Hablemos de sexo en la Iglesia
«El fin de la enseñanza de la Iglesia es habilitar el amor, no impedirlo»
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No hace falta ser Louise Perry, ni haber escrito 'Contra la revolución sexual. Una nueva guía para el sexo en el siglo XXI', para ser conscientes de las consecuencias antropológicas y sociales que ha traído la revolución sexual.
No hace falta haber visto el ... documental del Papa con 'jóvenes alternativos', dirigido por J. Évole, para darnos cuenta de que esta cuestión, y la moral sexual, es una obsesión en determinados sectores sociales para los que la sexualidad configura la identidad personal manifiesta. De la lucha de clases a la lucha de sexos. Y que esta cuestión se le está atragantando a la Iglesia. Tiempo atrás se decía que la Iglesia estaba obsesionada con el sexo y el pecado. Ahora quienes parecen obsesionados son aquellos a los que la Iglesia quiere salir a su encuentro. En esta sociedad hipersexualizada, no pocas deslegitimaciones de la propuesta cristiana provienen de identificar el cristianismo con solo una moral. Por cierto, como dice el papa en un documental en el que se percibe que a una persona de 86 años le hablan de cuestiones que desconoce, no debe conocer, no estoy seguro de que la Iglesia haya encontrado un lenguaje adecuado para hablar de esta realidad antropológica básica.
Por eso me ha parecido particularmente valiosa la reciente pastoral sobre la sexualidad de los obispos escandinavos, que expresa la necesidad de hablar con claridad y caridad. Parten de la idea de que «la enseñanza de la Iglesia sobre el sexo crea perplejidad» y de que «el fin de la enseñanza de la Iglesia es habilitar el amor, no impedirlo».
También hacen una declaración de respeto por las personas que pertenecen al movimiento que tiene como símbolo el arcoiris, pero discrepan «cuando este movimiento propone una visión de la naturaleza humana separada de la integridad corporal de la persona, como si el género físico fuera accidental». Se lamentan de que «se fuerce esa visión sobre los niños presentándola como una verdad probada y no como una hipótesis temeraria, y cuando se la impone a los menores como una pesada carga de autodeterminación para la que no están preparados».
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