No es el clima, es el urbanismo

El clima en la Tierra ha estado cambiando desde antes de que nosotros, la especie elegida, la holláramos. Eso es innegable. Y no niego que puede existir influencia humana en algunos fenómenos climáticos recientes, pero no suscribo la soberbia de creer que dominamos todas las claves de lo que sucede. La Humanidad creyó durante mucho tiempo que la Tierra era plana.

Lo cierto es que la tragedia de Valencia tiene muchísimo más que ver con el desarrollo del urbanismo que con el cambio climático. La cuestión es simple: mal tiempo meteorológico hemos tenido siempre en la historia. De hecho hubo una inundación parecida en 1957. Pero lo que hoy produce catástrofes es que hemos llevado las ciudades a lugares donde antes no estaban. El caso de Valencia es, además, ejemplar. Hablamos de una zona inundable formada por unas huertas y una antigua laguna (hoy una albufera) que ha sido poblada por 490.000 personas.

Hoy, el 56,8% de la población mundial vive en ciudades. Las ciudades cubren sólo una pequeña parte de la Tierra, pero esa proporción se ha duplicado en los últimos cuarenta años, al igual que el número de ciudades, según un estudio de 2021 firmado por Lewis Dijkstra y otros seis expertos. Además, las ciudades se han expandido rápidamente y las densidades son más altas que hace medio siglo.

La Unión Europea ha financiado el proyecto Global Human Settlement Layer (GHSL), que produce información espacial global sobre la presencia humana en el planeta a lo largo del tiempo, en forma de mapas de población, mapas de densidad de población y mapas de asentamientos. Esta información se genera con datos heterogéneos, que incluye el sistema satelital Copérnico, al que se aplican análisis y conocimientos basados ​​en evidencias utilizando nuevas tecnologías de minería de datos.

Esta base de datos nos permite apreciar que 7.300 millones de personas viven en el 7,6% de la superficie terrestre y que las zonas edificadas han aumentado 2,5 veces desde 1975, imponiendo una presión urbanizadora sobre entornos naturales cada vez más difíciles de preservar.

La atribución de la tragedia al cambio climático no es inocente. Yolanda Díaz sabe bien lo que quiere decir. El objetivo es construir un escenario en el que justificar, con una emergencia climática, medidas compulsivas sobre toda la población, cuando en realidad lo que debe promover es un urbanismo responsable a nivel de ayuntamientos: que no se edifique en zonas inundables, que el urbanismo no devore las buenas tierras agrícolas, que no se construya en cañadas y arroyos, y que no se exponga la vida humana más de lo necesario.