Proceso sinodal o «Caballo de Troya»
De momento asistimos a un cruce de narrativas o relatos sobre lo que es y lo que va a significar para la Iglesia
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A la hora de informar sobre el «Instrumentum Laboris» de la XVI Asamblea General ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en octubre, los titulares se han lanzado a hablar de «ruptura de tabúes», de «revolución anunciada». Entre otras razones por la ... inclusión de cuestiones como la integración de personas LGTBI+, las víctimas de la pederastia, el celibato, el papel de la mujer, etc. Hasta hace poco el Sínodo de los obispos era un «acontecimiento». Ahora es un Proceso del que conocemos cómo ha empezado pero no sabemos cómo terminará.
Hay quien piensa que el Proceso Sinodal es una especie de «Caballo de Troya» para imponer cambios en la doctrina, presuponiendo que el final está decidido de antemano. También se oyen voces que dicen que es «consultivo» y que sólo la decisión posterior del Papa haría posible un cambio real.
En la práctica, lo que será este Sínodo lo veremos tanto en este octubre como en el de 2024, la segunda parte y última. De momento asistimos a una cruce de narrativas o relatos sobre lo que es y lo que va a significar este Sínodo para la Iglesia. Por un lado está la narrativa de los representantes oficiales, que se caracteriza por recordar los principios y acotar el territorio, por aclarar lo que pertenece al ámbito de la razón teológica y desechar lo que procede de la sociología e incluso de la política eclesial. Por otro lado están quienes consideran este momento la oportunidad para recuperar temas y propuestas de los años setenta –celibato, sacerdocio de la mujer, divorciados, moral sexual…- que, en cierta medida, habían quedado preteridos en la prioridad pública por los pontificados precedentes.
La inclusión de no obispos en la Asamblea es un argumento que vendría a ratificar esta versión. Como ha dicho reiteradas veces el Papa Francisco, la Asamblea sinodal no es un parlamento. Tendría que quedar más claro que los no obispos no son «representantes del pueblo de Dios» sino testigos y actores de un proceso, en el que al menos en España han participado, estadísticamente, una ínfima parte de ese pueblo.