Dios guarde al Papa Francisco

Sin lugar a dudas la Iglesia ha cambiado en las incidencias, en las propuestas, en las formas y en los tiempos. El modo de ejercicio del primado y la manera con la que pretende la reforma de la Iglesia son su principal novedad. Es posible que con el paso del tiempo nos hayamos acostumbrado al Papa, como si ya lo supiéramos todo de él. La pedagogía de Francisco ha sido la de enseñarnos a aprender a leer de nuevo la fe cristiana en la historia, ante las deformaciones de la propia dinámica histórica, que también han afectado a la Iglesia, y ante las crítica moderna de la religión. Leer de nuevo el cristianismo para tomárnoslo en serio. No hablar de Dios en clave impersonal sino en clave interpersonal.

Esta sabiduría es una invitación a liberar la conciencia cristiana de un negativismo morboso, de la neurastenia que la corroe, del complejo de inferioridad que la paraliza, de una red de equívocos que la asfixia. A lo que nos está invitando el papa Francisco es a poner el corazón y los ojos en lo esencial del cristianismo, no en una restauración de una civilización que ha decidido el suicidio cultural como método para acabar consigo misma, sino de una Iglesia sin glosa, según el Vaticano II. Una Iglesia en perspectiva personal, una Iglesia del tú a tú, que hable del Evangelio.