La 'hiperconexión' de la diáspora venezolana: un llamamiento virtual a la libertad
Casi ocho millones de venezolanos que residen en el extranjero viven al vilo de las redes sociales tras la jornada electoral del 28 de julio
La oposición venezolana denuncia detenciones y torturas contra menores
La red de miles de voluntarios de la oposición venezolana para parar el fraude electoral del chavismo

La sobredosis de información se vuelve una elección cuando la cabeza y el corazón se encuentran divididos. Que difícil se vuelve balancear el limbo que por naturaleza conlleva vivir en el exilio. Con el cuerpo aquí y la cabeza allá, transcurren las horas y ... los días, los cambios de horarios y el intercambio de mensajes que se convierte en una cadena sin fin.
La necesidad de vivir el día a día a través de las redes y los medios de comunicación se vuelve un intenso torbellino de la hiperconexión. Son casi 8 millones de venezolanos que residen en el extranjero, quienes viven al vilo de las redes sociales tras la jornada electoral del 28 de julio. Comicios, que trajeron consigo, protestas y manifestaciones en rechazo a los resultados publicados por el gobierno, que reconoce una fraudulenta victoria. El agotamiento, ansiedad, incertidumbre se hace presente con cada «scroll»…Pero, estando lejos ¿Cómo se lucha contra ello? La distancia nunca se había sentido tan grande como ahora.
El interminable compartir, publicar y postear que se convierten en la única manera de responder ante un régimen corrupto y maniatado que continúa la represión, las detenciones y los asesinatos cometidos a los que deciden alzar la voz. Todo esto, en constante repetición. Pero no, no queda allí.
Está la preocupación inminente del que vive dentro, que advierte temeroso de lo que sucederá si se publica algo: «Se están llevando a la gente…», «las están sacando de sus casas…» son algunos comentarios que denuncian la situación en redes. Muchos de los que publican, han bajado la intensidad por miedo a verse perseguidos y por miedo a que sus familiares sufran represalias. Durante el día, trabajar se vuelve una tarea difícil. De noche, se hace más intensa la espera, lo único que ilumina es la pantalla del móvil. No son las primeras protestas que sigo a través de la pantalla, todos los «síntomas» de resaca electoral, son un «cuento viejo» que ya he vivido.
Bombardeo de noticias
Los primeros días se sintieron casi imposibles para Stefania «se vuelve agotador» mientras vive la situación desde Madrid. El constante 'refresh' y el bombardeo de noticias e historias llegan al punto de entrar en un bucle de adrenalina. Prácticamente en automático. «Es difícil concentrarse y vivir con normalidad».
La persecución le aterroriza independientemente de la distancia, han sido muchos los detenidos y perseguidos, la represión llega hasta las paredes del mundo digital. Las noticias de detenciones arbitrarias, es algo que no resulta indiferente para ella. Su amigo, Ivan Llatche, de 22 años, fue detenido en las protestas del 29 de julio y continúa preso. Como él, miles de jóvenes que serán juzgados bajos los cargos de «terrorismo», «traición a la patria» o «instigación al odio», por un sistema judicial parcializado y sumiso ante el gobierno.
Hasta la fecha, la ONG de derechos humanos venezolana Foro Penal ha documentado 1406 arrestos verificados e identificados, de los cuales 117 son adolescentes, 14 son indígenas, 17 son personas con discapacidad y 185 son mujeres. Solo 55 han sido liberados.
Para ella, resulta inevitable no pensar en lo que puede estar pasando o lo que puede estar viviendo. «Queremos difundir el caso.» A través de grupos de Whatsapp y otras redes como X – la aplicación que ha sido censurada por el gobierno de Maduro desde el 9 de agosto, después de cargar contra otras redes como Whatsapp, Instagram y Tiktok.– son los canales de información continuo e interminables donde se ha podido hacer eco del caos.
Documentar lo que se pueda
En el pasar las 'stories' de Instagram son cientos las denuncias que existen sobre violación de derechos humanos y detenciones arbitrarias. Sara documenta todo lo que puede, a pesar de que vive la situación con total angustia. En su día a día, trabaja con redes, por lo que resulta casi imposible desconectarse. «Conciliar el sueño no ha sido tan fácil.» Afirma que Maduro y su gente han sacado sus verdaderos colores, y para ella la derrota es inminente.
«Es sumamente importante que quienes estamos fuera sigamos comunicando lo que pasa, sin exponer la identidad de quien manda la información«, me comenta desde Panamá a través de mensajes directos. Ante la inacabable persecución del dictador señala que no les podemos abandonar —a los de adentro—. «No puede ser que por pensar distinto y querer libertad, te maten». Resulta tremendamente duro para ella todo lo que sucede. «Aquí donde estoy todo sigue. No puedo pararlo».
¿Cómo seguir con la normalidad?
Junto a la inminente necesidad de estar enganchado a lo que se publica, lo que se comparte, la culpa se hace presente. Para algunos, resulta difícil coexistir entre lo que sucede en su país de origen y la naturalidad de la vida cotidiana. ¿Cómo sigo con normalidad, si lo que conocía se cae a pedazos?
Al final, es parte de la vida del extranjero. «He tenido mucho sentimiento de culpa por no estar ahí, sentir que hago algo útil» me cuenta Johanna desde Tenerife. Cree que todos los que estamos afuera lo vivimos de la misma manera, «queremos enterarnos de todo». Las seis horas de diferencia pesan cuando llega la noche y el «trasnocho» se hace presente. A Johanna le resulta difícil abordar sus otros proyectos, deja que todo pase a segundo plano y pasa el mayor tiempo buscando información.
En bucle
El mundo gira en torno a una sociedad completamente digitalizada y el ser humano está inmerso en el bucle de información que viene y va. La hiperconexión lleva consigo los síntomas de cansancio y malestar general. Desde Boston, Gonzalo recomienda que se busquen maneras de regular «un poco» los sentimientos y el tiempo que se invierte en «posición de lucha». Reside en el extranjero desde 2015, por lo que ha vivido al menos tres manifestaciones masivas desde afuera.
El continuo estímulo de noticias e información, que señala pueden ser «verdaderas o falsas« y estar pendiente de su vida normal resulta «abrumador». La intensa conexión y la fuerte dependencia que implica estar conectado el mayor tiempo posible es algo devastador a nivel emocional. Algo que vivió en primera persona en torno a las protestas de 2019: un cúmulo de situaciones, acompañado de la situación país, le llevó a rehabilitación. Y así, como muchos otros que se fueron, su meta fue desconectar de lo que había vivido creando un «último escudo» con el país.
Los venezolanos en el exterior se han convertido en puente de información que lucha contra la censura y la persecución que aterroriza al pueblo. A pesar del miedo, aquel país que hoy está teñido de protestas y persecución busca una salida. Para los que estamos fuera, resulta indispensable seguirlo, minuto a minuto. Qué nos queda más que denunciar lo que sucede. Cuando llega la noche, vuelve a ser el móvil que ilumina la oscuridad que siempre le acompaña el 'guayabo' de la distancia.
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