José Borque, el héroe por accidente de la DANA de Valencia que salvó a seis ancianos en Picaña
Este electricista y su hijo, de 21 años, sacaron a los mayores del edificio donde residían, en el que perecieron otros seis ahogados por la riada
«Una de ellas, de 69 años, se había pasado cuatro horas en el agua y otra, Chelo, tenía a su gato muerto en la mano», cuenta
Última hora de las inundaciones por la DANA en España, en directo
El presidente valenciano insiste en defender su gestión: «La Confederación Hidrográfica desactivó tres veces la alerta»
Picaña (Valencia)
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl heroísmo, para que sea de verdad y no como el de las películas, ha de ser accidental: una mezcla de valor y no pensar demasiado para actuar en una situación de extremo peligro. Eso fue precisamente lo que hizo José Borque, electricista de ... 51 años, hace una semana, cuando la DANA que azotó Valencia desató las peores riadas que se recuerdan en su pueblo, Picaña. Esa trágica noche, cuando las aguas empezaron a retroceder tras arrasar esta bonita localidad de 12.000 habitantes a cinco kilómetros de Valencia, Borque salió de casa con su hijo para comprobar los daños.
«Era ya medianoche y pasó un chico pidiendo mantas para los ancianos que viven en un asilo aquí cerca porque, sinceramente, creo que nadie se había acordado de ellos», comienza su relato reconociendo la soledad que, por desgracia, sufren muchos mayores. Cuando accedieron al edificio, en el que residen por su cuenta una veintena de ancianos, el panorama que se encontró fue aterrador.
«Nada más entrar, descubrimos a una mujer que había fallecido. La pusimos sobre una mesa y, luego, la tapamos sobre un sofá. ¡Pero yo no sabía qué hacer porque jamás había tocado a un muerto antes!», explica Borque todavía impresionado. «Fuimos habitación por habitación gritando si estaban vivos y, cuando nos respondían '¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!', entrábamos a por ellos», relata. Pero el problema era que «los ancianos estaban al final de sus cuartos y, para llegar hasta ellos, no solo teníamos que atravesar una capa de lodo de medio metro, sino sortear los muebles y electrodomésticos que se habían caído y lo que había arrastrado la riada».
-
El general Fulgencio Coll: «Hay una frustración tremenda en el Ejército»
Pilar De la Cuesta
«Nada más entrar, descubrimos a una mujer que había fallecido. La pusimos sobre una mesa y, luego, la tapamos sobre un sofá. ¡Pero yo no sabía qué hacer porque jamás había tocado a un muerto antes!»
En total, él y su hijo localizaron así a tres mujeres. «Una de ellas, Mari Carmen, de 69 años, se había pasado cuatro horas en el agua y otra, Chelo, de entre 65 y 70, tenía a su gato muerto en la mano», detalla Borque. En otras habitaciones no tuvieron tanta suerte y solo encontraron ya los cadáveres de los pobres mayores. «Fue complicado. Para mi hijo, mucho más porque tiene 21 años y todavía está procesándolo», analiza una situación que tuvo que ser de espanto.
Héroes del pueblo
Con su hijo, Borque logró sacar a seis mayores, uno de los cuales se llevó a su casa hasta que el Ayuntamiento de Picaña envió una furgoneta para trasladar a los supervivientes a una residencia Solymar cercana que todavía no había abierto sus puertas. De la veintena de ancianos, perecieron seis y sobrevivieron 13, pero hubo otro que desapareció en la riada. «Además de los que salvamos esa noche con algunas personas del ayuntamiento, al día siguiente rescataron en sus habitaciones a tres más que seguían vivos y nos habían oído, pero no tenían fuerzas para respondernos cuando les preguntábamos a gritos», rememora Borque.
Aunque el hijo de una de las mujeres que rescató ha venido a darle las gracias, no se siente un héroe. «No se hace con esa intención. No sabía si lo estaba haciendo bien porque no soy médico y quizás les hacía daño al coger a los ancianos, que gritaban. Se hizo lo que se pudo», señala con humildad. Y no se olvida de la ayuda que le prestaron varias personas porque «esa noche la gente se dejó la piel allí», concluye para volver a seguir limpiando su casa, donde «solo se inundó el garaje y únicamente hemos perdido cosas materiales. Hemos sido unos privilegiados».
A unos pocos números de su vivienda, en esta misma calle de Picaña paralela a la vía del tren en la que se amontonan los coches que se llevó la corriente, Mónica Carretero no puede contener las lágrimas cuando recuerda aquella noche infernal. «Cuando el agua empezó a subir, huimos a casa de mi madre en Sedaví, que también acabó inundándose y solo tengo una imagen grabada en mi cabeza: cuando cruzamos el barranco por el único puente que resistió y vi la magnitud de lo que llevaba. ¡Nos podía haber llevado el agua en ese momento!», exclama emocionada.
A punto de morir ahogado
Llorando, nos cuenta que su marido, que es policía local en la vecina Paiporta, «volvió a trabajar tras dejarnos con mi madre y la corriente le arrastró varias veces. Pudo salvarse porque se refugió en la casa de mi prima. Desde entonces, el pobre lleva trabajando en Paiporta, que es una auténtica zona de guerra». Además de su esposo, su cuñado también estuvo a punto de morir ahogado.
«Destruida como mi casa», como confiesa sentirse Mónica, solo tiene palabras de agradecimiento para los voluntarios que han acudido a ayudarla. Si algo bueno puede sacarse de esta catástrofe, es sin duda la solidaridad que han demostrado estas legiones de voluntarios, sobre todo jóvenes que están dando una auténtica lección a todo el mundo. Especialmente a los políticos de uno y otro bando, lo que llevó a que la rabia estallara el domingo en la accidentada visita del Rey Felipe VI, Pedro Sánchez y Carlos Mazón a la vecina Paiporta.
En Picaña, los ánimos también están caldeados por la tardanza en llegar de la ayuda oficial y del ejército, como se veía en la calle Vent del Garbí. Con fango hasta las cejas, Daniel March y Laura Blasco, dos de sus vecinos, se quejaban de que todavía no habían sido retiradas las montañas de escombros que bloqueaban las puertas de sus viviendas. «Además de que esto es insalubre, el colector no se traga todo el barro que estamos echando y vuelve a salir en algunas casas», protestaba March. Una semana después del tsunami que fue esta riada, sus vidas siguen embarradas.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete