El abandono cultural de la Iglesia

Si es verdad lo que decía Juan Pablo II que «una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida», después de haber leído el libro de Sergio Vila-Sanjuán «Cultura española en democracia. Una crónica breve de 50 años», la conclusión es que el déficit de presencia de lo cristiano en el mundo de la cultura, de las letras, de las artes, en España es preocupante, también como signo de vitalidad de la misma fe y de capacidad de generar nuevos ámbitos de sentido. La incapacidad de creación cultural de la propuesta católica es alarmante en lo referido a las nuevas corrientes, estilos, tendencias y formas expresivas. A lo sumo las energías y los esfuerzos están destinado a una conservación mayoritariamente patrimonial y en no poca medida subvencionada, que quizá no sea otra cosa que gestionar la decadencia. Un proceso que ahora se agudiza con la indisimulada apuesta por lo social.

Cuando hablamos de cultura nos estamos refiriendo a la comprensión y entendimiento de lo humano desde lo material que es espiritual. No niego que existan instituciones y personas que estén trabajando en las relaciones entre fe y cultura, pensadores, literatos, universidades, artistas, músicos, pintores, escultores, editoriales. Las excepciones, como el espacio O-Lumen o la exposición en este momento en la Catedral de Valladolid, suelen confirmar la regla. Pero lo evidente es, como se refleja en el libro de Vida San-Juan, que la incidencia en la conformación de tendencias ha sido y es mínima. Y no sólo por el hecho de que «la izquierda cuida a la cultura, y la cultura cuida a la izquierda».