Una Iglesia democrática
En el sínodo de los obispos participarán laicos con voz y voto
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Iniciar sesiónLa decisión del Papa de permitir que en el sínodo de los obispos sobre la Sinodalidad participen, con voz y voto, sacerdotes, religiosos, hombres y mujeres laicos, ha hecho que esa institución siga siendo de los obispos y de algo más que de los obispos. ¿ ... Una nueva dinámica de participación y decisión democrática en la Iglesia?¿Una forma representativa en la Iglesia basada en el principio de un hombre, o mujer, un voto?
El jesuita cardenal Hollerich, relator del Sínodo, ha dicho que la participación de los no obispos representa el 20% de los miembros sinodales. No creo que se trate del más o el menos, la cuestión es de qué estamos hablando en un momento de reflexión sobre la sinodalidad como principio articulador de la propuesta cristiana. También ha señalado que «este sínodo es solo sobre la sinodalidad, no sobre otros temas. Ciertamente hablaremos de mujeres, pero no hablaremos del sacerdocio femenino. Hablaremos de homosexuales, en el sentido de que todas las personas pertenecen a la Iglesia, pero no hablaremos de homosexualidad. Por tanto, la asamblea hablará verdaderamente de sinodalidad en el sentido de caminar juntos, de comunión, participación, misión». Interesante.
Al margen del debate sobre la potestad de régimen y de jurisdicción y la naturaleza sacramental de la Iglesia, convendría leer «Sobre la estructura y los contenidos del Sínodo de los obispos», de Joseph Ratzinger. Allí habla de la unidad entre el principio de colegialidad y el primacial, además de otras cuestiones.
La historia es maestra de la vida. Nada nuevo bajo el sol. Esta semana, casualmente, topé con un teólogo salmanticense, el dominico Juan de Torquemada. Según el historiador Hubert Jedin, en 1456 publicó su Summa de Ecclesia. ¡Cristo, reclama Torquemada en ese texto, preserve a la Iglesia de ser dominada por el número o, indirectamente, por los príncipes, al extenderle derecho conciliar de voto a los grados inferiores de la jerarquía! «Con mis propios ojos, lleno de dolor, contemplé yo ese vergonzoso intento en el Concilio de Basilea. No hay peligro mayor que éste para la fe, la unidad y la paz de la Iglesia» (III, 14).
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