Hombres y mujeres de conciencia

Es «la voz de Dios en la naturaleza y en el corazón del hombre»

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El Papa León XIV preside el rezo del Ángelus desde la ventana de su despacho con vistas a la Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano,este domingo EFE

No hay que descartar que León XIV al proclamar a John Henry Newman doctor de la Iglesia nos esté mandando un mensaje prioritario. El mundo necesita hombres y mujeres que se rijan por la verdad y la conciencia, dos conceptos que no ... parece que coticen al alza, ni en la vida pública, ni en la actuación privada.

Centrémonos en las razones por las que Newman es uno de los santos más necesarios para este momento de la historia y que más nos puede enseñar. Primero porque hubo y hay quienes, como el político liberal William Gladstone, señalan que, en las sociedades plurales, no se puede ser buen ciudadano, incluso buen patriota, y buen católico dado que los católicos pretenden imponer socialmente «su» verdad y no respetan al interlocutor.

Newman demostró con sus escritos que la propuesta de verdad que formulan quienes se confiesan creyentes contribuye al bien común de la democracia, de la sociedad.

Newman diseñó un antídoto intelectual contra los que, en la Iglesia, se han entregado a transformar el cristianismo en un humanismo sin trascendencia, sin posibilidad de lo sobrenatural, adaptando la doctrina a las corrientes en boga. Y también contra los que anclan su fe no en la tradición, sino en el tradicionalismo, el ultramontanismo, obsesionados por los errores de la modernidad y de la postmodernidad. Newman es el doctor del 'fair play' dentro de la Iglesia porque su teología habla de la identidad de la fe en los desarrollos históricos.

Newman es el doctor de la conciencia. La conciencia es «la voz de Dios en la naturaleza y en el corazón del hombre», el último nivel de decisión y de responsabilidad. La libertad de conciencia no equivale a tener derecho a prescindir de la conciencia.

«Ciertamente -escribió Newman- si me veo obligado a implicar a la religión en un brindis al final de una comida -cosa que no es en absoluto oportuna- brindaré por el papa, si os complace, pero antes por la conciencia y después por el papa». Hoy son más necesarios que nunca los hombres y las mujeres de conciencia, también en la Iglesia.

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