Indignación en Alemania con dos de los principales activistas del clima por irse de vacaciones a Bali en avión

Ante las críticas, justificaron que no podían ir en tren «por los conflictos crueles de este mundo»

Los activistas Luisa S. y Yannick S.

Rosalía Sánchez

Corresposal en Berlín

Para entender la indignación que el caso ha despertado en Alemania, es necesario recordar que los activistas por el clima de Last Generation y de Fridays for Future son los mismos que llevan un año atacando obras de arte en los museos, ocupando instalaciones mineras ... cuya evacuación ha costado millones de euros al erario público y cortando las principales carreteras alemanas y accesos a grandes ciudades día sí, día no, como forma de protesta. El más sonado de los cortes de tráfico e cobró en Berlín la vida de una mujer a la que la ambulancia no pudo llegar a tiempo.

A menor escala, aunque igualmente irritante, forma parte ya de la rutina ciudadana no llegar puntual a un examen, perder una entrevista de trabajo y pagar la penalización por retraso en una entrega por culpa de los activistas, que se pegan con cemento al asfalto de las vías impidiendo así la circulación del tráfico. Por todo esto causó sensación que los dos protagonistas de esta historia, citados ante un tribunal de Stuttgart precisamente a causa de un corte de tráfico, hubieran emitido 7,9 toneladas de CO2 para disfrutar de unas vacaciones.

Luisa S., de 22 años, y su novio Yannick S., de 24, participaron en septiembre en el bloqueo de la autopista B10 de Stuttgart en hora punta. En la pancarta que portaban podía leerse: «Ahorre petróleo en lugar de perforar». Cuando fueron despegados de la vía, la policía procedió a su identificación y, semanas más tardes, fueron requeridos por el tribunal de distrito de Bad Cannstatt. Comunicaron ambos que no podían acudir a la citación por encontrarse de vacaciones en la soleada Indonesia y a 9.000 kilómetros de distancia. Y para justificar su argumento hubieron de presentar pruebas del viaje.

Fue ahí donde apareció la prueba de que habían volado al paraíso asiático en un vuelo que consume unos 140.000 litros de queroseno, según se encargó de calcular el diario Bild. Al juez no le pareció justificación suficiente y exigió que regresasen para cumplir con la comparecencia, pero el viaje a Bali ya se había hecho público y una avalancha de críticas se había desplomado sobre el idílico viaje.

En las redes sociales, sus detractores se dividían entre quienes consideraban que su peor crimen era contra el clima y quienes les reprochaban participar activamente en la destrucción de la agenda de trabajo y vida de los alemanes para, a continuación, irse a descansar a un destino que la inmensa mayoría de sus víctimas no pueden permitirse.

Culparon a Putin

Antes de que pidiesen perdón públicamente, la historia tocó varios momentos de clímax, como cuando los chavales culparon a Putin. Explicaron que ellos habrían hecho gustosos el viaje por tierra de no ser por los «conflictos crueles en este mundo en este momento» que desaconsejaban el trayecto. Sin nombrar siquiera a las víctimas que soportan esas guerras, recordaron que «la guerra de agresión rusa, la guerra civil siria, los invasores turcos en el norte de Iraq, la toma de poder por los talibanes, las tensiones en la región de Cachemira y el golpe militar en Myanmar, por nombrar solo algunos», les habían impedido hacer el viaje en tren por la Ruta de la Seda, como hubiera sido su deseo. Que les habían fastidiado el plan, en definitiva.

Yannick, además, adoptó el rol de caballero romántico, dispuesto a defender a su enamorada de chanzas e improperios, y esgrimió como razón que había inclinado la balanza a favor del «cuestionable» proyecto, que «el viaje por Asia (de cuatro meses de duración) era un viejo sueño de Luisa» que, naturalmente, la joven tenía todo el derecho de cumplir. «Cada gramo de CO2 es demasiado y cada tonelada todavía más, pero creemos que no son los activistas climáticos los que deben rendir cuentas, sino todos, de acuerdo con las posibilidades humanas», escribió también en un artículo publicado por TAZ, «es tarea de la política prevenir malas decisiones para el clima como la nuestra y dirigirlas hacia las buenas».

La organización Last Generation, a la que ambos pertenecen, defendió inicialmente el viaje de vacaciones, alegando que «reservaron el vuelo como individuos privados, no como protectores del clima, y hay que mantener eso separado». Posteriormente ha preferido guardar silencio, a la espera de que regresen.

El juez ha penalizado a los dos jóvenes por no comparecer a tiempo y ha puesto nueva fecha a la vista, pero Luisa y Yannick no quieren hacer el viaje de vuelta en avión y va a llevarles un tiempo la ruta alternativa. Ambos se han convertido en el símbolo de las evidentes grietas conceptuales de un movimiento que cumple ahora un año, erigido en defensor del planeta y decidido a lograr el máximo impacto mediático a cualquier precio.

Alimentados por el éxito aplastante de Fridays for Future, estos jóvenes alemanes decidieron dar un paso de radicalización y varios de sus miembros llevaron a cabo una huelga de hambre durante la campaña electoral de otoño de 2021. Exigían reunirse con el canciller y Olaf Scholz, ya investido, accedió a recibirlos. Pero no les dijo lo que deseaban escuchar y, a principios de 2022, empezaron con sus acciones. Reivindican la reducción de emisiones, un límite de velocidad de 100 km/ h en las autopistas alemanas y sustituir el sistema democrático parlamentario por «consejos ciudadanos aleatorios formados por personas como tú y como yo».

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