Japón revive el estigma de Fukushima

El vertido del agua tratada para enfriar los reactores fundidos de la central, que empezará este jueves, devuelve el miedo a la radiación pese a que el Gobierno nipón insiste con datos en su seguridad

En las entrañas de Fukushima, visita a la siniestrada planta atómica

Primer capítulo del libro «Fukushima mon amour», de Pablo M. Díez

Dos camiones que participan en el desmantelamiento de la central de Fukushima pasan bajo la señal que indica su carretera de acceso, cortada al tráfico por la alta radiación PABLO M. DÍEZ

Las sirenas de la lonja aúllan por la mañana en cuanto la proa de los barcos pesqueros asoma por el espigón del muelle de Soma, a unos 20 kilómetros de la siniestrada central nuclear de Fukushima 1. Lo hacen igual que aquel trágico 11 de ... marzo de 2011, en el que uno de los tsunamis más potentes de la historia barrió la costa nororiental de Japón y provocó el peor accidente atómico desde Chernóbil en 1986. Como entonces, desatan un frenesí de gritos y carreras, pero no para huir del mar, sino para acudir a su encuentro lo antes posible para descargar las capturas del día. Al ajetreo habitual de la actividad pesquera se suma ahora otra lucha contra el reloj: vender toda la mercancía posible antes de que empiece este jueves el vertido del agua tratada de Fukushima.

Fundidos por el tsunami, que inundó la planta atómica y destrozó sus sistemas eléctricos de refrigeración, tres de sus seis reactores deben ser regados constantemente para que no se sobrecalienten. Pero esa agua se contamina y, aunque pueden filtrarse hasta 62 nucleidos radiactivos, hay un elemento que es imposible eliminar: el tritio. Con este isótopo del hidrógeno, que tiene 12,3 años de vida y una radiactividad débil, cada día se generan 100 metros cúbicos que hay que almacenar.

En mil tanques construidos alrededor, la central acumula ya 1,3 millones de metros cúbicos de agua con tritio. Pero los tanques están al máximo de su capacidad y TEPCO, la compañía eléctrica que gestiona la planta, se ha quedado sin sitio para construir más. Según anunció el martes el primer ministro japonés, Fumio Kishida, este jueves comenzará el vertido al océano Pacífico del agua almacenada, de forma escalonada y diluyendo el tritio a menos de 1.500 becquereles por litro. Dicha cantidad está muy por debajo de los 60.000 becquereles por litro que permiten los estándares internacionales y de los 10.000 que autoriza la Organización Mundial de la Salud (OMS) para consumo humano. El plan ha sido aprobado por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

Aunque el Gobierno nipón insiste en que el vertido será seguro y no aumentará la radiación en el mar, los pescadores temen que vuelva a perjudicar a la reputación de esta prefectura, muy dañada desde el tsunami. «Aquí estamos todos en contra, pero no podemos hacer nada», se resigna mientras ayuda en la descarga el capitán Satoshi, un anciano que pasó a su hijo el timón de su barco, Kannon Maru. Encogiéndose de hombros, y acostumbrado ya a las vicisitudes de esta zona estigmatizada, solo espera que las indemnizaciones amortigüen el impacto.

De los cubos que sacan de la bodega afloran lenguados, lubinas, cangrejos, pulpos, anguilas que chapotean intentando escaparse de las redes y hasta algún rodaballo gigante. Apetecibles a simple vista, todos estos ejemplares encontrarán problemas para ser comercializados porque países vecinos que critican el vertido, como China y Corea del Sur, ya han aumentado sus pruebas para detectar posible pescado contaminado procedente de Japón.

«No utilizo algas de Fukushima pero, como están procesadas en esta prefectura, la gente recordará el accidente nuclear una vez más cuando el agua sea vertida. No hay forma de decir que no habrá un impacto», lamenta Ichiro Tachiya, quien preside una compañía de pescado, Sun Ei, que ha puesto en marcha un supermercado en el puerto junto a otros productores de la región. «Desde un punto de vista científico, las centrales nucleares del Reino Unido, Estados Unidos, Japón, Corea y China también liberan agua al mar. Pero, cuando se vierta el agua de Fukushima, y en general de Japón, habrá un efecto de multiplicación sobre el pasado. Por eso creo que es un problema tan grande», teme el empresario, quien ha diversificado su negocio con varios hoteles.

En la «zona muerta» de Fukushima «»«Acceso cerrado por ser zona de difícil regreso en el futuro, reza la señal ante la valla que impide el paso a una cementera próxima a la central nuclear de Fukushima 1 (primera imagen superior). En el puerto de Soma, a unos veinte kilómetros de la planta atómica, los pescadores temen el daño que provocará el vertido del agua tratada tras enfriar sus reactores fundidos (arriba a la izquierda). Visibles desde la Ruta 6, que pasa junto a la central, sacas negras y azules almacenan los escombros radiactivos de su desmantelamiento (arriba a la derecha). PABLO M. DÍEZ

Más que a los efectos sobre la salud, lo que preocupa a los residentes de Fukushima es el daño a su imagen. «Hay una lucha emocional sobre cómo el vertido afectará a Fukushima. Alrededor del 90 por ciento de la población piensa que supondrá un perjuicio para la reputación de la prefectura, pero la opinión en contra no es tan alta, solo del 40 por ciento, la misma cantidad que a favor. Muchos residentes piensan que, aunque haya algún impacto, se trata de un paso hacia la reconstrucción y revitalización de la zona», analiza el doctor Tomoaki Tamaki, profesor y presidente del Departamento de Radiación Oncológica de la Universidad Médica de Fukushima.

En una videoconferencia organizada por el Gobierno nipón, Tamaki habla como experto y también como vecino de esta prefectura, donde vive con su esposa y tres hijos. «La media de radiación natural que recibimos los humanos cada año es de unos dos milisievert (2,1 mSV en Japón y 2,4 en el mundo). Durante los cuatro primeros meses tras el accidente de Fukushima, el 99,8 por ciento de los residentes de zonas cercanas solo recibieron menos de cinco de milisieverts. Entre ellos, el 99,3 por ciento recibió menos de tres milisieverts y el 93,8 por ciento menos de dos. Según un informe de 2020 del Comité Científico de la ONU sobre Radiación Atómica (Unscear), no se han encontrado efectos adversos en la salud de los habitantes de Fukushima que puedan atribuirse directamente a su exposición a la radiactividad del accidente», explica con cifras y hechos.

«¿Qué pasaría si nos bebiéramos un vaso del agua tratada de Fukushima?», le preguntamos. Tras aclarar que «esta agua no es potable», recuerda que «las normas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) establecen, entre otros límites, un nivel de radiación superior a 10.000 becquereles por litro, seis veces más de lo que hay en el agua tratada de Fukushima que será vertida al mar».

Escombros radiactivos

Alrededor de la central, circulan sin cesar los camiones que transportan los escombros de su desmantelamiento hasta una explanada visible desde la Ruta 6. A pocos metros de esta carretera, dichos restos radiactivos se acumulan en grandes sacas azules y negras ante una frondosa colina, que oculta sus edificios pero de la que sobresalen las grúas que operan sobre los reactores fundidos. «Acceso cerrado por ser zona de difícil regreso en el futuro. Cuartel general de la emergencia nuclear. Ciudad de Okuma», rezan los caracteres de una señal amarilla ante una valla que corta el paso a la carretera que dirige a la planta atómica. Barreras y carteles similares impiden también el acceso tanto a una cementera colindante como a las casas vecinas, cuyos dueños posiblemente no volverán jamás.

Cuando empiece el vertido, la repercusión no solo afectará a los pescadores de Fukushima, sino también a agricultores como Hiroshi Motoki y Nagatoshi Shiraishi, quienes dirigen la granja ecológica Wonderfarm. «En los diez años siguientes al desastre, ha habido rumores negativos que han dañado nuestra reputación. Hasta el quinto año, los precios fueron muy bajos y atravesamos momentos muy difíciles. Pero, justo ahora, los rumores se iban apagando y la situación estaba volviendo a la normalidad», lamenta Motoki la inoportunidad del vertido.

Una gran publicidad para Fukushima

Su socio, Shiraishi, cree que «cuando empiece el vertido, el nombre de Fukushima estará en todas las noticias no solo de Japón, sino del mundo entero. Por una parte, puede verse como algo negativo. Pero, por la otra, será una gran publicidad para Fukushima. Es un hecho que nuestra reputación ha sufrido un gran daño desde el accidente nuclear en 2011, pero también que nos hemos levantado hasta donde estamos hoy». Basándose en sus vivencias, confía en que «en el futuro, incluso aunque haya rumores negativos sobre el vertido al mar, prevalecerán nuestra experiencia, nuestras relaciones con la gente y, lo más importante, nuestros corazones».

Con optimismo, recuerda que «hubo un terremoto, luego vino el Covid y han pasado muchos incidentes en nuestra vida». Cuando empiece el vertido, insta «a la gente a que no crea algo sin analizar los datos» y lanza un mensaje lleno de confianza: «Tengan sus dudas una y otra vez y vengan a Fukushima. Y luego vuelvan a sus hogares después de probar nuestra deliciosa comida».

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