantosos, el futuro será menos oscuro, el discernimiento menos difícil, si juntos obedeciéramos al Espíritu». Había motivos apara una serena alegría, en la Santa Sede y entre los miles de personas, muchas jóvenes, que llenaron la plaza para seguir caminando con toda la Iglesia, y que salieron con un decidido impulso.
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